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La Bideneconomía y el nuevo New Deal de EEUU

Siempre es mejor tener un plan que no tener ninguno, una lección que los republicanos parecen haber olvidado

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20 de agosto de 2020 a las 14:58

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Por Edward Luce

Tim Geithner, exsecretario del Tesoro de EEUU, dijo que "un plan es mejor que ningún plan" durante la crisis financiera de 2008. Es una lección que los republicanos parecen haber olvidado. Si Donald Trump pierde en noviembre, su renuencia a alcanzar un acuerdo de estímulo económico con los demócratas en medio de una intensa pandemia será una de las principales razones. No se puede derrotar algo con nada.

La ironía es que el propio plan de Joe Biden contiene elementos clave de lo que Trump prometió en 2016: modernizar la infraestructura estadounidense y proteger a los "estadounidenses olvidados". La lógica de la Bideneconomía es simple. El costo del crédito es gratuito. EEUU se encuentra en medio de una crisis nacional. Su infraestructura ya no es de primer mundo y el desempleo está a su nivel más alto en una generación. Parece un buen momento para entrar en el siglo XXI con la "mayor movilización de inversiones públicas" desde la Segunda Guerra Mundial, como dice la campaña de Biden.

Los debates sobre si las propuestas de Biden son demasiado centristas, según las quejas de los progresistas demócratas, o si son radicalmente socialistas, como dice Trump, son inverosímiles. Sus políticas coinciden plenamente con la tradición estadounidense. Lo que propone Biden es pragmático, una palabra y una filosofía acuñadas en EEUU que significan "lo que sea necesario". Un término más apropiado podría ser “pande-economía”. Ni la izquierda ni la derecha deben subestimar su atractivo.

La izquierda debe ser muy cautelosa en cuanto a tratar un regalo con sospecha. A algunos les ha decepcionado que Biden haya elegido a Kamala Harris, en lugar de Elizabeth Warren, como su compañera de fórmula. Harris es una moderada cuya campaña se enfocó más en las desigualdades raciales en EEUU que en las económicas. Warren le ha dedicado su carrera, así como su candidatura presidencial, a revertir estas últimas. Y permanecerá en el Senado. Ahí es exactamente donde sus partidarios deberían quererla.

En el mejor de los casos, los vicepresidentes son suplentes útiles: nunca escriben el guion. Existe la posibilidad de que Biden designe a Warren como su secretaria del Tesoro, en cuyo caso ella podría negociar los términos. Sin embargo, si ella se queda en el Senado, estaría en la mejor posición para ayudar a dictarlos. Biden ha omitido en su campaña el impuesto sobre el patrimonio. También ha ignorado las garantías laborales y de Medicare para todos. Warren y Bernie Sanders, quienes también permanecerán en el Senado, podrían ayudar a redactar la legislación. Los vicepresidentes nunca llegan a hacer eso.

DREW ANGERER / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / GETTY IMAGES VIA AFP

Algunos han comparado la situación de EEUU en 2020 con la de 1932. La magnitud de las crisis que enfrenta EEUU actualmente sí puede ser comparable la crisis en el momento en que Franklin D. Roosevelt asumió el cargo durante la Depresión. Una mejor analogía sería la de 1963, cuando Lyndon Johnson asumió la presidencia tras el asesinato de John F. Kennedy. Al igual que Barack Obama, JFK conmovió al país con su poesía, pero tuvo dificultades para redactar su prosa legislativa. Biden, al igual que Johnson, es una criatura del Senado. Sabe cómo se hacen las cosas tras bambalinas. Fue LBJ quien promulgó la agenda de derechos civiles de Kennedy.

La izquierda estadounidense debería imaginar que la presidencia de Biden sería su oportunidad para aprobar las grandes reformas que se estancaron durante el mandato de Obama, como la licencia parental, el aprendizaje preescolar, la energía verde y el seguro médico público. Lo aconsejable es que contengan sus recelos hasta después de las elecciones. Una administración de Biden sería su mejor oportunidad para rediseñar el contrato social de EEUU en más de medio siglo. Los instintos de la izquierda de intentar buscar lo perfecto en detrimento de lo bueno aún podrían interponerse en el camino.

Mientras tanto, la derecha parece haberse quedado estática ante el resplandor de los faros de una inminente derrota. Es probable que eso ahora incluya la pérdida del Senado, así como la salida de Trump de la Casa Blanca. La parálisis del partido refleja sus divisiones subyacentes.

Por un lado, Trump se muestra reacio a hacer trato alguno con Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la Cámara, con quien no se ha reunido desde que comenzó la pandemia. El plan de estímulo económico de US$3 billones de Pelosi, que la Cámara, controlada por los demócratas, aprobó en mayo, pero que se ha estancado en el Senado, mantendría a los estadounidenses a flote hasta después de las elecciones. De hecho, podría aumentar las posibilidades de reelección deTrump. Su hostilidad hacia Pelosi excede incluso el alcance de su propio interés.

BRENDAN SMIALOWSKI / AFP

Hay algunos republicanos, incluyendo muchos que enfrentan una posible derrota en noviembre, que estarían felices de encontrar un punto medio con Pelosi. Ella ha ofrecido recortar su plan en US$1 billón, siempre y cuando los republicanos aumenten su oferta en US$1 billón hasta los US$2 billones. Éste sería el tipo de compromiso anticuado que regocija a Biden. Pero el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, no aportará nada a la votación que Trump no haya aprobado.

Salvo sus advertencias sobre Biden, Trump no cuenta con una plataforma de reelección. El fin de semana pasado emitió órdenes ejecutivas para reanudar los pagos por desempleo y suspender los impuestos sobre la nómina de los empleados. La legalidad de sus órdenes es cuestionable. En la práctica, es casi un hecho que sean inviables.

Su verdadera objeción al proyecto de ley para la pandemia de los demócratas es que incluye financiación para facilitarles a los estadounidenses votar en noviembre y para que el servicio postal estadounidense entregue las boletas a tiempo. De este modo, Trump tiene una especie de plan, pero se basa en una retirada de tierra quemada. Él preferiría dejar que los estadounidenses sufran la pandemia que arriesgarse a que haya una elección con una alta participación. Su plan es quemar puentes, no construirlos. 

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