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14 de mayo de 2020 a las 15:24

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En esta entrega intentaré ver qué está pasando con el precio de la carne, que está por las nubes y sube bastante más que el resto de los precios. Seguramente no es algo tan novedoso si has ido con cierta regularidad a una carnicería o un supermercado en los últimos meses. Es expresivo y prolongado el encarecimiento de la carne vacuna (la más consumida), pero también del pollo, donde el negocio de exportación prácticamente no existe. Los precios ya no son los de antes y es cada vez es más habitual ver los valores con la flechita para arriba que para abajo. ¿Por qué está pasando eso? ¿Es solo por la fuerte suba que tuvo el tipo de cambio en el último año? Sobre eso intentará darte un panorama esta semana. 
 
Además, Barbara Mainzer te va presentar un detallado análisis sobre qué está aconteciendo en Wall Street, la cocina y referencia del mercado bursátil a nivel mundial. Tras una caída libre por el efecto covid-19, ahora se dio un efecto rebote que no condice con una racha de magros datos macroeconómicos. ¿Estamos ante un divorcio entre la economía y el mercado? Sobre premisa gira este interesante enfoque del mundo financiero. 

La carne, (el principal) combustible para la inflación 

Cuando el INE divulgó el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de abril con una alza del 2% -que dejó el dato anualizado por encima del dígito (10,9%)-, sobresalió una fuerte suba de los alimentos. Pero más allá de ese dato puntual mensual -que puede tener efectos estacionales (como el ajuste de las tarifas públicas)-, vamos ahora a ver un poco más en profundidad cuáles son los rubros de la canasta de consumo en una mirada un poco más larga y apuntando a aquellos ítems que mayor peso tienen para el bolsillo del consumidor. 

Y el ganador es… la carne (vacuna, aviar, porcina, y ovina) con una suba de precios promedio del 34% en el último año móvil, el triple de lo que subió la inflación general en ese período. Y tu bolsillo lo siente, sobre todo si estás acostumbrado (como mi caso) a consumidor esta proteína en tu dieta alimenticia con cierta regularidad. Los uruguayos nos comemos cerca de 100 kg de carne per cápita por año. Esa proteína es la que tiene el mayor peso (7,3%) en la canasta del IPC que procesa mensualmente el INE.

En el segundo lugar -con las subas más marcadas- quedaron los vehículos a motor (28%), juegos de azar (25%), frutas (22%), legumbres y hortalizas (19%), muebles y accesorios (15%), leche, quesos y huevos (15%) y seguro de transporte (13,3%). En algunos (autos 0 km, muebles) era previsible una suba de dos dígitos ya que el tipo de cambio aumentó 21% en los 12 meses cerrados a abril. 

Ahora volvamos al líder del podio, ya que no todas las carnes se comportaron por igual. La carne vacuna -la que está más expuesta a la cotización del dólar porque cerca del 80% de la producción se exporta- aumentó en línea con el promedio de todas las proteínas (35%), en cambio, la carne aviar tuvo una suba del 47% para el consumidor uruguayo en el último año. En el caso del cerdo -la mayoría de la carne que se consume es importada-, los precios aumentaron, pero en menor medida. Por ejemplo, la costilla de cerdo subió 17% en último año, según el INE. 

 

La carne vacuna complicada afuera, pero más estable por casa

La formación de precios del abasto (mercado interno) para la carne vacuna en Uruguay depende fuertemente, como te mencioné unas líneas más arriba. del negocio de exportación y también de la evolución del dólar porque en Uruguay el ganado se compra en el billete verde, a diferencia de otros mercados de la región como Brasil y Argentina, que son competidores en los mercados externos. Para no marearte tanto con la cotización en dólares y pesos, voy a dejar un poco de lado la divisa estadounidense. Vamos a arrancar con algunos números del inicio del mercado: el precio de la materia prima. 

Manuela García Pintos

En mayo del año pasado los frigoríficos le pagaban a los ganaderos unos $ 128 por kg la carne de sus novillos para faena, tomando el tipo de cambio promedio de ese mes y la cotización del mercado haciendas. A su vez, los frigoríficos le dejaban el kg de la media res de novillo a los carniceros (mayorista) a $ 153, según datos del INAC. En ese entonces la brecha era de unos $ 25 por kg (alrededor de 20%). Sin embargo, luego de caer a un mínimo del 15% en octubre de 2019, esa brecha inició una racha alcista que tuvo su pico en abril de este año cuando se duplicó y fue del 42%. El pasado mes, el kg de la media res de novillo a las carnicerías quedó en promedio en $ 185 (igual que marzo), mientras los frigoríficos pagaron $ 131 por kg por los novillos que faenaron  (brecha de $ 54, o 42%).  ¿Por qué pasó eso? Si bien el tipo de cambio aumentó más de 20% respecto a un año atrás, el costo de la materia prima (novillos) en dólares cayó 17% en abril. Por lo que un efecto prácticamente se anuló con el otro. Estos valores están expresados en pesos corrientes (no descuentan el efecto inflacionario).

Dos carniceros con los que hablé no me supieron explicar por qué hoy se da esta diferencia más abultada entre el precio que pagan los frigoríficos por el novillo y el valor que les llega cada semana cuando el camión de reparto llega a su negocio a reponer su stock. Uno me dijo que los que “fijan las reglas” (precios) del mercado son los frigoríficos exportadores, que también operan con el abasto, y que el resto de la industria (los del mercado interno) no tienen otra alternativa que seguir sus pasos. 

Otro en cambio me explicó que ante un mercado internacional complicado, con fuertes bajas en los valores de exportación en los últimos meses, “suena lógico” que los frigoríficos quieran “licuar un poco” sus costos fijos con algo más de margen con la carne vacuna que venden en el abasto, y que por ello aún no han traslado la caída del ganado gordo al mercado interno. 
Como lo reseñó en este informe Blasina y Asociado los números de los frigoríficos no son para nada alentadores y tienen un panorama complejo por delante. En febrero, el endeudamiento de la industria frigorífica alcanzó un máximo desde que hay registros (unos US$ 350 millones), y tenían créditos vencidos por US$ 15 millones, también un techo. 
 
De hecho, la coyuntura a corto plazo para el negocio de exportación muestra nubarrones por el desplome de los valores por el coronavirus en Europa (el destino que mejor paga por los cortes del trasero) y un demanda China que muestra altibajos y no repite el boom de precios de 2019. La siguiente gráfica del valor medio de exportación en lo que va de este año refleja esa realidad.

Aunque hace apenas unos pocos años atrás parecía algo impensado, los uruguayos están consumiendo cada vez carne importada. Para algunos carniceros “ni cuenta se dan” sus clientes, pero otros dicen que no es “tan fácil” la sustitución porque lleva un proceso cultural. Según datos del INAC, 1 de cada 4 kilos de carne vacuna que se consumieron entre enero y febrero de este año fueron de origen importado (25,5%, frente al 10,8% del mismo período de 2019). 

Los carniceros no descartan que la importación pueda seguir ganando terreno en los próximos meses si Brasil (responsable del 80% de las compras) continúa devaluando su moneda y su carne se abarata aún más. El consumo de carne vacuna de los uruguayos en el primer bimestre cayó 13% respecto a igual período del año pasado. El precio del asado (el producto estrella para los uruguayos) siguió firme en los $ 300 por kg al público en abril, casi lo mismo que vale un kg de carne picada magra ($ 333), según los datos del INE. 

El pollo, un mercado raro que suele seguir a la vacuna

La falta de competencia en Uruguay en algunos rubros no es novedad. Son varios los economistas que sostienen que ahí está una de las grandes trabas que tiene el país para reducir su inflación a niveles de primer mundo. Uno de los carniceros me dijo que “es realmente difícil” tener un idea de cómo se terminan conformando los precios en la cadena del pollo. “Acá son cuatro o cinco jugadores (en la industria) que dominan el mercado. Si está todo bien entre ellos los precios más o menos los fijan en un mismo nivel y listo. A veces pasa que uno patea el tablero porque tiene exceso de producción y sale con precios más bajos y se rompe esa armonía”, explicó. 

Otro de los comerciantes asegura que la fijación del precio del pollo “replica” lo que hacen los frigoríficos con la carne vacuna. “Si la carne vacuna baja 20%, el pollo sigue inmediatamente”, aseguró. A su juicio eso es buena parte lo que ha estado detrás de esa suba del 50% en el pollo entero el último año móvil.

Sin embargo, en los costos de producción pega la suba del tipo de cambio (21%) en el precio del maíz que se paga en dólares. Además, la tonelada de ese cereal pasó de unos US$ 150 en otoño del año pasado a unos US$ 200 en la actualidad (+33%). También es justo mencionar que el precio de la carne aviar estuvo durante muchos meses por debajo del IPC desde 2018, y fue recién desde octubre del año pasado cuando comenzó a mostrar una tendencia alcista (fuerte) hasta superar la evolución general de la canasta de consumo. 

Los carniceros reciben el pollo a unos $ 103 por por kg en la actualidad. Está la opción de importar a unos $ 93, pero por ahora los comerciantes consideran que esa brecha “es chica” y no justifica realizar grandes compras en el exterior. De todos modos es una herramienta que ya se utilizó en el pasado y en la que también se puede aprovechar la devaluación de Brasil para hacer más atractivo ese negocio. 
Pese a la fuerte suba de su precio, el consumo interno de carne aviar aumentó 16% en los primeros meses del año, quizás como un sustituto algo más económico a la carne bovina que tiene precios más caros en la mayoría de sus cortes y variedades. 

Tras una fuerte carrera alcista, ahora parecen surgir indicios de cierta estabilidad en los precios de la carne al público, pero la gran interrogante (que es compleja de proyectar) es si los precios volverán a caer por debajo de la inflación como ya lo hicieron en el pasado. Solo espero que para próxima entrega el asado esté más barato. 

Además...

El divorcio entre la economía y el mercado 

Luego de un mes prácticamente en caída libre, en la que el índice S&P500 acumuló un descenso de 34%, tuvo una recuperación igualmente espectacular. En medio de la divulgación de los peores datos macroeconómicos jamás registrados, y con gran parte de la economía del mundo paralizada, el índice de las 500 mayores empresas estadounidenses subió 30%. 

Billones de dólares fueron movilizados por gobiernos y bancos centrales alrededor del mundo a una escala jamás vista, para evitar que la recesión se convierta una depresión. A cual bombero, los gobiernos brindaron asistencia financiera que permitió que personas puedan quedarse en sus casas y las compañías recibir la liquidez necesaria para subsistir y hacer frente a sus pasivos, evitando así un corte de la cadena de pagos. Los mercados anticiparon que todo este apoyo – de escala y alcance sin precedentes -  lograría contener el daño económico y asegurar una pronta recuperación de la economía global una vez controlado el coronavirus. Este estímulo, sumado a una menor tasa de contagios, impulsó a la bolsa americana a una recuperación en V. 

Los mercados accionarios anticipan lo que esperan que pase. Por ello, es común que las bolsas suban, aventurando un repunte económico aunque la economía aún se encuentre en recesión. En otras palabras, el divorcio entre la economía y el mercado es aparente. Sigue leyendo esta columna haciendo click acá

 

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