La energía atómica vuelve al debate

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La crisis energética hizo renacer el interés por las centrales nucleares

Japón y Alemania ya abrieron debates públicos, mientras que Bélgica planea extender la duración de vida de una usina atómica
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28 de agosto de 2022 a las 07:51

Once años después de la catástrofe la central atómica de Fukushima, que puso un freno para este tipo de energía, la tendencia está cambiando al calor de la crisis energética desatada por la guerra en Ucrania.

Especialmente simbólica es la intención manifestada por Japón, donde se analiza una eventual reanudación de la construcción de nuevas centrales nucleares.

El gobierno de Tokio anunció el miércoles un período de reflexión sobre futuros "reactores de nueva generación, dotados de nuevos mecanismos de seguridad".

El objetivo manifestado fue la reducción de las emisiones de carbono, pero también tener alternativas ante el aumento de los precios de la electricidad y el gas, que afecta también al archipiélago desde la guerra en Ucrania.

Por el momento, Tokio se plantea volver a arrancar algunas instalaciones y extender su duración de vida, un giro brusco para un país donde el año anterior menos del 4% de su energía era de origen nuclear, contra un 30% producida por 54 reactores antes de 2011.

La opinión pública, preocupada por una hipotética escasez y la dependencia de las importaciones de gas, petróleo y carbón, ve ahora con mejores ojos este proyecto.

Otros países encaminados a desprenderse de esta energía hicieron marcha atrás, como Bélgica, que quiere prolongar dos reactores de diez años.

En Alemania, que tenía que cerrar sus tres últimas centrales a finales de 2022, el tabú se rompió cuando el ministro de Economía y Clima, el ecologista Robert Habeck, opinó en febrero que un aplazamiento podía ser "pertinente" en el contexto de la guerra en ruso-ucraniana

Para decidirse, Berlín espera nuevos estudios sobre su sistema eléctrico y las posibles necesidades de invierno.

"Prolongar el nuclear no es una solución a la crisis energética", objeta Gerald Neubauer, experto de energía de Greenpeace Alemania, que sostiene que su eficacia para reemplazar el gas ruso es limitada. "El gas sirve sobre todo para la calefacción no para la electricidad".

Pero para Nicolas Berghmans, experto del Instituto de Desarrollo Sostenible y de Relaciones Internacionales (IDDRI), "prolongar las centrales puede ayudar".

"Europa está en una situación energética muy difícil, con múltiples crisis que se superponen: el problema del suministro del gas ruso, la sequía que redujo la capacidad de las presas, la débil disponibilidad del parque nuclear francés... así que todo ayuda", dice.

El sector ya había experimentado un impulso bajo el paraguas de la lucha contra el cambio climático dado que la energía nuclear no emite directamente CO2.

De hecho, en varios escenarios del IPCC, el panel de expertos climáticos de la ONU, el átomo cobra más protagonismo.

Ante el anunciado auge de la electrificación en los transportes, la industria o la construcción, varios países expresaron su deseo de desarrollar infraestructuras nucleares: China, que ya tiene el mayor número de reactores, o Polonia, República Checa o India, que quieren reducir su dependencia del carbón.

Francia, Reino Unido y Países Bajos mostraron ambiciones parecidas, incluso Estados Unidos fomenta el sector con el plan de inversiones del presidente Joe Biden.

Actualmente hay usinas nucleares en 32 países que suministran un 10% de la electricidad mundial.

Pero las previsiones del Organismo Internacional de la Energía Atómica de septiembre de 2021, las primeras publicadas desde Fukushima, auguran que la potencia instalada se duplique de ahora a 2050 en el escenario más favorable.

Sin embargo, los científicos del IPCC reconocen que "el despliegue futuro del (tema) nuclear puede quedar limitado por las preferencias sociales": la cuestión divide la opinión por el riesgo de catástrofes o el problema todavía sin resolver de los residuos.

Países como Nueva Zelanda están en contra, una línea también expresada en Bruselas durante el debate sobre si se incluía o no la energía nuclear en la lista de actividades "verdes".

Está también la cuestión de la capacidad de construir nuevos reactores con unos costes y plazos controlados.

"Los retrasos de construcción son largos", señala Nicolas Berghmans. "Hablamos aquí de soluciones a medio plazo, que no arreglarán la cuestión de las tensiones en el mercado", dice.

También llegarán demasiado tarde, después de 2035, para resolver la cuestión climática que, en cambio, puede aprovecharse inmediatamente de "la dinámica industrial" de las energías renovables, opina.

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