La historia de la cláusula que salvó a López Mena, las presiones que recibió y una pregunta que quedó en el aire

En marzo de 2013 nadie entendía por qué el empresario aceptó hacerse cargo de los U$S 13,6 millones: hoy la respuesta está más clara

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20 de febrero de 2019 a las 12:01

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"López Mena pagó porque es un....". La frase es de José Mujica. La pregunta había quedado en el aire. Era marzo de 2013 y nadie entendía por qué el empresario Juan Carlos López Mena cedió y aceptó pagarle al Banco República el aval por el que la entidad presidida en ese momento por Fernando Calloia había salido de garantía de la empresa Cosmo en el remate de los aviones.

Un periodista le preguntó al entonces presidente el 21 de marzo de 2013 por qué creía que López Mena se había comprometido a pagar, si no había ningún papel ni ningún vericueto jurídico que lo obligara. Mujica se iba sin contestar y dos pasos después se dio vuelta para responder: “(Pagó) porque es un...”. Se subió al auto y se fue, dejando con la duda a los periodistas.

Hoy esa pregunta tiene una respuesta. Pero antes de llegar a ella hay que entender la historia detrás de ese compromiso. Y para entender cómo ahora, en febrero de 2019, la Justicia civil asegura que López Mena no debió pagarle nada al BROU, también hay que observar la historia de esos turbulentos meses finales de 2012 e iniciales de 2013.

El remate, los hombres sin dientes y el aval y la primera presión

La historia del remate frustrado, del aval y de Cosmo es bastante conocida. Pero a modo de resumen, es importante recordar que en los días posteriores a la caída de Pluna, el gobierno de José Mujica -en particular el presidente y los ministros de Transporte, Enrique Pintado y de Economía, Fernando Lorenzo- se preocuparon mucho por buscar una salida para no perder el patrimonio de la empresa y a la vez recuperar la conectividad aérea. 

Se les ocurrió que la mejor forma de salir de la crisis era rematar los aviones y las líneas aéreas que tenía habilitadas Pluna. Y para ello organizaron una subasta. 

En un principio, iba a realizarse el 12 de setiembre en el piso 3 del aeropuerto de Carrasco. Los interesados debían abonar US$ 5.000 para acceder a la información acerca de los aviones y poder inspeccionarlos, así como presentar una garantía equivalente a US$ 13,6 millones. La subasta tendría una primera base de US$ 137 millones y, en caso de fracasar, se realizaría un segundo intento a la baja con una base de US$ 100 millones.

El interés fue nulo en esa subasta y el gobierno debió suspenderla y la fijó para el 1° de octubre. Allí empezó el primer operativo para presionar a López Mena. 

El que jugó más fuerte en eso fue Mujica. En el libro Pluna, la caja negra publicado en 2014 por El Observador, allegados al empresario contaron que en varias oportunidades estaban reunidos con López Mena cuando le sonaba en teléfono y él, con cara de hartazgo, les hacía señas hacia su celular: era Mujica, que una vez más lo llamaba para decirle que debía darle una mano al país. Un día López Mena apareció en televisión poniendo en duda que fuera a comprar los aviones y desde Transporte se lo llamó para decirle que estaba boicoteando la subasta, que cambiara de actitud. Unas semanas después, López Mena reapareció ante las cámaras con una versión contraria, ahora sí estaba interesado en el negocio.

La historia de esos días es larga y está relatada en ese libro: por Torre Ejecutiva pasaron decenas de presuntos empresarios que decían estar interesados pero no tenían ni dinero ni garantías, ni experiencia en el rubro. "Hombres sin dientes, con tarjetas personales hechas a mano, fueron algunos de los que pidieron audiencia al gobierno porque estaban interesados en comprar los Bombardier", relatan los periodistas Martín Viggiano y Leonardo Pereyra en el libro.

Finalmente BQB no se presentó a la subasta, pero sí lo hizo alguien que según dijo, se llamaba "Antonio Sánchez" y llegaba en representación de Cosmo. Fue el único interesado y se quedó con los aviones. Con el correr de los días, la verdad hoy súper conocida se develaría. 

Hasta ese momento, casi nadie —por lo menos fuera del círculo de influencia de Lorenzo y Calloia— consideraba la posibilidad de que el dueño de BQB y el representante de la empresa Cosmo tuvieran alguna vinculación. Pero el miércoles 3 el negocio y buena parte de sus ramificaciones comenzaron a develarse cuando El Observador fue testigo de un almuerzo en el restaurante Lindolfo, de la Ciudad Vieja. “¡Fotos no!”, alcanzó a exclamar el ministro de Economía Fernando Lorenzo cuando sintió el sonido del obturador a sus espaldas. Se dio vuelta y su rostro quedó enmarcado junto a las presencias de Juan Carlos López Mena, Juan Patricio López (CEO de BQB), Antonio Sánchez y el asesor del ministerio, Gabriel Papa. Algo no cerraba.

Horas después de tomada la foto y antes que El Observador la publicara al otro día en la portada, BQB emitió un comunicado informando que estaba en negociaciones con Cosmo para alquilarle los aviones: una mentira.

Pero al otro día, con la tapa en los quioscos, Mujica especuló acerca de la posibilidad de que López Mena y los representantes de la firma Cosmo se conocieran de algún lado. “Mueve parte de los Buquebus en el tráfico entre España y Marruecos en verano. Es posible que tengan cierto conocimiento”, dijo.

Fuera de las cámaras, en una de las tantas llamadas telefónicas que le hacía al empresario y cuando no aparecía comprador, Mujica le había exigido, rogado, que encontrara la fórmula para presentarse. De esa forma, a través de un testaferro, el gobierno de izquierda no aparecía como entregándole el monopolio de la aviación comercial (Pluna y BQB) a una empresario polémico que prácticamente ya tiene el monopolio del transporte de pasajeros por mar.

Más tarde, el ministro Lorenzo señaló que luego de la subasta le resultó “muy fácil deducir que Cosmo era la empresa que López Mena había acercado”.

Ese mismo jueves 4, el semanario Búsqueda informó otro dato que más adelante se transformaría en clave: el aval bancario a Cosmo se lo había dado el Banco República. 

El 5 de octubre, un informe del programa En perspectiva, de El Espectador, develaría que el vínculo entre López Mena y “el caballero de la derecha” era más que directo: Hernán Antonio Calvo Sánchez había sido director de la firma Buquebus Viajes España desde 2006 a 2009. Además, es padrino de la nieta del empresario.

Ese día, López Mena le propuso al presidente Mujica arrendar parte de los aviones adquiridos por Cosmo, contratar a 250 de los 900 trabajadores de la ex Pluna y retomar los vuelos de la empresa para lograr “la concesión definitiva sin cargo ni costo de la explotación comercial de la totalidad de las rutas, frecuencias y horarios de vuelo”.

El final de esa historia es que Cosmo nunca concretó la compra. El 25 de octubre la casi desconocida empresa Cosmo le comunicó por escrito al fideicomiso de Pluna que no compraría las aeronaves y amenazó con iniciarle juicio al Estado por considerar que no generó las garantías necesarias para llevar el negocio a buen puerto. Cuando se acercaba el 1o de noviembre, fecha límite para entregar los aviones o ejecutar la garantía de la empresa Cosmo, el gobierno intimó a López Mena para que en un plazo de 48 horas expusiera con claridad su plan de negocios. López Mena jugó fuerte y dijo que no se interesaba más en el negocio.

La otra historia, la del aval

Con el fracaso de la subasta venía otro problema. El gobierno debía decidir qué hacer con el aval bancario de US$ 13,6 millones que le había entregado Cosmo para presentarse a la subasta. ¿Por qué era un problema? Porque el que lo había emitido era el propio Estado a través del principal banco del país. El presidente del BROU, Fernando Calloia, aseguró que le otorgó ese aval a Cosmo porque el ministro Lorenzo lo llamó dos horas antes de que se bajara el martillo, con la intención de expresarle su voluntad de que los interesados en los aviones “llegaran en tiempo y forma para realizar la oferta”. La operación fue garantizada por la entidad financiera argentina Boston Seguros. 

Desde el punto de vista legal no había dudas: el fideicomiso que administraba los bienes de Pluna debía ejecutar el aval y cobrarle al Banco República los US$ 13,6 millones. De esa forma aliviaría en parte las millonarias deudas que le dejaba al Estado la empresa cerrada. 

Pero en el campo de la política había dudas. El presidente llegó a planear que Pluna Ente Autónomo comprara el aval y declaró al diario La República que estaba dispuesto a apelar a un “recurso heroico”. Esa opción libraba de responsabilidades tanto al representante de Cosmo como a López Mena. 

La fecha gatillo era el 1° de noviembre. Un día antes llegó la segunda gran presión a López Mena. 

El 31 de octubre al mediodía, Calloia, acompañado de Homero Guerrero, concurrió a la sede de Buquebus para entrevistarse con López Mena. Pasó sin ocultarse entre las personas que esperaban para abordar el barco a Buenos Aires y encaró al empresario exigiéndole que pagara el aval si no quería que sus negocios navieros comenzaran a sufrir inconvenientes. López Mena interpretó el episodio como una “presión”. 

El dueño de Buquebus definió en ese entonces ante sus allegados a ese encuentro con Guerrero como “desagradable”, y se lamentó por los términos utilizados para hacerle saber la voluntad del gobierno para cobrar el dinero de la garantía, la cual había sido tramitada por él mismo para que Cosmo pueda participar en la subasta de los aviones el 1º de octubre.

López Mena llegó a decir que la molestia causada por esa experiencia le hizo pensar en la posibilidad de vender todos sus negocios en el país. A Guerrero, el empresario le respondió que nunca antes –en los 40 años de trayectoria haciendo negocios en Uruguay– lo habían tratado así. Luego, a sus allegados, López Mena alertó por el modo del gobierno para exigir el pago del aval, al cual comparó con procedimientos utilizados en Argentina por el gobierno kirchnerista. 

El 1° de noviembre Mujica dio la orden de hacer lo que debía: ejecutar el aval, pero sin la certeza de si luego los lograría cobrar. Por lo pronto Boston, la empresa aseguradora, manifestó que no respaldaría la operación. 

Hasta que López Mena no cediera a las pretensiones del gobierno, esos US$ 13,6 millones serían un hierro caliente para Calloia.

Pasaron los días y el BROU no pagaba. A mediados de noviembre de 2012, el Ministerio de Economía intimó al BROU para que le pagara el dinero del aval al fideicomiso de Pluna, y Calloia tuvo que declarar como indagado ante el Juzgado Especializado en Crimen Organizado para explicar las condiciones del aval. A finales de ese mes se venció el plazo de la intimación y el BROU seguía sin pagar. ¿Que quería? Asegurarse con López Mena que de alguna manera lo cobraría.

Marzo de 2013, la pregunta en el aire y la respuesta evidente hoy: un buen abogado

Entre noviembre de 2012 y marzo de 2013, el gobierno y Calloia en particular estuvieron en ascuas. El BROU debía pagar el aval, pero no tenía cómo cobrárselo. 

Pero en marzo toda la opinión pública se sorprendió, porque llegó un gran alivio para el gobierno: el empresario López Mena anunció, por fin, que se haría cargo del pago del aval que Cosmo nunca pagó. El dueño de Buquebus acordó con el Banco República pagar el dinero en cuatro cuotas y pareció despejar muchas de las nubes que se cernían sobre el gobierno.

Nadie entendía nada y allí fue que todos se hacían la pregunta que los periodistas le trasladaron a Mujica: ¿por qué pagó López Mena?

Ese fue el momento ideal para que en el gobierno sacaran pecho. Calloia –que durante todo el proceso había defendido su accionar y en más de una oportunidad señaló que el otorgado a Cosmo era un "aval perfecto"– respiró y se mostró orgulloso de sí mismo: “Calloia tenía razón”, apuntó el presidente del BROU hablando de sí mismo en tercera persona y en alusión a su ilusión del aval perfecto. Y se quejó porque, según dijo, debido al estrés que le provocó todo lo relativo al remate de Pluna debió ser operado de una infección en la cara por las bajas defensas y hasta perdió “todo el pelo de un brazo”.

En el juicio penal, tanto la defensa de Calloia como la de Lorenzo argumentaron que el Estado no solo no había perdido dinero con el aval, sino que por el contrario lo había ganado, porque el aval lo pagaría López Mena.

¿Pero todo era tan "perfecto"? A la luz del resultado judicial que llegó seis años después, no.

¿Cómo López Mena logró que la Justicia civil le diera la razón en que no debe pagar la garantía? Cuando en marzo de 2013 acordó con el BROU que pagaría el aval, logró incluir una cláusula clave: la número 7. "En el caso de que la normativa en base a la cual se estructuró la subasta de los aviones quedara sin efecto o resultare inaplicable por prosperar las acciones legales promovidas al respecto por sentencia ejecutoriada, y por ende si ello implicara entre otras la nulidad del remate y en consecuencia del aval otorgado por el BROU al MEF, el convenio se resolverá sin más tramite y de pleno derecho, debiendo el banco reembolsar las sumas ya abonadas en las mismas condiciones en que las sumas fueron abonadas", decía esa cláusula del acuerdo.

El 7 de noviembre de 2013, apenas ocho meses después de la firma de ese acuerdo, la Suprema Corte de Justicia hizo caer varios de los artículos de la Ley de Pluna, entre ellos el que establecía la subasta de los aviones. Por tanto, para López Mena, se activaba la cláusula número 7 del contrato con el BROU y no solo no debía pagar más las cuotas acordadas con el banco sino que además debían pagarle las ya abonadas. Inició un juicio civil y esta semana lo ganó en primera instancia.

Entonces hoy, vuelve a resugir la pregunta de marzo de 2013: ¿por qué accedió a pagar López Mena? Un día después de esa respuesta trunca, a Mujica le volvieron a preguntar y respondió: "López Mena pagó porque es un caballero".

Hoy, seis años después, la respuesta puede ser que accedió a pagar porque tenía buenos abogados, que lo aconsejaron muy bien en cómo zafar de esas presiones. 

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