El edificio fue erigido sobre el mismo suelo en que se alzó la vieja morgue municipal

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"El Museo Oceanográfico es un problema": quiso ser cabaret, vio la muerte, y ¿ahora qué?

Una licitación para "tercerizar" el Museo Oceanográfico a cambio de su refacción "está totalmente detenida", y edificio se impone como un "nudo" para la IMM, que busca relanzar el lugar
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18 de julio de 2021 a las 05:00

La quietud pesa puertas adentro del Museo Zoológico Dámaso Antonio Larrañaga —más conocido como Museo Oceanográfico—. El público no contempla su acervo desde hace al menos 16 meses. Antes de ello era uno de los menos visitados de la capital, y en 2011 la administración de Ana Olivera en la Intendencia de Montevideo (IMM) planteó realojarlo. El traslado nunca se concretó, y la pandemia fue casi un tiro de gracia a un enclave que ya venía en picada.

Para un rincón citadino que rebosa de movimiento frente al mar, el Museo Oceanográfico —de un estilo morisco importado del occidente islámico— no escapa a la paradoja, con un vínculo estrecho con la muerte. 

Mientras que hoy alberga a animales disecados y esqueletos, ese terreno costero supo conservar los cadáveres que hoy descansan en el vecino Cementerio del Buceo. El edificio fue erigido sobre el mismo suelo en que se alzó la vieja morgue municipal, enmarcada al final de sus días por una rambla recién trazada y la frondosa vegetación de una necrópolis sin murallas. 

Imagen de la vieja morgue municipal del Buceo tomada en 1926 y conservada por el Centro de Fotografía

La sobria estructura dio lugar a un proyecto que primero fue concebido por el arquitecto José Mazzara —funcionario municipal— en 1929. El encargo vino de Visconti Romano, un italiano con raíces en la ópera y con nombre sonado en la noche montevideana por su gestión en el cabaret Royal Pigall de Ciudad Vieja.

Mazzara emprendió la "ampliación y refacción de un edificio destinado a bar", según el archivo de la Facultad de Arquitectura. Su construcción hacia 1930 sobre los cimientos de una morgue le ganó el apodo del "Cabaret de la Muerte". El mismo concepto sombrío continuó rodeando a la estructura a varios años de su inauguración, enclavada en un punto que por su alta siniestralidad se ganó el mote de la "curva de la muerte". 

"Para nosotros, el Museo Oceanográfico es un problema", reconoció ante la Junta Departamental la directora de Cultura, María Inés Obaldía. La jerarca repasó que el espacio había sido "tercerizado" a una empresa para establecer una cafetería en una de las alas del edificio —que tiene forma de "U"—  "a cambio de un trabajo en el resto del museo, de reciclaje, manutención y puesta a punto".

"Esa licitación está totalmente detenida; se hizo la primera parte, se refaccionaron los techos, pero todo el patrimonio que estaba en el ala que vemos hacia la Rambla cuando transitamos con vehículo se encuentra convertido hoy en depósito", explicó a los ediles de la comisión de Presupuesto y Hacienda.

Las ventanas del edificio están tapiadas

La cara opuesta a la rambla, desde la que se alza la emblemática torre mirador, tiene hoy la entrada vallada. Desde la vitrina asoman dos esqueletos. Ante la distancia interpuesta por las vallas y la negatoria de la IMM a un pedido de El Observador para acceder a las instalaciones, las estructuras óseas se mantienen irreconocibles. El resto de las ventanas están tapiadas, con un óxido marrón que va ganando terreno a la pintura color marfil que las recubre. 

"Nosotros intentamos, en tiempo de pandemia, hacer una especie de museo al aire libre. Pedimos un presupuesto para cerrar con vidrio las arcadas, para tener la posibilidad de sacar parte del patrimonio a ese espacio y hacer una exhibición a modo de museo transeúnte, que es algo que en otros países se hace", relató la directora de Cultura.

Obaldía añadió que se trata de una "zona compleja porque el patrimonio se deteriora", dadas las personas en situación de calle que encuentran entre las galerías arcadas un refugio donde parar. La problemática se da, según describió la jerarca, "sobre todo en la parte de atrás, que da hacia la playa y que no se ve tanto como la otra".

El jueves por la tarde hay al menos tres campamentos con austeras pertenencias montados por indigentes. Las palomas se hacen un festín sobre las arcadas del lado oeste, entre bandejas con restos de comidas. Las paredes del la galería del ala este, que mira hacia el agua, son las más invadidas por los rayones y graffitis. 

Las personas en situación de calle encuentran en las galerías un refugio en el que parar

"Incluso, en esa parte más chica están más deteriorados los frisos, faltan algunas piezas originales de los azulejos y han sido repintadas", comentó Obaldía. "La verdad es que con el presupuesto que nos dieron de cerramiento con vidrios, este año no lo podíamos encarar. La licitación cayó, a pesar de que no hubo incumplimiento, y con el tema de la pandemia estamos en un nudo", consideró.

Según estimó el director de Artes y Ciencias de la IMM, Baltasar Brum, realzar al histórico sitio implicaría "una inversión del entorno de los US$ 300 mil". La parte más afectada a nivel edilicio es la cara que enfrenta a la rambla, ya que la vibración que levanta el tráfico ocasionó afectaciones a la impermeabilización de la estructura. Sin embargo, expresó Brum, que hay un segundo problema: "El museo tiene una colección muy grande de animales en conservación que de alguna manera no es lo que hoy convenientemente se exponga".

"Sí hay algunas cosas interesantes, como huesos y esqueletos de ballena. Pero el taxidermismo —animales desecados— no es de las cosas… Yo he hecho en este período alguna investigación a ver qué se hace, y normalmente, salvo con aquellos que realmente importen… Lo que mandamos investigar ahora es cuáles de los animales que están conservados allí son únicos. Si uno tiene un zorro, como hay millones, puede decir que no tiene gran importancia y donarlo a la educación pública, por ejemplo, o a la Universidad (de la República)", expuso el jerarca.

Al igual que años atrás, uno de los posibles destinos sobre la mesa vuelve a ser Villa Dolores, esta vez con un paseo renovado. Mientras tanto, hay tres funcionarios que se desempeñan en el mantenimiento. "Increíblemente ―yo tampoco lo sabía―, el museo permaneció abierto hasta antes de la pandemia. Solo mostraba un ala. Hay allí muy trabajadores, que son los que mantienen lo que está en buenas condiciones y gastando muy poco dinero. Estaba abierto, sobre todo, para las escuelas; uno llamaba por teléfono y le abrían", señaló. 

"Hay toda un ala que es visitable. Hay baños que están bastante bien. Es decir, no es una hecatombe desde el punto de vista edilicio, pero hay una parte que tiene un costo importante", relató. Brum compartió que "apenas" se reunió con Obaldía al asumir, ella le "planteó hacer un museo que la gente pueda visitar las veinticuatro horas, que es algo interesante".

Como varios de los patrimonios más icónicos de Montevideo, el Museo Oceanográfico sabe de planes frustrados. Primero naufragó el cabaret, y el edificio fue cedido al Servicio Oceanográfico y de Pesca en 1934. A la estación de la Armada se le sumó un museo. La primera cerró y el segundo pasó a manos del entonces Concejo Departamental de Montevideo, con el nombre de un distinguido naturalista como Larrañaga. 

El edificio tiene forma de "U", y la parte que da a la rambla cuenta con un patíbulo

La IMM nunca pudo mudar el museo, que sigue allí, cerrado, en una posición envidiable. Una de las ofertas más curiosas recibidas provino de una asociación islamista catarí que, motivada por el estilo morisco, vio la chance de establecer en ese punto una mezquita. La propuesta llegó tanto a Ana Olivera como a Daniel Martínez, pero nunca llegó a concretarse. 

Sin embargo, Obaldía esbozó cierto optimismo: "Pretendemos aun así generar una solución; hemos tenido algún tipo de preoferta, por así llamarla y no valorarla de otra manera. Pensamos que vamos a encontrar una solución, pero en este momento es un dolor".

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