Opinión > ANÁLISIS

La injusticia con Astori y el principio del fin de una era

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23 de septiembre de 2018 a las 01:04

Tal vez por anunciado y evidente dado el desgaste y el bajo poderío electoral del último tiempo, el fin de la carrera electoral presidencialista de Danilo Astori no tuvo el impacto político que debería si se lo mira con perspectiva histórica.

En una gris conferencia de prensa cargada de frases sinceras pero duras y rodeado de solo una docena de dirigentes, quien fue la cara de la economía y dio tranquilidad a los mercados en los últimos 15 años enterró sus largas ambiciones de llegar a la Presidencia.

Ese anuncio fue más parecido a un velorio que al homenaje que se merecía del resto de los sectores frenteamplistas.

Tal vez ahora que sus intenciones están claras, algunos de sus enemigos íntimos puedan separar los sentimientos de la razón y empiecen a reconocer que sin Astori, la izquierda uruguaya no hubiese llegado tan lejos. Tabaré Vázquez lo necesitó en 2004, cuando después de una década de enemistad anunció que sería el ministro de Economía de su eventual gobierno. José Mujica también lo necesitó en 2009 luego de ganarle en la interna, y a regañadientes hicieron un pacto que lo llevó a la vicepresidencia.

Este final de Astori es injusto. Pero la injusticia no está en que el Frente Amplio no le diera nunca la oportunidad de competir como candidato único a la Presidencia. En ese terreno no hay merecimientos, sino que es responsabilidad de cada uno ganar el espacio. Y si bien Astori puede ser un gran técnico, sus virtudes como político son al menos discutibles. Se ganó enemigos innecesariamente por un perfil distante y que algunos perciben como soberbio. Además, desde la caída de Pluna en adelante se deterioró su imagen pública. “Una precandidatura como la mía convoca escaso apoyo”, dijo. La estocada final a su popularidad fueron los últimos ajustes fiscales, luego de una campaña en la que como vocero económico del oficialismo aseguró que no sería necesario aumentar impuestos. El IRPF, además, le pegó directamente a su propio electorado dentro del FA.

La injusticia está en otro lado: en el trato distante, frío y poco agradecido del resto del Frente Amplio con su figura. El ejemplo más claro es el destrato público que le hizo Mujica cuando hace dos meses y medio le golpeó la puerta.

Astori se baja sin homenajes, sin elogios. En vez de un velorio la conferencia del jueves en Asamblea Uruguay pudo haber sido el resurgir de su figura desde otro lugar: más unitario y más histórico.

Porque su renuncia a la precandidatura es también el principio del fin de una era y de una generación. Desde esta semana es 100% seguro que dos de los tres líderes históricos del Frente Amplio ya no estarán en la primera línea en 2019. Y si se le cree a Mujica ninguno de los tres lo estará.

Es un desafío gigante el que tiene el Frente Amplio sin ellos como candidatos y los necesita embarcados con todas las fuerzas.

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