Leonardo Carreño

La inspiradora historia de Dwayne Davis

Creció sin padres, vivió en la calle, vendió Playstation robadas y con 13 años se hizo cargo de sus dos hermanos; hoy la rompe en Aguada y en el futuro quiere crear un refugio para madres y niños en situación de calle

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04 de febrero de 2019 a las 05:04

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Davis tiene 29 años y cursa en Aguada su primera temporada en el básquetbol de Uruguay. Llegó luego de brillar el año pasado en Instituto de Córdoba, donde alcanzó las semifinales de la Liga Nacional Argentina y fue elegido en el mejor quinteto del torneo.

Dwayne Davis no quiere revolver su pasado. Cuando cuenta que tiene tres hijos la sonrisa le ilumina su rostro barbudo. Cuando evoca el ayer, sin mirarlo ni tocarlo, se limita a decir: “Es una historia que me inspira a mí, día a día”.   

Antes, pasó por España, Grecia, Líbano e Italia.

Antes que una pasión el básquetbol fue para él una isla rodeada por un mar de tragedias.

A los 13 años, su madre murió de lupus y su padrastro los abandonó por lo que Davis se hizo cargo de su hermana de ocho años y de su hermano, que era un bebé.

“Crecí sin un padre y la muerte de mi madre fue una de las cosas más duras de mi vida. Pero no puedes mirar el pasado, estoy feliz de ser el hombre que soy hoy,  feliz de mi familia y trabajo duro cada día para tratar de ser la mejor persona que puedo ser”, le dice a Referí en la cancha de Aguada a la que llega tres horas antes de la práctica para la entrevista. 

“El básquetbol me mantuvo fuera de peligro, evitó que me quebrara. Todos tenemos problemas, pero para olvidarme de ellos hoy me enfoco en el juego y en mi familia”, cuenta.

Tiene tres hijos y está comprometido. Uno de tres meses, una de seis y el mayor de nueve. “Quiero darles la mejor vida que puedan tener”, afirma. 

“Empecé jugando en las calles, en canchas como estas”, dice señalando a las canchitas de fútbol 5 de Aguada.

Davis nació en los barrios bajos de Filadelfia, la principal ciudad del estado de Pensilvania. Vivió con sus hermanos un tiempo en un orfanato y cenó en refugios hasta que terminaron en la calle, en la van que era de su madre.

Leonardo Carreño

“Como no teníamos dinero, el banco se quedó con la casa y empezamos a dormir en la vieja camioneta de mi madre. No teníamos dinero para la nafta, así que arrancaba el motor, ponía la calefacción media hora y lo apagaba hasta que pasaran dos horas y pudiera encenderlo para calentarnos otra vez. Es muy difícil hablar de esa época. Luchabas por sobrevivir, y no podía desfallecer, porque mi hermano y mi hermana dependían de mí”, le contó en 2014 a Marca cuando defendió a UCAM Murcia de España.

Trabajó en una juguetería y también vendió Playstation robadas para poder subsistir, según reveló YahooSports en 2013.

“Crecí viendo a los 76ers y quería ser como Allen Inverson”, le dice a Referí.

“Me encanta James Harden, está jugando a un nivel increíble, pero mi jugador preferido es Le Bron James, por su fuerza, por cómo potencia a sus compañeros y por la clase de líder que es”, afirma.

“De chico miraba a Paul Pierce, a Iveron, a Shaquille O’Neall y a Kobe Bryant”, dice recordando el costado de los sueños de su infancia. 

Su talento y su historia de vida lo llevaron a conseguir una beca universitaria cuando se supo que fue el primer miembro de su familia en terminar el liceo.

Fue a jugar a la Universidad del Sur de Mississippi. 

“Me gradué en una carrera que se llamaba Ideas, era una carrera interdisciplinaria que me permite entrenar y desarrollar otro tipo de tareas”, cuenta.       

Al llegar al club, los niños que entrenan en las juveniles lo saluda con entusiasmo.

“Me encanta este club, los hinchas son muy apasionados, es tremendo, tanto dentro como fuera de la cancha, me integraron naturalmente”, dice. 

“En cada equipo que fui siempre tuve hinchas fanáticos, pero acá la atmósfera es diferente por cómo grita la hinchada. Sé que vine a uno de los clubes más grandes  y con la hinchada más grande: ganes o pierdas siempre alientan”, expresa. “Quiero ganar el campeonato, creo que lo podemos hacer. El año pasado me quedé cerca en Argentina. Sé que el equipo viene de perder dos finales, así que todos tenemos el mismo objetivo: ser campeones”, agrega. 

“Amo Sudamérica, Córdoba fue una gran experiencia, pero España también fue increíble, me encanta conocer nuevos países, su cultura, su historia y poder llevar a mi familia y mis amigos”, dice el ayuda base.

Leonardo Carreño

Davis mira el deporte a futuro: “Quiero cuidar mi cuerpo para tener longevidad, como (Andrew) Feeley o el Mono (Federico Bavosi) que son excelentes jugadores y muy profesionales”.

Pero más allá del básquetbol, Davis quiere rescatar al niño que fue. A sí mismo y a sus hermanos que también lograron conseguir empleos y encarrilar sus vidas en Estados Unidos: “Quiero crear un refugio para mujeres y niños, para que tengan las oportunidades que yo tuve y enseñar lo que yo pude lograr con el trabajo duro”.

Davis cuenta en la despedida que en el último verano en su país jugó contra James Harden y John Wall, torneos por diversión. “Es impresionante jugar con tipos que son lo que soñaste ser, pero igual estoy muy feliz con mi carrera”, afirma con orgullo. Creció sin padres, salvó a sus hermanos y se rescató a sí mismo. Crack de la vida.

La frase

"Crecí sin un padre y la muerte de mi madre fue una de las cosas más duras de mi vida. Pero no puedes mirar el pasado, estoy feliz de ser el hombre que soy hoy, feliz de mi familia y trabajo duro cada día para tratar de ser la mejor persona que puedo ser”

Las cifras

18,5 puntos promedia en 22 partidos con Aguada siendo el goleador de su equipo. “Me encantan los partidos con presión, me gusta tomar decisiones en los momentos calientes”. 

5,1 rebotes promedia por partido, una buena cifra tratándose de un perimetral que además reparte 4,0 en asistencias y un porcentaje de 36% de aciertos en triples.        

5 partidos de los 22 que jugó terminó con 30 o más puntos. A Sayago le marcó 33 y el jueves, a Malvín, 30.

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