Después que la selección uruguaya femenina jugara un amistoso contra Francia, Giovanna Yun pensó: “Quiero ser profesional en lo que me queda de carrera”. El trato que recibieron, las comodidades del hotel y el vestuario lleno de frutas son detalles que pueden parecer simples, pero que a la jugadora le llamaron la atención y le dieron un nuevo desafío en su carrera deportiva a los 27 años, la marcaron.
Francia se preparaba para el Mundial femenino de 2019 y, como uno de los posibles rivales era Argentina, invitaron a Uruguay para medirse contra un equipo sudamericano. El técnico de la selección uruguaya, Ariel Longo, invitó a ese partido a jugar a Yanet Correa, una española con padres uruguayos, que se sumó al plantel.
Yun, que no tiene representante, conoció en ese viaje a Correa y se hicieron buenas amigas. La mediocampista derecha le preguntó por el fútbol femenino en España y le comentó su intención de viajar para que le hiciera algún contacto.
Correa habló con el técnico del Real Murcia de España, que estaba buscando jugadoras para sumar al plantel. Y allá fue Yun, junto a la uruguaya Valentina Morales –a quien apenas conocía de Uruguay– y una jugadora chilena. Eran las únicas tres extranjeras del plantel.
Antes de viajar, la futbolista estaba un poco asustada por lo que se encontraría, pero se animó a hacerlo porque creía que era una buena experiencia para vivir.
“No conocíamos nada y el técnico trató de llevarnos a conocer, pero al principio nos sentíamos re perdidas. El primer día ellas tenían un partido amistoso porque ya estaban jugando la pretemporada. Nos sorprendimos por cómo tocaban, porque jugaban por abajo, por la velocidad. Era súper distinto a lo que se juega acá”, dijo Yun a Referí.
El partido de Uruguay y Francia lo ganaron las europeas 6-0, pero, dijo Yun, tuvieron “la suerte” de que invitaran a las uruguayas a jugar.
El 14 de febrero se suspendió el campeonato femenino cuando quedaban siete partidos por jugarse y ella estaba sola en Europa, porque la chilena estaba lesionada y se había vuelto su país. A su vez, Morales estaba jugando el sudamericano Sub 20 en Argentina.
“Estuve sola un mes y medio allá. Salía solo a comprar al supermercado y a tirar la basura, una vez cada 10 días”, contó la futbolista que volvió a Uruguay en un vuelo humanitario.
Yun miró para atrás y señaló las canchas de tierra que están al lado del Estadio Centenario. Durante su carrera, muchas veces sus equipos no tenían un lugar de fútbol once para entrenar y terminaban en ese lugar del Parque Batlle. “Eso ha cambiado muchísimo”, celebró.
La jugadora esperaba en el Parque Méndez Piana para ir hasta el Complejo Celeste, donde entrena la selección femenina uruguaya sub 20, que los miércoles enfrenta a algunas preseleccionadas de la mayor para medirse ante rivales de peso (ver recuadro).
El fútbol le gusta desde chica y en su niñez estaba todo el tiempo con una pelota en las calles de Malvín, el barrio en el que vivió hasta que se mudó a El Pinar, a los 10 años. Yun es la única de su familia a la que le gusta este deporte: salvo a su padre, que a veces se sumaba a algún partido, a ninguno de sus dos hermanos le atrae. “En el barrio siempre se jugó y yo siempre preferí, en vez de una muñeca, una pelota”.
Yun pasó por tantos clubes que se le hace difícil recordarlos de memoria, pero contó que primero hizo baby fútbol con varones y luego pasó a cancha grande y jugó en Tricolores, Basáñez, Bella Vista, River Plate y Wanderers. También estuvo en Nacional y Peñarol y ahora entrena en Defensor.
“Me aburre el poco apoyo que le dan al femenino los clubes y siempre sentí que en Nacional le daban un poquito más. Por una cosa o por otra terminaba yéndome hacia otro club y siempre volvía a Nacional”, comentó. Yun destacó el lugar de entrenamientos de los grandes: las jugadoras tricolores entrenan en Los Céspedes y las aurinegras en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Solymar.
Su último pase dentro del fútbol uruguayo fue de Nacional a Peñarol y lo que la motivó a cambiar fue el horario de las prácticas. El entrenamiento en Los Céspedes era muy temprano en la tarde y no le permitía tener el “respiro” que necesitaba entre el trabajo y la práctica.
Cuando jugaba en Peñarol, la volante trabajaba en una farmacia en Atlántida de siete a tres de la tarde. “Me levantaba a la hora 5.30 y a las 15 salía volando, comía o merendaba y a las 19 entrenaba en el CAR. Cuando estaba en la selección tenía que salir temprano porque las prácticas son tempranas y tenía que pedir para salir antes del trabajo. Y así era todos los días. Llegaba tarde y muerta”, comentó.
En España, Yun “adquirió más inteligencia para distribuir la pelota. Era muy rápida, pero más rápida que la pelota. Ahora se aplacó un poquito más”. Así definió Ariel Longo a la jugadora que hace cerca de cuatro años conoce de la selección uruguaya. Para el entrenador, el tiempo que la volante estuvo en el fútbol europeo “la pulió” como futbolista. Longo dijo que Yun es una jugadora de “buenas condiciones” y destaca que es polifuncional: aunque la utiliza como mediocampista extrema, también puede jugar de doble cinco.
En España es donde jugó más tiempo por el medio, y es la posición que ella prefiere dentro de la cancha. “Tenés más participación, pero como tengo mucha experiencia me siento más libre”, explicó.
Cuando llegó al fútbol profesional, Yun encontró diferencias importantes en la preparación, como el descanso y la alimentación, que cambian el estado físico de las jugadoras.
En Uruguay, contó, la mayoría de ellas estudia o trabaja y además juegan al fútbol. En estos casos el cuerpo responde distinto las jugadoras que están "todo el tiempo en su casa" como en España, comparó.
Cuando comenzó la pandemia y se suspendió el campeonato femenino, Yun volvió a Uruguay y ahora su futuro es incierto. El técnico de Murcia quiere que vuelva al fútbol español y la jugadora presiona para saber cuándo regresa el torneo. Mientras tanto entrena en Defensor, el equipo en el que jugará si se queda en Uruguay.
La futbolista comentó que en el fútbol femenino no pueden vivir del fútbol “tan cómodas” como los hombres, pero aun así cree que tener un sueldo y que el club les pegue un apartamento para dedicarse por completo a la actividad hace la diferencia. A sus 28 años, Yun quiere ser profesional en los años que le quedan de carrera: “Me gustaría seguir viviendo de esto y que el fútbol siga creciendo”.
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