Freedom House

“La libertad global se enfrenta a una terrible amenaza”

Ya no es prematuro diagnosticar a la democracia “en recesión”

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13 de marzo de 2022 a las 05:00

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Con esta sentencia comienza el nuevo informe de la Organización Freedom House “La libertad en el mundo 2022”. Se señala que un total de 60 países tuvieron un retroceso de sus libertades el pasado año, mientras que solo 25 han mejorado. La amenaza actual a la democracia es producto de 16 años de declive sistemático de la libertad en el mundo. Estos datos son consistentes con el Democracy Index publicado por The Economist, el cual analizamos en la anterior nota de este espacio.  Conversaba hace algunos días con unos colegas recordando cuando se organizó en Uruguay el Congreso Latinoamericano de Ciencia Política en 2017, el cual se titulaba “¿democracias en recesión?”. En ese momento aún parecía prematuro diagnosticar a la democracia “en recesión”. Hoy ya no lo es. El asedio a la democracia liberal se torna cada vez más evidente, desde Nicaragua, hasta Myanmar.  Luego de la Segunda Guerra Mundial, Naciones Unidas como otras instituciones globales han ayudado a transitar el camino de garantizar los derechos fundamentales de las personas y el Derecho Internacional. En grandes trazos, la segunda ola democratizadora de los 50’ y 60’, así como la tercera ola entre los 80' y 90' se enmarcaron en ese avance democrático, de transiciones o consolidaciones democráticas, con algunas contramarchas en el medio. Pero había un camino. 

Sin embargo, autoritarismos como los de Rusia y China desafían a occidente, poniendo bajo cuestionamiento el consenso sobre el desarrollo democrático. La propia Unión Europea tiene frente a sus ojos esta amenaza. Sin entrar en el terreno de la geopolítica- que escapa a mi campo de estudio- es claro las potencias no democráticas trabajan eficientemente con sus recursos de poder para normalizar prácticas autoritarias de gobierno a escala global. Se han vuelto “más efectivos en la cooptación o elusión de las normas e instituciones destinadas a apoyar las libertades básicas”, señala el informe. La postura dubitativa de Uruguay ante la declaración de la Organización de Estados Americanos (OEA) condenando la invasión de Ucrania, cuando Cancillería no ha dudado en condenar, por ejemplo, el autoritarismo de Maduro, es reflejo de ello.  

Sin perjuicio de la amenaza externa, -en estos días tan evidente y lamentable- las propias fallas internas de los regímenes democráticos constituyen su talón de Aquiles. Por eso es imprescindible tocar el tema.

Los problemas no resueltos como la violación de derechos humanos, la corrupción o la desigualdad, son abono para el florecimiento de líderes autocráticos cuyo programa es llevarse ¡todo puesto! -derechos humanos y políticos, libertad de prensa, separación de poderes, sistema electoral, etc.- para gestionar el poder sin control. Si se permite el paralelismo, actúan como una enfermedad autoinmune que ataca las instituciones del propio sistema que les permitió ser electos. En el libro Cómo mueren las democracias de Levitzky y Ziblatt (2018) se hace especial hincapié en este tipo de líderes autoritarios que arremeten contra las instituciones desde dentro, a menudo sin necesidad de dar golpes de estado en el sentido clásico, pero sí degradando las instituciones y persiguiendo a los disidentes. 

Corriendo el foco de este argumento que centra las fallas en los líderes autoritarios y poniéndolo en factores más estructurales, también encontramos fallas que abonan ese caldo de cultivo del cual se alimenta el autoritarismo. De nuevo, me valgo de un libro bestseller en la materia para ilustrar el punto; Por qué fracasan los países, el libro del economista D. Acemoglu y el politólogo J.A. Robinson es un intento por responder por qué en algunos países avanza la libertad y en otros el autoritarismo. Ellos dan cuenta de la importancia de factores estructurales, como por ejemplo, instituciones económicas, especialmente aquellas que son “inclusivas”, generadoras de prosperidad y riqueza, en contraposición a aquellas que generan “concentración” de riqueza. Instituciones económicas inclusivas son las que permiten a los estados entrar en lo que llaman un “círculo virtuoso” caracterizado por pluralismo y Estado de Derecho. Es claro que los países autoritarios han ganado notorio poder, colaborando entre sí, expandiendo su influencia económica y dando apoyo a nuevos autoritarismos. En tanto, muchos países democráticos evidencian desgaste en sus instituciones y sociedades fracturadas política y socialmente. 

Si este es un tiempo de inflexión para el orden mundial actual, sería buena cosa que también lo sea para refrescar, revalorizar y defender los valores democráticos.

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