Agustina Manitto es la encargada del rodeo Aberdeen Angus del establecimiento Piedras Coloradas, tiene 21 años y trabaja en ese campo, ubicado en Víboras –un paraje a 24 kms de Carmelo– a la par con su padre, Enrique. Desde niña conoce y ama el campo, tenía solo 13 días de nacida cuando su padre recorrió un tramo con ella en brazos y a caballo en el desfile del 25 de Agosto, en Carmelo.
La familia Manitto está en el campo hace muchos años. El rodeo Angus que manejan nació con el bisabuelo de Agustina, quien le compró los primeros toros a la estancia Media Agua, ubicada en Palmitas, Soriano, un establecimiento de dueños ingleses, “allá por la época de los ‘80”, contó la joven a El Observador. Desde el inicio buscaron que las vacas fueran fértiles, precoces tanto para la edad de entore como para la de matanza, y rústicas, además de sanitariamente muy buenas, explicó.
La abuela de Agustina siguió con la cría, y también con la agricultura, y su hijo continuó el camino. La genética Angus se eligió por gusto a la raza, y también “porque se pasó de generación en generación”, destacó .
Actualmente en Piedras Coloradas la joven se encarga de un rodeo comercial de 400 ejemplares, y si bien le encantan “las negras”, como las llama, sueña con tener su propia cabaña algún día, para poder producir animales de exposición y “darse el gusto” de producir con ese propósito.
Agustina se crió en Víboras y de niña le encantaba salir temprano con su padre para trabajar en el campo. Andar a caballo y entre las mangas eran de lo que más disfrutaba, “en todas las tareas que me podía meter yo me metía”, recordó. Junto a su hermano Juan, que tiene un año menos que ella y no es tan aficionado al campo, viajaban todos los días a la ciudad de Carmelo para ir a la escuela. Su madre, que trabajaba en un escritorio en la ciudad, los llevaba a diario.
Pero cuando dejaron de ser niños y comenzaron el liceo la familia decidió mudarse a la ciudad, para evitar el viaje previo a las clases, que debía ser muy temprano. En esa época, si bien nunca dejó de ir al campo, Agustina se centró en otras cosas, por ejemplo en sus clases de patín, incluso se recibió de profesora. Pensaba estudiar educación física, “pero después, con el tiempo, me di cuenta de que el campo era lo que me gustaba”, recordó.
Siempre entre las Angus, la joven comenzó a ayudar a su padre con 19 años. Ya tenía conocimiento de algunas tareas, pero debió aprender algunas cosas más, por ejemplo a manejar tractores con más tecnología de los que ya conocía o hacer guías para cuando hay embarques de animales.
Ahora, también se encarga de formar parcelas, dar fardos y vacunar a los ganados.
La empresa es familiar, y es la madre de Agustina, Soledad, quien se encarga de la parte administrativa.
Los días arrancan a las 5.30 para esta joven, que diariamente viaja con su padre al campo. Algunas veces tiene domingos libres, pero otras semanas no.
El frío y el calor, así como la helada o la niebla, a veces hacen que la tarea sea un poco dura, pero se soporta, contó, más que nada porque es algo que le gusta mucho.
“Lo bueno es que no hay un horario y no dependemos de nadie, generalmente vamos temprano y volvemos de noche, aprovechamos el día”, mencionó. “Ahora, con las heladas está tremendo, uno dice ‘por qué no trabajo en oficina’”, contó riendo, y agregó que muchas veces, por la neblina, deben comenzara trabajar un poco más tarde por la baja visibilidad. Por otro lado, “el verano a veces es mortal, pero sigo eligiendo el campo siempre porque me encanta, creo que no es para cualquiera este trabajo”, añadió.
Al llegar al campo, dos tareas fijas de todos los días son dar ración y armar parcelas.
“Ahora voy a la par con mi padre”, destacó. Luego de alimentar a los animales las tareas se reparten, ella se encarga de los ganados y su padre de la parte agrícola, aunque ella le da una mano cuando se necesita. En el campo, que es de 400 hectáreas, se produce soja, canola y maíz, además de forraje como raigrás o avena. Hace unos días terminaron la trilla de maíz.
La ganadería le encanta, y dice que no le es difícil dejar ir a los animales una vez que se venden, si bien a veces es imposible no encariñarse con alguno.
Ahora está criando un ternero al que llamó Miguel y con el que aprende todos los días, indicó.
Además, aficionada a la fotografía, disfruta mucho de registrar momentos y paisajes en el campo con su cámara.
Con el paso del tiempo la joven decidió que quería estudiar algo relacionado con el sector, “para en un futuro poder abrirme y además tener más conocimiento”. Fue así que comenzó –en pandemia y con clases online– la carrera de Técnico Agropecuario, en la Universidad de la Empresa (UDE).
Ahora, preparando el último examen que le queda para recibirse, mira para atrás y agradece estar tan cerca del campo, porque todo el trabajo junto a su padre, que combinó con el estudio, le sirvió de práctica, en un tiempo difícil para estudiar una carrera relacionada al campo sin poder tener uno como aula de clase.
“Fue una ventaja estar todos los días en el campo y que mi padre me fuera explicando cosas”, reconoció. La carrera le gustó mucho, pero destacó: “Aprendo todos los días en el campo”.
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