Acto de violencia en una joven periodista es una película que está al borde de todo. Es de 1988 y es uruguaya, un país que hace más de dos décadas tenía una producción más bien escasa. Se estrenó directamente en VHS, su director desapareció de la faz de la tierra después de algunas producciones más, sus actores se esfumaron.
Pero esta extraña obra se ha convertido en un filme de culto. Algunos lo disfrutan por aquello de “tan mala que es buena”. Otros encuentran, más allá de sus defectos técnicos (es casi un manual de todo lo que no hacer en una producción), una historia llena de potencial y con una ejecución rara, con la mezcla de las entrevistas documentales de su protagonista, la periodista en cuestión, a figuras como Jorge “Toto” Da Silveira, a políticos y músicos sobre la violencia, mezcladas con una trama que mezcla romance, asesinatos motivados por la venganza y hasta reflexiones sobre los uruguayos y su tendencia a emigrar.
Para otros, esta obra del elusivo Manuel Lamas se convirtió en una obsesión. Entre ellos está el cineasta Emilio Silva Torres, cuyo documental Directamente para video se estrenó el pasado jueves 4 en Cinemateca.
Esta ópera prima empieza como una reconstrucción de la realización de Acto de violencia, pero de a poco empieza a mutar ante los ojos del espectador. La obsesión se trasluce y empieza una búsqueda para encontrar el destino final de Lamas, a la vez que el narrador de la historia (que es Silva, pero está encarnado por Alfonso Tort) empieza a meterse cada vez más en la película, que termina derivando hacia la ficción, con una suerte de cortometraje de terror inserto en el relato, antes de volver al documental para un remate emotivo y poderoso.
Ese cruce de ficción y documental es uno de los tantos homenajes a Acto de violencia dentro del documental, que logra cotas de oscuridad y densidad altísimas, y que se convierte en un viaje removedor, incluso para quienes no conozcan aún el filme de culto, una película que se encuentra en YouTube o Vimeo (y que este sábado 6 y domingo 7 se proyectará en Cinemateca, en versión restaurada) y ante la que es incapaz quedarse indiferente.
Silva recuerda que un colega le recomendó Acto de violencia junto a Sábado disco, otra película uruguaya de culto. “Ese mismo día llego a casa, y Sábado disco estaba en Youtube pero con una marca de agua en el medio, horrenda, y vi Acto de violencia. Lo bien que hice. Me explotó el cerebro. La primera vez que la vi no la entendí, me acuerdo de eso. Entendía lo que estaba pasando pero al mismo tiempo no. Había algo ahí que no me terminaba de cerrar. Eso fue un jueves. Llamé a unos amigos, vinieron el viernes y la vimos. Llamé a otros amigos y la vimos el sábado, y seguro también la vi el domingo y el otro fin de semana. Y la segunda vez la entendí. Pero fue un impacto, me acuerdo de la sensación de que en todas las escenas, en todos los planos, pasaba algo”, recordó el director.
A los meses, Silva había armado listados detallando cada escena, y con una fanática escribieron el guion y confeccionaron un storyboard. El primer acercamiento a esa obsesión fue desde lo técnico. Después vino lo conceptual. Las preguntas. ¿Cómo se hizo? ¿Por qué hay publicidades en la película? ¿Qué fue de la vida de estos actores? ¿Qué quiere decir Lamas?
“Hay una cuestión cruda en Acto de violencia, que tiene que ver con lo que hay de realidad y de ficción, que es casi imposible de separar. La actriz que hace de Blanca, la periodista, se llama Blanca, la que hace de su amiga Gabriela se llama Gabriela. Y después me terminé enterando que en la película no había guion, y ellos hablaban de su vida, de forma literal. Y me preguntaba qué eran estas discusiones que tenían los personajes, primero este gran discurso sobre la violencia, y después todo el debate que Blanca y el personaje de Carlos tienen sobre irse del país, y devolver lo que Uruguay te dio. Cada escena me dejaba dos o tres preguntas. Y fueron cientos de preguntas, es arrolladora, se te presenta y no podés no emitir opinión. Es una película maravillosa”, afirmó el responsable de Directamente para video.
La obsesión derivó en empezar a trabajar en este documental. Fue un proceso de unos cinco años, en los que la película fue transformándose, pero manteniendo siempre una conexión con un tema que a su director le preocupaba plasmar en su debut: la relación con la memoria, tanto en lo social como en lo familiar y en lo personal. “Me intriga cómo nos relacionamos con lo que recordamos, y cómo nos construimos a partir de nuestra propia memoria”, explicó. “Era bastante extraño encontrar que algo a lo que me sentía cercano, como esta película, estaba en un lugar de la memoria colectiva y audiovisual muy olvidado. Porque todo lo que sos son tus recuerdos, si vos no recordaras, vos no serías. Entonces, como yo soy a partir de algo que no se recuerda, fue el primer eslabón”.
Uno de los aspectos más atrapantes de Directamente para video es como la figura de Lamas se va erigiendo como la de un espectro, como una presencia sobrenatural algo maligna que va enturbiando el relato, y cuya figura va ganando tanto luces de genialidad como sombras muy, muy opacas. Su peso es cada vez mayor tanto en el relato como en la mente del director/narrador, que empieza a ver y percibir casualidades, señales y a recibir mensajes pidiéndole que no siga, o materiales sin remitente que lo ayudan en su búsqueda.
Ese fue el punto de quiebre para Silva, que se vio tentado de dejar el proyecto. “Desde el día cero uno tiene esa cosa idealizada, ‘este es el director que me gusta, es un genio, me voy a sentar con él a tomar un café’ y después te encontrás con que capaz que no, que idealizaste un montón y te encontraste no con un héroe sino con el vecino de enfrente. O algo más interesante, esta especie de antihéroe, un personaje sumamente gris”, dice sobre la figura de Lamas. “Manuel fue como una gran piedra que cada vez que alguien me contaba algo iba tallando la escultura, y al final fue algo sin forma, lleno de claroscuros. Y cuando me encuentro con unos videos suyos me dije "¿voy a hacer una película sobre esto?". Sentía que tenía que tomar partido, y al final me di cuenta que no. Que lo interesante es que el espectador se vea interpelado y sea parte de la película también. Que no sea el documental clásico que te da información, que es una Wikipedia filmada. Me interesa más el documental que te interpela, que te sientas incómodo y la respuesta la formes vos. Y se puede leer como una falta de responsabilidad, pero yo lo tomo una forma más lúdica de hacer películas, la película no es solo mía, en el momento en que se exhibe el espectador toma decisiones. Que el otro se apropie de tu obra me parece maravilloso”.
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