Nacional > DESPEDIDA
El último adiós a Adrián Peña, el “ministro emérito” e incansable zurcidor colorado
El cortejo avanzaba a paso de peatón cuando uno de los autos que encabezaban la caravana detuvo la marcha al divisar las canchas del club social Vida Nueva de San Bautista. Una veintena de personas habían dado el paso adelante y el aplauso cerrado de las que venían detrás comenzó a sonar ante el silencio que se arrastraba desde varias cuadras.
Fue entonces que una persona mayor se persignó y miró al cielo, mientras otro comentó por lo bajo que estaría tranquilo con la despedida que estaba recibiendo. “Está en San Bautista, la sucursal del cielo, como le gustaba llamarla”, diría un rato después el diputado Walter Cervini al lanzar la última rosa.
Con extrema congoja, miles de personas –entre ellas el presidente Luis Lacalle Pou– despidieron este viernes al senador colorado Adrián Peña, muerto en la noche del jueves en un siniestro de tránsito a la altura del kilómetro 30 de la ruta 36.
Iba desde Los Cerrillos hacia Atlántida, a la casa que se había mudado hacía poco. Había estado recorriendo Los Cerrillos –y reuniéndose con productores granjeros– junto a Nicolás Chiesa, a quien dejó en su casa sobre las nueve de la noche.
Se despidieron como siempre, pero algunos minutos después, por razones que se desconocen, la Hyundai Creta en la que circulaba se desvió de senda y chocó de frente contra una camioneta Peugeot 205.
Peña, de 48 años, falleció en el momento. No llevaba el cinturón de seguridad y tenía la libreta de conducir vencida. El otro hombre, un joven de 27 años, fue hospitalizado grave.
La muerte conmocionó a todo el sistema político, que lo despidió con honores este viernes junto a sus padres, su hermana, su familia y sus amigos. Era divorciado y no tenía hijos.
“Voy por Los Cerrillos, buscando colorados. Recorriendo los caminos de la patria”, le había escrito esa tarde al diputado Ope Pasquet. La noche anterior había estado reunido con bodegueros, y casi sin dormir había asistido al desayuno de ADM en el que exponía Robert Silva, el precandidato que apoyaba en la interna colorada.
Humilde chacarero
De origen humilde, se hizo seguidor de la divisa tras escuchar a Jorge Batlle cuando era adolescente, aunque su pensamiento político maduró hasta encontrar en Tomás Berreta una referencia y un espejo en el que le gustaba mirarse.
Tan así era el idilio, que su sonrisa desbordó de felicidad cuando descubrió que sus compañeros de Ciudadanos le habían regalado un retrato del único presidente chacarero que tuvo el Uruguay.
Estaban en Aguas Corrientes, el lugar que había elegido para asumir como el primer ministro de Ambiente de la historia, en un acto en el que buscó simbolizar la importancia que le daría al agua en su gestión, pero también reivindicar al departamento de sus orígenes.
“No voy a volver a tener una oportunidad como esta”, repetía a sus cercanos cuando le pedían que parara y descansara. Sus compañeros no recuerdan que se tomara vacaciones, y uno de ellos rememoraba durante el sepelio la felicidad que había sentido cuando Lacalle Pou le ofreció el cargo: “¡Un canario de San Bautista de ministro!”.
“Ahora soy el ministro pajita”, bromeaba tras prohibir esos plásticos cuando lo chicaneaban por su actividad privada como pollero, que nunca abandonó.
Aunque reconocía que llegó sabiendo poco y por circunstancias políticas (Ernesto Talvi había abandonado repentinamente la actividad), su desempeño –a base de estudio y maratónicas jornadas de trabajo en la Torre Ejecutiva– lo llevó a ganarse el respeto de los técnicos de la cartera pero también del presidente Lacalle Pou, que pasó a denominarlo “ministro emérito” tras su renuncia por el episodio de su título universitario.
“No era un tipo vinculado directamente a lo ambiental pero aprendió muy rápido, hizo una buena gestión. Era un tipo muy vivo y muy inteligente”, sintetizó el mandatario al recordarlo.
A medida que su ascendencia política crecía la gestión de Don Pluma –la avícola que fundó a los 18 años– recaía más en su hermana, pero era común que interrumpiera algunas de sus conversaciones políticas para atender las urgencias del negocio.
Esa doble condición, de empresario que se había hecho de abajo y político, lo hacía levantarse todos los días a las 4.30 de la mañana. “Hace treinta años que le gano al sol”, decía sonriente.
Porque más allá de sus dotes políticos, que lo llevaron a transformarse en un alfil clave de la estructura colorada (fue diputado, senador, ministro y secretario general), todo el sistema destacó su buen humor, que utilizaba para descomprimir las reuniones más complejas.
“Te doy mi palabra”, solía decir durante negociaciones en las que demostró una habilidad que lo llevó a ganarse el mote de zurcidor, tanto en la interna colorada como entre oficialismo y oposición. “Era un ejemplo de político”, resumió Carolina Cosse tras hablar de la tristeza que le generó la muerte a ella y su equipo.
Acababa de perder su última batalla, el proyecto de ingreso por concurso a las intendencias, pero no bajaba los brazos porque aseguraba que no era posible “engañar a todos, todo el tiempo”.
Este viernes, entre lágrimas y tras despedirlo con un aplauso cerrado, “sus pollitos” –como decía a los dirigentes de la bancada de Ciudadanos– se prometieron honrar su legado convencidos que su pedido sería que siguieran y no se rindieran.
