Gustavo Krüger, abuelo de Giselle Krüger

Estilo de vida > Nazismo

La historia de la periodista argentina que descubrió el pasado oscuro de su familia gracias a los problemas de sueño de su hija

Buscando explicaciones sobre la falta de sueño de su hija, la periodista argentina Giselle Krüger se encontró con las sombras de su pasado familiar
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16 de julio de 2022 a las 05:02

Hay puertas que se abren de golpe y sin forzarlas. Otras permanecen entreabiertas, como esperando que el dueño de casa las empuje y revele, entre sombras, lo que hay detrás. Este último ejemplo quizás es el que se acerca más a la experiencia que la periodista argentina Giselle Krüger relató en un artículo publicado hace algunas semanas en Clarín que generó, de un día para el otro, una repercusión enorme de ese lado del Río de la Plata, y de este también. Porque hurgando en sus recuerdos y a partir de una situación que vivió con Alina, su hija pequeña, Krüger descubrió –o más bien: destrabó la posibilidad de redescubrir– una verdad incómoda y oscura sobre su familia que la atormentó de niña y la sacude ahora, todavía, de adulta: que su abuelo alemán Gustavo Krüger era nazi.

“Mi hija nació en un contexto deprimente. A la melancolía que abraza el otoño se le había sumado un parto prematuro: rompí bolsa por la madrugada y tuvimos que correr para la clínica. Eran las seis de la mañana, todavía estaba oscuro y la niebla no nos dejaba ver lo que venía por delante.” Así comienza el artículo de Krüger, que se titula El insomnio desesperante de mi hija reveló el siniestro pasado que escondía mi abuelo, y se publicó el pasado 8 de julio. En él, la periodista –que tiene una trayectoria de más de 11 años en medios argentinos, sobre todo en producción televisiva– elabora un relato que la lleva, primero, a averiguar las causas por las que su niña no logra conciliar el sueño. Después de pasar por infructuosas consultas médicas, y hasta de probar con sanadores y terapias alternativas, un encuentro puntual con una mujer que rastrea los pasados mediante las constelaciones cambió su foco.

“Me comuniqué con Andrea, la consteladora”, escribe Krüger en su texto. “Luego de contarle el motivo de mi llamada me citó en su consultorio. Fui con la desesperación que ameritaba ese encuentro. Luego de una breve entrevista, disparó un misil hacia donde no tenía ningún tipo de protección. Dijo: ‘Giselle, pensá antes de responderme… vos, cuando eras chica, ¿dormías bien?’. Y su pregunta hizo funcionar mi cabeza como una langosta arrojada al agua hirviendo. Reflexioné de inmediato que no. Que yo no dormía porque vivía aterrada. Tenía miedo que el abuelo nos asesinara.”

El relato de la periodista argentina continúa y cuenta, entonces, cómo empieza un camino hacia el pasado, a través del que encadena huellas y pistas hasta dar con una verdad que, sabe, estuvo allí siempre. 

“Alina ya deambulaba, pero aún no dormía y yo había logrado construirle un pasado a mi abuelo siguiendo sus rastros entre mis recuerdos. La devoción desmesurada al silencio. Su rutina de vino tinto y horarios a rajatabla. Dirigirnos la palabra solamente para maltratarnos. Pero si había algo que excedía su forma de ser, eran los elementos que trazaban su esencia: la bandera de Alemania sobre la mesa de luz, sus libros nazis y el águila imperial clavada sobre su cama como un crucifijo.”

Atando cabos y gracias a algunos contactos de su trabajo como periodista, finalmente Krüger logró dar con un dato que le terminó de confirmar sus temores. Una búsqueda acertada en Google la llevó a encontrarse con familiares lejanos que, a su vez, le permitieron acceder a un diario de su tatarabuela. 

“Hallé al creador y biógrafo de la familia: Carlos Krüger. Eran parientes lejanos. Tras demostrarle que nos unía la misma sangre, reveló que atesoraba un manuscrito de mi tatarabuela del año 1800. Era un pequeño diario íntimo con proverbios alemanes donde ella escribía acontecimientos familiares, por ejemplo, el nacimiento de mi abuelo. Conectándome con ese linaje tan fuerte que me llevó hasta allí, encontré un dato alarmante. El día que murió mi bisabuelo, una anotación reza: ‘Pobre mi hijo, descansá en paz. Tu mamá te perdona todo.’”.

Vistazo al pasado

Del otro lado del teléfono, la voz de Krüger suena decidida: “Las cosas que ahora sé de mi abuelo son que era nazi, que era una persona que siempre vivió en la oscuridad, que era incapaz de construir vínculos afectivos incluso con su propia familia, que vivió en las sombras. Siempre. Y hasta el final siguió en la suya, convencido de que ese era su camino”, contó en conversación con El Observador.

La periodista argentina relató que el tema la “obsesionó” durante toda su investigación y que, si bien dejar huellas en aquella época era más difícil que en 2022, confiaba en encontrar alguna pista que la llevara a, al menos, descubrir de qué trabajaba su abuelo. Aseguró que el proceso de mirar de nuevo al abismo de su pasado y descubrir lo que su abuelo en realidad era la llenó, en primera instancia, de miedo.

Luego de registrar los archivos de distintas organizaciones, logró identificar que el hombre había sido empleado del Banco Germánico de Américas del Sud, una entidad bancaria utilizada por empresas como IG Farben –involucrada en la proveeduría del gas utilizado en el Holocausto–, que manejaba dinero expropiado a los judíos detenidos.

“Tenía muy pocos datos. Viví doce años junto a él pero hasta que se murió no sabía nada. En esos doce años jamás lo vino a visitar nadie, jamás lo llamó nadie por teléfono, jamás festejó un cumpleaños, no festejó Navidad, Año Nuevo. Era como un robot. Al no tener información, ni siquiera haber escuchado, recordado o tener una fuente a la que preguntarle qué hacía o no hacía, fui directamente a los papeles. Mi trabajo de tantos años me dio una agenda periodística invaluable, así que pedí ayuda en Anses, busqué bases de datos. Fue un trabajo de hormiga que me llevó más de un año y medio”, contó Krüger .

Tras el descubrimiento, la periodista escribió una novela que se titula Malasangre y que ahora busca publicar. En ella relata sus vivencias como madre primeriza y las conecta con la búsqueda sobre la verdad de su abuelo que ocupó buena parte de su tiempo en los últimos años. 

“Decidí registrar cada uno de esos sentimientos sobre mi maternidad y mezclarlos con las infancias de mi nena y los recuerdos de la casa de mi abuelo. Se titula Malasangre porque es lo que yo me hacía cuando Alina no podía dormir, y porque al mismo tiempo creo que el abuelo me corre por la sangre. Él es el dueño de mi apellido, haya sido lo que haya sido. Yo soy Krüger y tengo su herencia en mi cuerpo, en mis venas, en mi corazón. No puedo renegar de eso y no puedo hacer de cuenta que no existe. Pero se puede usar y transformar, y quizás convertirlo en algo mejor”, concluyó.

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