Leonardo Carreño

La triple victoria celeste

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07 de abril de 2022 a las 05:01

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Las últimas semanas supusieron un sacudón de pasiones para la normalmente apacible vida cotidiana uruguaya. El jueves 24 de marzo, la selección nacional derrotó al equipo peruano de fútbol con un resultado de 1 a 0 que le aseguró un lugar en el Mundial de Qatar. El domingo 27, la papeleta color celeste a favor de no derogar los 135 cuestionados artículos de la Ley de Urgente Consideración se impuso victoriosa, con un margen porcentual muy pequeño que fue utilizado por politólogos, periodistas y analistas como evidencia de que el Uruguay es un país partido al medio. El martes 29, Uruguay venció a Chile de visitante con un resultado de 2 a 0 que incluyó un gol de chilena, en un partido que la ciudadanía probablemente haya visto con cierta inercia ya la participación de Uruguay en el Mundial estaba asegurada.

De estas tres victorias celestes, dos ocurrieron en el campo deportivo y una en el político. Por tratarse de partidos que se jugaron en campos sociales distintos –campos que se rigen por reglas de funcionamiento distintas y que no se deberían confundir–, sería esperable que generaran actitudes, emociones, repercusiones y debates con lógicas propias. Sin embargo, la futbolización de la política que cada vez se impone más en nuestro país como la norma hizo que los preparativos y los festejos de la contienda que se dio en el campo político no hayan diferido demasiado de los que surgen en torno a una contienda deportiva.

El 27 de marzo, la sociedad uruguaya debió participar en un referéndum de naturaleza técnica en el que se intentó derogar 135 de los artículos que forman parte de la mastodóntica Ley de Urgente Consideración aprobada por el gobierno a mediados del año 2020. En las semanas previas a la jornada electoral, hubo debates televisados, campañas propagandísticas, información y desinformación, cadenas nacionales, conferencias de prensa, murales, folletería, cartelería en espacio público, banderas en casas, balcones y autos, personajes de la industria del entretenimiento, papeletas por todos lados, episodios de violencia e intolerancia y tantos otros componentes que suelen circular en nuestro país cuando hay una elección. La noche de la elección, mientras la ciudadanía esperaba (¿con ansias?) el resultado del escrutinio primario, grupos de uruguayos y uruguayas se reunieron en distintos puntos de la capital para festejar los resultados de su preferencia.

Finalmente, el No se impuso por un pequeñísimo margen porcentual. Para celebrar la victoria, muchos uruguayos se vieron motivados a ir a la Plaza Independencia, como si se tratara de una tercera victoria de la Celeste en una cancha de fútbol. De hecho, todo el episodio del referéndum se vivió como si fuera un partido de fútbol. Un partido entre el gobierno y la oposición. Más allá del contenido de los 135 artículos que fueron puestos a consideración de la ciudadanía, la contienda se futbolizó según una lógica del Nosotros contra Ellos que, para peor, se apoyó en unos mecanismos que no contribuyeron en nada a generar el tipo de debate que se debería dar en una sociedad democrática en torno a una cuestión técnica de naturaleza legislativa. Así, el binarismo del Sí contra No y del Rosado contra Celeste contribuyeron a crear en el imaginario sociopolítico una dualidad irreconciliable. No resulta extraño que los discursos técnicos y académicos en torno al referéndum hayan insistido con la idea de un país dividido en dos mitades.

Pero lo que resulta más problemático es la difundida opinión de que el campo político uruguayo está dividido en dos bandos. Históricamente, la hegemonía de los partidos Colorado y Nacional motivaron la articulación de los partidos de izquierda en una identidad política mayor: el Frente Amplio. La hegemonía política del Frente Amplio durante 15 años al frente del Poder Ejecutivo dio lugar a la articulación de los partidos tradicionales y algunos nuevos partidos en lo que se conoce como la coalición. Efectivamente, el campo político uruguayo está actualmente partido en dos mitades (ni bien sea en términos discursivos). A la luz de los resultados electorales, fue a favor de cada una de esas mitades que quienes votaron en la elección del domingo 27 de marzo pusieron su voto en el sobre y luego en la urna.

Hay serios riesgos en votar cuestiones técnicas a partir de afinidades identitarias en términos políticos. No termina de ser del todo sano para una democracia que el resultado de un referéndum técnico refleje casi como si se tratara de un espejo de la elección presidencial ocurrida unos años atrás. Un voto de este tipo puede ser un tipo de voto fanático, no razonado en sí mismo, que ni se cuestiona qué es lo que se está votando. Pero más problemático aún para una sociedad democrática es vivir una contienda electoral como si se tratara de un partido de fútbol. No lo es. Y mientras que el resultado de un partido queda en la cancha y con el tiempo se olvida, la futbolización de la política queda en la memoria de una sociedad de manera más estabilizada, fomentando una lógica de convivencia basada en el tratar al otro como un enemigo y no como a un socio que ve el mundo de manera distinta y con el que es imperativo dialogar para encontrar consensos que nos sirvan a todos.

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