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Literatura uruguaya rescatada

Luego de 66 años de vida, la colección Clásicos Uruguayos de la Biblioteca Artigas sigue viva y coleando a pesar de la escasísima difusión que tiene fuera del círculo académico
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01 de diciembre de 2019 a las 05:00

Una de cal y una de arena con las políticas culturales del Estado. Existen proyectos muy valiosos, con buena historia sobre las espaldas, renombre y calidad probada, que solo se publicitan de casualidad, de forma desorganizada y con descuido hacia el supuesto destinatario final: el ciudadano, que financió de manera indirecta la realización de dicho producto cultural. Es el caso de la colección de Clásicos Uruguayos de la Biblioteca Artigas.  

Luego de más de seis largas décadas de vida, la colección vive, lucha y sigue mostrando una amplitud de catálogo, un estándar de calidad y una elección de títulos muy sabrosa, sumado al rigor y a la profundidad textual de los prólogos, cuidadosamente seleccionados y firmados por plumas de excepción en el actual panorama literario nacional. 

La colección se inició en la década de 1950, por una idea del entonces ministro de Cultura, Justino Zavala Muniz, y a lo largo del tiempo se han publicado 213 volúmenes de narrativa, poesía, ensayo y crítica. Tuvo un gran impulso durante el ministerio de Juan Pivel Devoto, entre 1963 y 1967, con un pico de publicaciones que rebasó el centenar. Luego las publicaciones fueron discontinuas, pero incluso durante la dictadura continuó a buen ritmo la edición de los clásicos. Después de  varios años complejos, a partir de 2008 la colección retoma su ritmo de trabajo a través de la figura decisiva de su director honorario, Wilfredo Penco, cuya labor continúa hasta el presente, encabezando una comisión de publicaciones integrada además por el MEC y el Archivo General de la Nación.  

Pero por fuera del ámbito académico y libresco, lamentablemente existe muy poca información en los medios masivos, los libros no han tenido presentaciones públicas notorias (por ejemplo, en las múltiples ferias del libro), y son difíciles de conseguir en el circuito comercial. En internet la ausencia es casi total, salvo la excepción de la página web Anáforas. En papel, los números viejos, con impecable portada color verde inglés, aparecen en las librerías de usados, incluso algunos aún sin guillotinar. Con los nuevos títulos, la cuestión se complica. Poseen distribución privada de calidad, pero a veces la coordinación de las entidades públicas de quien depende la logística no es la más fina. 

La lástima es que los últimos títulos de la colección son realmente soberbios y han implicado un esfuerzo importante de editores y prologuistas. Por ejemplo, en 2018, se publicaron entre otros, Protestas armadas, selección de artículos de prensa de Eduardo Acevedo Díaz, y Crítica activa, antología de texto críticos de Ruben Cotelo, ambos con prólogo de Pablo Rocca. A principios de este año, se publicó Ensayo y memoria, textos autobiográficos de Emir Rodríguez Monegal, con prólogo de Lisa Block de Behar.  Hace pocas semanas, salieron a luz los dos últimos volúmenes de la colección: Actuales narradores latinoamericanos, un diálogo de la década de 1960 entre Domingo Bordoli y Heber Raviolo sobre algunos autores del boom, prologado por Óscar Brando; y Varias historias, una selección de narraciones de José Monegal, con prólogo a cargo nuevamente de Rocca (una auténtica radiografía intelectual del Cerro Largo de principios de siglo XX).  

En diálogo con El Observador, Brando explicó que la idea de publicar el diálogo entre Bordoli y Raviolo coincide con el centenario del primero, pero la génesis estuvo en el hallazgo de veinte cuadernillos escritos a mano por Raviolo como guion para su participación en el programa de radio Actuales narradores latinoamericanos de CX 6 Sodre, lo que es hoy la Radio Clásica.  

Entre noviembre de 1966 y abril de 1967, Bordoli y Raviolo, vinculados desde tiempo atrás a las peñas que organizaban los intelectuales en torno a la revista Asir, realizaron veinte programas de radio sobre tres de los nuevos narradores latinoamericanos: Vargas Llosa, Cortázar y Carpentier. “En el fondo, dice Brando, Bordoli no era el mejor lector del boom: abominaba de Cortázar por lo que llamaba el ‘mamarracherío surrealista’, mientras que Raviolo defendía a Vargas”. A través del método del comentario, compuesto de análisis de texto, personajes y acción, Bordoli y Raviolo se revelan como dos lectores atentos y memoriosos que sintetizan de manera contundente sus posturas, mucho antes del análisis estructural, la semiótica y la nueva narrativa posmoderna.  
 

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