MIKHAIL KLIMENTYEV / SPUTNIK / AFP

Lo que está en juego en Ucrania

Lo más importante es que al cabo de los años el presidente Zelensky y sus compatriotas ucranianos sean recordados como aquellos que no hicieron lo políticamente correcto

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24 de abril de 2022 a las 05:05

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El fin del trabajo de liberación de Mariúpol es un éxito” dijo el pasado jueves en conferencia televisada Valdimir Putin a su Ministro de Defensa, Serguei Shoigu, luego de que el ejército ruso terminara de aniquilar la ciudad portuaria de Ucrania. Esa es la visión rusa. El presidente Biden, por su parte, dijo que no hay pruebas de que “Mariúpol haya caído por completo en manos rusas” y aseguró que Putin “nunca tendrá éxito” en la ocupación de Ucrania. Lo cual es probable si por “ocupación” se entiende la “ocupación total del país”.

Así están las cosas al día de hoy y la verdad completa nadie la sabe o quien la sabe probablemente la oculta o la desfigura. Lo que sí se sabe es que aún hay tropa ucranianas atrincheradas en una acería de la ciudad y probablemente y también haya civiles. Y es que Mariúpol fue el principal blanco de los ataques rusos —Ucrania dice que hay más de 20.000 muertos y decenas de miles de heridos— y ha sido hecha añicos aunque formalmente no haya caído por completo en manos rusas. El “trabajo de liberación” —otro de los eufemismos que tanto gustan a Putin— deberá continuar.

Pero lo importante de la guerra de Ucrania en los dos meses que se cumplen el domingo 24, es que la notable resistencia de los ucranianos ha hecho despertar los que parecían valores perdidos de Occidente. Más allá de los gobiernos, lo notable fue el apoyo de ciudadanos de a pie a la causa ucraniana enviando dinero, recibiendo refugiados, anotándose como voluntarios para ir en ayuda y haciendo suya una lucha lejana.

La resistencia de Ucrania ante una inobjetablemente injusta invasión rusa despertó valores que parecían dormidos o en decadencia. También despertó problemas como la alta inflación y precios de energía y de alimentos por las nubes que pegan en los bolsillos occidentales y que pueden minar el apoyo inicial a la causa ucraniana.

La guerra que iba a durar una semana ya lleva dos meses. Rusia está empantanada. Recién habría terminado “el trabajo de  liberar” Mariúpol. Kiev es un objetivo inalcanzable por el momento. La ayuda occidental y la voluntad de los ucranianos de pelear por su libertad y su territorio han sido mucho mayores de lo previsto originalmente por propios y ajenos. Rusia subestimó a Ucrania y también subestimó a Occidente. Es más, hizo despertar a Occidente de su letargo confortable. Se están corrigiendo errores como la excesiva dependencia del gas y petróleo ruso. Se han impuesto sanciones económicas de eficacia jamás realizada anteriormente. La propia China está mirando desconcertada la reacción del Occidente que ella consideraba en franca decadencia y sin fuerzas para luchas por sus valores.

Se han restablecido lazos de unidad entre partidos políticos que estaban duramente enfrentados y hoy en Occidente solo la figura solitaria de Marine Le Pen apoya a Rusia. Comienzan a cotizar en alza los valores de la democracia liberal y de las instituciones republicanas. Es, quizá, un punto de inflexión y es preciso aprovecharlo. Ucrania queda lejos geográficamente de Estados Unidos, el verdadero soporte de la resistencia, y el peligro de una guerra prolongada es que comiencen a olvidarse de ella y de lo que ella simboliza.

Es verdad que todos deseamos un pronto fin de la guerra -como decía el pasado viernes el Papa Francisco al famoso periodista argentino Joaquín Morales Solá en La Nación, “toda guerra es anacrónica en este mundo y a esta altura de la civilización”- y también queremos que ello no sea a costo de la integridad territorial y la autodeterminación de Ucrania para que elija el gobierno que desee. Ucrania no puede quedar con un gobierno títere. También Rusia necesita salir de este lío en el que se metió sola con cierta dignidad. A nadie le sirve una Rusia malherida que se cobre venganzas con armas nucleares hasta hoy nunca vistas.

Pero lo más importante es que al cabo de los años el presidente Zelensky y sus compatriotas ucranianos sean recordados como aquellos que no hicieron lo políticamente correcto -rendirse en 24 horas- y lucharon en desventaja por los valores de la libertad, dando una gran lección a los países en los que se forjaron las instituciones democráticas y se garantizaron los derechos individuales.

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