Es día de Pícnic!, es día de parar para reflexionar un rato, es día de elegir un antojo merecido, de empezar un libro postergado o de ver una serie que no solo te haga pasar el rato. También es el día en que podemos aceptar todos esos sentimientos entreverados que nos han invadido en el último año y medio. ¿Estás durmiendo igual que siempre? ¿Sentís entusiasmo por lo que se viene en el día cuando abrís los ojos temprano en la mañana? Si tu respuesta es no, somos muchos los que a veces quedamos atrapados en las trampas de lo que los investigadores denominan languidez. No es depresión ni falta de energía, y ni siquiera es desesperanza. Tampoco es el famoso síndrome del burn out, pero tiene puntos de contacto con todo lo anterior. Objetivamente sabemos que hay luz al final del túnel y que estamos caminando hacia ahí, pero en el día a día a veces languidecemos, porque nos sentimos algo vacíos y estancados, incluso si le metemos la mejor onda.
El covid-19 dejará muchos coletazos, y uno de ellos tiene que ver con las emociones y la forma en las que las procesamos. Adam Grant, profesor de Psicología de la Universidad de Wharton (te recomiendo su podcast para TED, Worklife), explica: “La languidez es el hijo del medio descuidado de la salud mental. Es el vacío entre la depresión y la prosperidad: la ausencia de bienestar. No tienes síntomas de enfermedad mental, pero tampoco eres la imagen de la salud mental. No estás funcionando a plena capacidad. El languidecer embota tu motivación, interrumpe tu capacidad de concentración y triplica las probabilidades de que reduzcas el trabajo”.
Si estás en esa zona gris, o si tenés días lánguidos, no estás solo. Muchos encaramos el inicio de la pandemia con energía y optimismo, organizamos nuestras nuevas rutinas y buscamos mecanismos para mantener la moral a flote. Pero los días, los meses y el año pasaron, y se coló un poco de angustia, que también integramos a la vida hasta que se transformó en este estado crónico que describe el psicólogo. Pero hay formas para superar la languidez y acá te las explican.
Hoy te propongo que reconozcamos juntos este sentimiento, que lo abracemos un poco para comenzar a dejarlo ir y para decirle —como Caetano Veloso— vete de mí. Soy Carina Novarese y te leo siempre si me escribís por acá.
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