EFE

¿Los argentinos no van a ir a votar?: crece el temor a un ausentismo masivo en las legislativas

Las votaciones a nivel provincial están arrojando bajo nivel de participación. Los expertos creen que la desazón por la crisis, unido al temor por la pandemia, puede llevar a un ausentismo histórico

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04 de septiembre de 2021 a las 05:04

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Corresponsal en Buenos Aires

El fantasma que sobrevuela la campaña electoral argentina es de un ausentismo masivo. Ya ocurrió en otros países -fue notorio el caso de Chile, donde apenas concurrió un 20% del padrón a votar por gobernadores regionales- y, además, la pandemia todavía incide como disuasor para el voto en un país donde apenas un 30% de la población está cubierta con las dos dosis de la vacuna.

Una frase de Mauricio Macri en un acto de campaña deja en claro ese temor: “Es muy importante que le digamos a los argentinos que no sirve votar en blanco o no ir a votar. Esto depende de nosotros, podemos cambiar la historia”.

Y lo cierto es que, hasta ahora, los números que se vienen registrando en votaciones provinciales hacen temer un nivel históricamente bajo de afluencia de votantes en estas legislativas.

En Salta, la concurrencia fue del 64%, lo que implica una caída de siete puntos respecto de la afluencia en la elección previa. En Jujuy votó un 65% contra un 78% que se había registrado en 2019. Y en Misiones la caída fue más grave: apenas sufragó un 59% del padrón, un desplome de 19 puntos porcentuales respecto de la elección previa.

Los encuestadores ya están hablando de una concurrencia a las PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias, que se celebran el domingo 12 de septiembre) de un 65%. Una cifra que no es tan grave si se la compara con casos extremos como el chileno, pero que se ubica muy por debajo del promedio histórico de 75% que se ha registrado en Argentina.

Antecedentes peligrosos del “voto bronca”

Lo cierto es que todos los politólogos y expertos en opinión pública hablan de un nivel de apatía y desánimo por parte del electorado como hacía años no se veía. Dicen que se manifiesta de una forma diferente al de otras crisis, como la del 2001 con su famosa consigna “que se vayan todos”. Ahora la decepción no lleva a la movilización sino a un sentimiento de descreimiento sobre la capacidad de la política para resolver los problemas del país.

Lucas Romero, de la consultora Synopsis, ven margen para sorpresas por fuera de los partidos mayoritarios. Afirma que un 57% de la población tiene una visión negativa de la clase política, contra apenas un 17% de aprobaciones.

Es por eso que no solamente ronda el fantasma del ausentismo, sino también de que haya un alto porcentaje de votos nulos. Hay un antecedente histórico al respecto: en las legislativas de 2001 se registró un inédito 24% de votos no válidos, si suman los sufragios en blanco y los anulados. Una cifra sorprendente, si se considera que el promedio suele ubicarse en un 4% como máximo.

El contexto de aquella elección tenía algunos puntos en común con este presente -salvando, claro, la situación sanitaria-. Tal como ocurre ahora, había un gobierno -el de Fernando de la Rúa- que se había impuesto con una mayoría contundente y que rápidamente desilusionó a sus propios votantes, mostrándose incapaz de resolver la crisis económica.

En esa época no había redes sociales, pero a través de las cadenas de e-mail se viralizó una propuesta para anular el voto a modo de protesta. Así, hubo quienes introdujeron en el sobre las figuras de próceres como Belgrano o San Martín. Y muchos que manifestaron su enojo de formas menos elevadas, como introducir en el sobre restos de comida.

Los jóvenes, los viejos y los “outsiders”

La gran pregunta que se hacen en los “bunker” de campaña es si esa situación puede llegar a ser repetible. Y muchos temen otra posibilidad de canalización del “voto bronca”: el auge de nuevos partidos con candidatos “outsiders”, como el que lidera el economista Javier Milei, quien hasta hace pocos meses era considerado apenas un extravagante personaje mediático pero hoy mide en algunas encuestas un 10% de la intención de voto.

Es un fenómeno temido tanto por el peronismo como por el macrismo. Ocurre que estas nuevas corrientes reivindican un mensaje “libertario” que resulta atractivo para los jóvenes. Esto asusta al kirchnerismo, porque puede ver erosionada su base electoral, dado que entre la juventud ha encontrado un votante fiel. Por otra parte, la fuerte impronta anti estatal del discurso de Milei también preocupa a los macristas, porque creen que puede “robarle” votantes entre los comerciantes y profesionales agobiados por la presión impositiva.

Una demostración de la preocupación del oficialismo es el hecho de que Cristina Kirchner haya argumentado en contra de los “libertarios” en reuniones con jóvenes y que haya elogiado públicamente a figuras como L-Gante, un rapero a quien quiso poner como ejemplo de habitante de un barrio marginal que se supera gracias a la ayuda estatal, porque grabó sus videos en una computadora de un plan educativo. Fue un argumento con efecto boomerang, porque el propio músico aclaró que la computadora no la había recibido como regalo del Estado, sino que se la compró a un estudiante que no la usaba.

“El voto joven es la actual quimera. Nadie sabe exactamente cómo abordarlo, pero en su complejidad radica la clave: ya no siguen una única identidad partidaria. Pueden acompañar una causa puntual, pero no mucho más. Viven en entornos digitales, entornos que la política aún desconoce cómo tratar”, apunta el politólogo Gustavo Córdoba, quien cree que, pese a todo el oficialismo mantendrá una leve ventaja.

Pero también está el interrogante en la otra punta de la pirámide demográfica: qué harán los ancianos, cuyo voto no es obligatorio y que son los más proclives a ausentarse ante una situación de alarma sanitaria como el covid.

A primera vista, se podría suponer que el espacio opositor de Juntos por el Cambio tiene más para perder ante un eventual ausentismo masivo de los votantes mayores, dado que tradicionalmente tuvo un fuerte apoyo en ese segmento.

Con una masa de más de siete millones de beneficiarios, sumando los jubilados y pensionados, este sector de la sociedad argentina representa un 22% del padrón electoral. Y varias veces demostraron su capacidad para inclinar la balanza. En 2015, por ejemplo, la victoria de Mauricio Macri fue posible por la marcada preferencia de los mayores de 50 años, un segmento donde la ventaja para la coalición Cambiemos fue de 60% a 40%.

Esa tendencia se confirmó en las legislativas de 2017 y, sobre todo, en las presidenciales de 2019. Fue algo que quedó demostrado en la segunda vuelta, cuando Macri mejoró drásticamente su performance respecto de la primera, agregando 2,7 millones de votos.

Sin embargo, no todos los analistas creen que el fenómeno del ausentismo afecte exclusivamente a los ancianos ni que necesariamente la oposición sea la más perjudicada por el clima de “antipolítica”. Temas como la lentitud de la campaña vacunatoria o los cierres de comercios durante la cuarentena han dejado una marca que el gobierno intenta remontar.

Lo que algunos politólogos creen que va a atenuar el daño del ausentismo y la indiferencia sobre el sistema electoral es, paradójicamente, uno de los peores defectos argentinos: la célebre “grieta” que exacerba los ánimos en un enfrentamiento ideológico permanente. Hay analistas que creen que la confrontación de “modelos antagónicos” de país finalmente terminará por funcionar como un incentivo para no quedarse en casa el día de la elección.

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