Las despedidas de fin de año tienen ese “qué se yo”: pronósticos certeros, a veces fundados en la nada; pencas simpáticas con premios impagables, promesas, brindis, y análisis enredados. Y esos encuentros de alguna manera inauguran la temporada de “disparates electorales”.
Partiremos de dos consideraciones:
a) las tendencias políticas y de opinión pública contienen mayor firmeza que la percepción exagerada de los zigzagueos de líderes, sectores y partidos.
b) El desenlace de decisiones colectivas no está escrito en un papel oculto, como algunos pitonisos quieren hacer creer a un público poco exigente y de cierta inocencia.
La desmesura en la consideración de hechos diarios deriva en un bamboleo inexplicable; un día parece que fulano se está probando la banda presidencial y poco después su chance se devalúa bruscamente. Otro día parece que mengano está sepultado y al otro parece que no lo para nadie.
La desmesura en la consideración de hechos diarios deriva en un bamboleo inexplicable; un día parece que fulano se está probando la banda presidencial y poco después su chance se devalúa bruscamente.
O que si se conoce tal hecho tiene un impacto de terremoto, o que sultanitos están peleados y son irreconciliables, o que tienen un lazo tan fuerte que nada lo puede desatar. Las exageraciones rodean también a la difusión de encuestas. El público debe saber que la tabla que tiene más repercusión es una página de un informe de por lo menos un centenar de láminas, por lo que la suba o baja de intención de voto puntual de un candidato o un partido, puede no significar nada y estar en el margen de error del sondeo. Hay que ver toda “la película”.
El Frente Amplio convocó a un Plenario para sancionar a dirigentes cuestionados por su Tribunal de Conducta Política y podrá dar por cerrado un capítulo que lo expuso a críticas de adversarios y de adherentes durante mucho tiempo. Se quitará una mochila y muchos creerán que todo eso es capítulo cerrado, pero probablemente no sea así.
La desproporción de sanción a altos dirigentes cuestionados por corrupción frente a la expulsión del excanciller Luis Almagro, dejará otros ecos de molestia a frentistas de izquierda moderada, cuestionadores del régimen autoritario de Venezuela.
Se dirá que el uruguayo que es secretario de la OEA (gracias al impulso dado por Mujica) se excedió al referirse a posible intervención en Venezuela, pero eso no es la primera vez que sucede en el Frente Amplio. Tiempo atrás hubo justificación a intervenciones, e incluso a operaciones militares, y no se llevó a nadie a un tribunal por eso.
A fin de 1985, el Senado consideraba una declaración por el “6º aniversario de Violación de soberanía de Afganistán” y un miembro de la bancada del Frente dio justificaciones a la intervención soviética que había sido con 1.800 tanques, 2.000 camiones blindados y 100.000 efectivos militares. Un dirigente frentista recordaba esta semana aquel hecho, contrastando con lo que “escandaliza” la interna de la coalición.
“Aquí se ha dicho que hace seis años se produjo la invasión por una nación vecina y se ha ignorado todo un conjunto de circunstancias que tienen que ver con la situación de ese país”, fue parte de la argumentación pro intervención, de aquel último jueves de 1985.
Para muchos frentistas, la dureza con Almagro no es porque haya osado referirse a intervención en un país, sino por meterse con Venezuela. Y ese es un tema que para votantes de izquierda moderada es uno de los factores de alejamiento de electores.
Por eso, alivio este fin de semana por terminar un tema, pero el asunto no estará terminado.
Esos son los vaivenes, con el riesgo de la exageración que puede hacer creer que este fin de semana está salvado y encaminado a la victoria, o de pensar que si en una semana o un mes el tema se reabre por heridas sin curar, entonces va a la derrota.
En la oposición hay otro fenómeno. Durante invierno, todos los astros comenzaron a alinearse para que el votante tuviera claro que se iba a una alianza amplia entre la dirigencia blanca, colorada y del Partido Independiente, para el caso de un triunfo opositor en 2019.
Pero luego de los acuerdos que la gente de Mieres hizo con el excolorado Amado y los exfrentistas de Valenti, varios dieron por sepultada una posible alianza con los partidos tradicionales.
Ni era tan fácil el acuerdo de todo el arco opositor antes, ni será difícil ahora. Falta mucho tiempo para la elección y para el armado de un nuevo gobierno, pero parece claro que ese acuerdo se concretará pese a posibles deserciones, aunque su marcha será con ideas y vueltas, desconcertantes para los que se asombran y se escandalizan por cualquier hecho.
Ni era tan fácil el acuerdo de todo el arco opositor antes, ni será difícil ahora.
Esos dos ejemplos, uno del oficialismo y otro de oposición, sirven para ilustrar cómo se genera caldo para afirmaciones contundentes, que no tienen asidero. A la distorsión generada por lo exageradores, se sumará el efecto de las “noticias falsas” y su derrame en redes sociales, la utilización de frases aisladas para opinar drásticamente, y los golpes-bajos de los que quieren aprovechar la confusión. Frente a rumores del tipo boca-a-boca o a mensajes de redes reenviados, los medios de prensa tienen la responsabilidad de informar con serenidad y rigor, y el público que quiera un seguimiento correcto de la campaña electoral, deberá entender que hay “información gratis” en redes, pero que eso no es claridad, sino neblina.
Uruguay está en la antesala de un año electoral que muestra tendencias bastante claras hacia junio y hacia octubre, pero ni el futuro está escrito, ni las chances mutan de norte a sur por casualidad y en cada día.
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