Analía Pereira

Los cuentos de una dama que llega a 82 años dejando huellas en el campo

Raquel Russi, la primera mujer directiva y presidenta de la Sociedad Rural de San Carlos, sigue en el gremialismo y compartió sus anécdotas, consejos y recuerdos

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16 de noviembre de 2020 a las 05:00

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Raquel Russi cumple 82 años este lunes y es un buen ejemplo de una vida dedicada al ruralismo, porque hace poco vendió sus lanares y vacunos, arrendó su campo –a pocos kilómetros de Pueblo Edén– y se retiró de la producción ganadera tras 34 años de gestión, pero sigue vinculada al gremialismo agropecuario.

Fue la primera mujer en ser directiva de la Sociedad Rural de San Carlos y también la primera dama que presidió esa gremial, donde sigue integrando la comisión directiva. También fue presidenta de la Cooperativa Agraria Limitada de Maldonado (Calima).

En el predio de la Rural de San Carlos, Russi recibió a El Observador y contó que nació en el norte de Montevideo, en la bodega elaboradora del vino Potro, que hacía su padre.

A los tres años se fue a vivir a Canelón Chico, en una quinta de 60 hectáreas, donde se crio entre tareas de campo, como la producción de vino y sidra y la de árboles frutales.
Desde niña le gustaron mucho los animales. Recuerda que unos amigos de su padre le regalaron un petizo y que cuando cumplió seis años su papá le obsequió el “recadito”, un regalo que nunca olvidó: “Cierro los ojos y lo veo puesto arriba de la sillita matera de mi padre”, comentó.

A los ocho años se fue a estudiar a un colegio pupilo en Montevideo y cuando terminó volvió a la quinta a trabajar junto a su padre. Se encargaba de hacer los mandados, de recibir gente, llevaba los libros de la quinta y atendía al frutero.
“Desde esa época empecé a ir a lugares que no eran lo común para una mujer, por ejemplo a la herrería, un mundo de hombres. Me miraban raro cuando decía que iba a la herrería, a la barraca o a llevar la tropilla. Siempre tuve una vida mezclada, entre el quehacer de los hombres en las tareas rurales y mis tareas más específicas”, detalló.

Para Raquel, hoy la mujer en el campo “no tiene tanta diferencia” con el hombre, como sucedía antes. Según recordó, cuando comenzó a trabajar en el campo y hablaba sobre cómo producía “el sexo se borraba y era todo de productor a productor”.
“Creo que ahora la mujer se ha dispuesto a atender el campo y trabaja a la par del hombre; aunque el trabajo sea pesado, no dice ‘esto no lo hago’”.

En constante innovación

Cuando fue mayor se casó, se fue a vivir a Progreso y tuvo cinco hijos. Pero en 1984, con 56 años, compró 400 hectáreas de campo y sierras en la ruta 12, adquirió 35 ovejas Corriedale y hasta hoy recuerda que los ahorros se le terminaron enseguida.
Desde el inicio intentó vincularse con técnicos, y asesorarse sobre tecnologías, nunca se cerró a decir “siempre se hizo así”, porque “si te cierras a eso, no se le saca el rendimiento al campo”.

Tiempo después de trabajar con lana, introdujo en su campo ovinos Caramora, animales de doble propósito que ella considera “la carne de cordero más rica que hay”.
También trabajó con las razas Texel e Ile de France, para aportar más carne, y con Merino Dohne, para dotar a su majada de carneros doble propósito que mantuvieran la finura en la lana.

Con los años también trató de profesionalizar la esquila y sus técnicas, para mejorar una tarea muy detallista, en la que por ejemplo siempre atendió a que no se mezclaran con la lana pelos o alguna fibra manchada por orín de la oveja.
Incluso, hace solo dos años viajó a Nueva Zelanda y Australia para conocer más sobre la industria ovina. Allí conoció la raza Highlander y cuando volvió a Uruguay adquirió unos ejemplares que se reprodujeron con creces. Cuando vendió todo su ganado, al retirarse de la producción, esas ovejas fueron las únicas que no vendió: se las regaló a su nieta.

Arriesgarse e innovar son dos conceptos que han acompañado el trabajo de Raquel, que por ejemplo implementó hace unos años la esquila preparto, una práctica que acompañó con capas para proteger a las ovejas.

“Hay que estar atentos a las necesidades del mercado para cambiar de tecnología. No es fácil ni rápido mejorar las razas, pero creo que lo más importante es estar siempre abierto a lo nuevo, e ir tomando de eso lo que uno puede desarrollar”, reflexionó.

Además de ovinos, trabajó con Hereford y Aberdeen Angus, que cruzaba para obtener un buen valor híbrido que diera más rendimiento en kilos.

En San Carlos se integró a Calima. “Tenía conocimiento de la empresa y fui sumando mi experiencia”, comentó. De esa época recuerda dos anécdotas: hacer un canje de deuda con el Banco República de US$ 250.000 por US$ 50.000; y rechazar un negocio “fabuloso”, porque quisieron pagarle con cheque. “Vendíamos uno de los últimos galpones y cerrábamos la problemática. Les dije que solo aceptaríamos efectivo, fui firme porque era la presidenta. Hasta el día de hoy los estamos esperando, si hubiera sido con cheque, no pagaban”, afirmó.

La firmeza a la hora de hablar es algo que distingue a Raquel hasta hoy. Eso la destacó en la directiva de la Rural carolina. En la primera reunión a la que asistió había ocho hombres y todos le dijeron lo mismo: “'Usted es la primera mujer que se sienta en esta mesa'”... ¡como para que se me olvidara!”, recordó.
Años después fue presidenta y hoy sigue en la directiva. “Como cristiana y productora, involucrándome en la cooperativa y en la Rural puedo trabajar por los productores: es lo que tenemos que hacer todos, trabajar por el prójimo”, indicó.

Analía Pereira

Un consejo por la pandemia

En la Rural puso el foco en atender las preocupaciones de la zona. Y ahora, en tiempos de pandemia, aconseja: “Las personas mayores que se sienten encerradas, busquen algo para hacer, tejan, escriban, tengan una planta o un gatito, no se encierren en sí mismas; esto va a pasar y todos tenemos que estar bien, no se achiquen que todos podemos hacer algo”.

“Después de 34 años de trabajo de campo, espero jubilarme de ganadera. Disfruté mucho el trabajo. Tantas veces me iba cansada o llorando, pero salir de noche a mirar el cielo en el campo no se paga con nada”, reflexionó, y concluyó diciendo que llegó el tiempo de dedicarse a sus 11 nietos.

La lana que produjo para autos de alta gama 

Raquel Russi, entre otras actividades, se dedicó a vender lana para Central Lanera Uruguaya. Según recordó, un año vendió un lote de 150.000 kilos que se exportó para una fábrica de automóviles de alta gama en Alemania, para hacer tapizados. La empresa tenía como requisito que la lana fuera clasificada por sexo del animal y por finura.  Contó que al momento de esquilar se sacaba la lana que venía de los cuartos del animal “porque donde el animal se echa se aplastan fibras y esas fibras aplastadas pueden hacer el efecto de un pelo en la textura, porque es una fibra muerta”. Y también recordó que entre la lana no podía ir ningún pelo y nada de fibras coloreadas por orín, que no absorben la tinta de buena manera.
 

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