Luis Acosta y el recuerdo de su pasaje por Peñarol

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Obdulio lo aconsejó, lloró en la cancha con Uruguay por Morena y fue feliz con un Fitito: la vida del Loco Acosta

Fue campeón sudamericano con Uruguay en juveniles y también con la selección mayor
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12 de mayo de 2023 a las 19:49

Tenía 51 años y estaba en el taller al que había llevado su auto a arreglar. Se sintió mal y le pidió al mecánico si no lo llevaba a su casa. Cuando llegaron, le dijo: “Me acuesto una siesta y se me va”. Por algo le dicen Loco. Vinieron unos amigos y vecinos, y lo convencieron de llamar a una ambulancia. Cuando llegó a Casa de Galicia, le dijeron que tenía un preinfarto y que debían operarlo. Así salvó su vida.

“Nunca perdí el conocimiento y me hicieron dos bypass. Un médico argentino habló con mi hija Valentina, mi reina, como yo le digo: ‘Hay que operarlo ya’. Menos mal que mis amigos no me dieron bola”, dice Luis Alberto Acosta a Referí.

Hoy, casi 13 años después, se cuida con las comidas, camina, anda en bicicleta.

Luis Acosta y su hija Valentina en la actualidad

Y recuerda aquellos días con una sonrisa, luego de un poco de susto. “Yo entonces fumaba, el médico vino después de la operación y me dijo: ‘Bueno, mi amigo, el cigarro lo dejamos porque si no, no hay otra vuelta’. ¡Y él tenía un olor bárbaro a cigarro!”.

Fueron muchos exjugadores a verlo. Entre ellos, Fernando Morena y el Tito Goncalves, a quien conocía de cuando dirigió a las inferiores de Peñarol en Las Acacias y de cientos de charlas con mates de por medio. “¡Qué personaje bárbaro! Se subía a una silla de ruedas y jugaba carreras en pleno sanatorio. ¡No sabés lo que era!”, cuenta a las risas.

Acosta nació en el Hospital Pereira Rossell y toda su vida la vivió en Villa Española.

“Vivía a dos cuadras de Obdulio Varela. Recuerdo que a veces nos iba a ver cuando jugábamos en la canchita de la escuelita y me decía: ‘Siga, siga, que usted va a llegar’. Yo tenía 11 años y jugaba ya con los hombres. Era un fenómeno el viejo, un tipo bárbaro. Ya de grande, le dije que iba a practicar a Wanderers y me dijo que abandonara las canchas de barrio si me iba a dedicar en serio”.

Luis Acosta en Wanderers 1980: Raúl Esnal, Néstor Montelongo, Julio Acuña, Ariel Krasouski, Gualberto De los Santos y Luis Fleitas; abajo, Juan J. Cabrera, Jorge Barrios, Jorge Yañez, Enzo Francescoli y Luis Alberto Acosta.

Tuvo una “linda infancia. Mis viejos me criaron a los tirones. Era una familia laburadora, luchadora, me dieron todo. Vivía jugando en la calle. Mi papá Roberto era mi padrastro, pero yo lo quise como mi padre porque me crió. Se rompía el lomo para que tuviera todo y me compraba hasta los zapatos de fútbol. Era mecánico y trabajó en una fundición de chofer. Mi vieja Yolanda, tiene 84 años y vive conmigo. Siempre hacía de todo para mí”.

En el baby fútbol, defendió a Corinthians, un cuadro del barrio y también a Sol de la Unión. A veces jugaba de golero cuando faltaba su compañero y dice que “era bueno. También jugué al básquetbol, pero me echaron porque jugaba con el pie. Jugaba bastante bien, pero le pegaba a veces a embocar con el pie, en Larre Borges y el técnico me dijo que siguiera en el fútbol”.

Acosta en la intimidad de su casa

Le gustaba mucho ir al tablado en carnaval y por lo que era el barrio de la Unión, cercano a su casa, era hincha de Los Saltimbanquis.  “Me encantan las murgas y el carnaval. Cuando tuve algunos pesos, fui dueño de la comparsa Canela y su Barakutanga. Julio “Canela” Sosa, quedó muy agradecido en aquel momento. Tuve una amistad de muchos años con él. También era amigo de Cachete Espert que vivía a la vuelta de casa y que era el dueño de Los Saltimbanquis. Hablábamos de caballos de carrera porque mi exsuegro tenía y de todo un poco. El Boca (Gerardo) Arias es como un hermano, pero cada uno en las suyas (se ríe irónico). Yo le digo que es un penal en la hora”.

Cuando Mario Saralegui lo llevó como ayudante suyo a las inferiores de Peñarol, luego fue técnico campeón de la Quinta y dirigió al sobrino del Boca, a Maxi Arias. “Mario me dio la chance de poder mostrar lo que podía hacer. Primero fui ayudante y luego técnico de la Quinta, en la que jugaban entre otros, (el arquero) Sebastián Sosa y al Piojo Pérez. Después se unió en la Cuarta Julio César Giménez a dirigir. No hay más jugadores como él, un fuera de serie”.

Wanderers 1983: arriba Nelson Quevedo, Víctor Mancinelli, Ricardo Meroni, Raúl Esnal, Mario Delgado y Celso Otero; abajo, Jorge Yañez, Jorge Barrios, Daniel Carreño, Alcides Fagúndez y Luis Acosta.

Al hablar de ídolos de su infancia, solo nombra uno: “Morena, siempre Morena. Lo escuchaba nombrar por radio: el Potrillo. ‘¡Qué monstruo debe ser ese!’, pensaba. Y con los años, tuve la suerte de jugar con él. Nunca había ido al estadio y un día fui con un vecino a ver a Peñarol, del cual siempre fui hincha. Morena liquidó el partido de cabeza en la hora. ‘Algún día voy a jugar acá’, dije. Y la vida me llevó a que, con los años, fuéramos compañeros y amigos. Tomábamos mate en Almería y Yacó, en la oficina del Tornillo Viera, con (Julio) Montero Castillo, Morena, (Ariel) Sandoval, Luis Cubilla y el Maño Ruiz”.

Siendo un adolescente se fue a probar a Nacional. “Me echaron enseguida porque era chiquito de estatura. Estaba Miguel Ignomiriello como técnico y había jugadores muy buenos como (Ricardo) Pagola, (José María) Muniz, (Alberto) Bica, (Ernesto) Popelka, Darío Pereyra, Rodolfo (Rodríguez). Y vino un señor que me dirigía en Corinthians, Ruben, y me llevó a practicar a Wanderers. Me vieron jugar. ‘¿Podés venir mañana?’, me preguntaron. Y al otro día me ficharon. Pepe Etchegoyen era el técnico y me dijo: ‘Pibe, jugás bien, ¿eh?’ Me tuvo entrenando seis meses y me hizo debutar en la Primera”.

Wanderers 1988: arriba: Mario Rebollo, Celso Otero, Fabián González, Mario Delgado, Guillermo Sanguinetti y Mario Carballo; abajo, el peruano Juan Carlos Cabanillas, Walter Pelletti, Ramón Castro, Enrique Peña y Luis Acosta

El Loco Acosta cuenta que Pepe lo trataba “como un padre. Yo era medio complicado. Venía para casa en un Volkswagen y me preguntaba: ‘¿Tenés para comer? ¿Tenés para la leche?’. Le tengo que dar las gracias, porque uno de joven se lleva el mundo por delante. Debuté y la rompí. Jugué notable ese partido contra River y le ganamos 1-0. Al otro día los diarios titulaban; ‘Una nueva estrella, una figura’”.

Entonces bien a lo Loco, se la creyó, pensó que estaba en el Olimpo del fútbol. “Después de ver eso en los diarios, no fui a entrenar por dos días. Ya pensaba que era un fenómeno y que iba a ser titular siempre. Luego de esos días, vi el Volkswagen en la puerta y nunca más falté. ¿Sabés qué pasó? Concentré para el otro partido en el Prado y me preguntó el mismo día que jugábamos: ‘¿Cómo estás?’. Y le contesté: ‘Con unas ganas bárbaras de jugar’. Su respuesta la recuerdo hasta hoy: ‘Bueno, me alegro. Andá a jugar a la Tercera’. Esa lección me quedó para toda la vida. No falté nunca más”.

En Wanderers tuvo compañeros de primer nivel en sus diferentes períodos en el club: Enzo Francescoli, Daniel Carreño, Ariel Krasouski, Jorge Barrios, Raúl Esnal, Celso Otero, el peruano Juan Carlos Cabanillas, solo por nombrar a algunos.

El Loco Acosta fue campeón con Uruguay en juveniles y en mayores

“Cuando debuté jugaban (Juan) Mulhethaler, Luis Cánepa, (Jorge) Fanis, Aníbal Alves, Richard Forlán, el Trapo Olivera. Jugué con el Bebe Castelnoble y después pasó a ser el técnico en 1980. Se armó un gran equipo. Enzo recién arrancaba y ya se veía lo que iba a ser. ‘¡Qué niño más feo!’, le decíamos en las prácticas por los ojos saltones. Al Flaco no daba ni para pegarle en los entrenamientos, era un buen tipo. Teníamos un equipazo, y nos peleábamos para patear los tiros libres entre varios. Un día, el Chifle (Barrios) preguntó: ‘¿Por qué no me dejan patear a mí?’. ‘Porque vos estás para sacar los óbol’, le contesté. (Se ríe). En 1980 fuimos vicecampeones uruguayos detrás de Nacional”.

Raúl Bentancor lo citó para la selección uruguaya juvenil en 1979 y fue campeón con la celeste.

Así lo recuerda: “Salí campeón y lo primero que hice fue comprarme una moto. ‘¿Moto o fútbol?’, me dijo el Pepe Etchegoyen. Y me agregó: ‘¿No viste lo que le pasó a tu compañero? (por Aníbal Alves, quien se accidentó en una moto y quedó para siempre en una silla de ruedas). Entonces la vendí”.

Entonces seguía yendo a las prácticas en ómnibus. Desde Villa Española al Prado, ponía unos 50 minutos y se encontraba con compañeros como Jorge Yanes y Néstor Montelongo.

El Loco Luis Acosta y el argentino Daniel Brailovsky, ambos con su respectivo mate, cuando jugaban en América de México

“Iba en ómnibus, en el 306. Le pusimos ‘la oreja’ porque estaba toda la mugre (se ríe). Un día me reuní con el presidente Mateo Giri y le pedí si no me compraba un auto. ‘No aguanto más de venir en ómnibus’, le dije. Y me compré un Fiat 600, un Fitito, y yo, loco de la vida, íbamos a cazar liebres porque me encanta, hasta el día de hoy, y era muy bueno cazando. Regalábamos en el barrio entre 20 o 30 liebres y nosotros también comíamos”, explica.

Y cuenta una anécdota: “Un día pinché y me olvidé del gato. Y entre dos amigos que ya fallecieron que eran dos ursos, levantaron al Fitito y pude cambiar la goma”.

De Wanderers, pasó a América de México, un club gigante y debido a su juventud, sintió lo que era ese salto.

“Me afectó en todo. Salté de la alpargata al mocasín último modelo. El Tornillo Viera me quería llevar y me dijo: ‘Mirá que te vienen a ver de América. Yo no iba a jugar, pero cuando me habló, jugué. Más que un club, era una empresa y era impresionante la plata que tenían. Te conocía todo el mundo. Tuve la suerte que fui campeón con Carlos Reynoso como técnico. El Ruso (Daniel) Brailovsky (delantero argentino que se había iniciado en Peñarol), me ayudó mucho. También jugaba Miguel Zelada, el tercer arquero de Argentina cuando fueron campeones del mundo en 1986. Era un mundo totalmente distinto, con ocho canchas para entrenar. El día y la noche”, recuerda.

Todavía vivía Mario Moreno, Cantinflas, el gran actor y cómico mexicano y almorzaba en el restorán “Mi viejo”,  el mismo al que iba Acosta.

Luis Acosta cuando jugó por River Plate de Argentina

Cuenta lo que vivió con él: “Un día lo vi y dije para mí: ‘A este señor lo conozco’, ¡mirá mi ignorancia! (Eduardo) Cremasco, un exjugador de Estudiantes de La Plata, era el dueño y le comenté que lo conocía de algún lado, pero no sabía de dónde. ‘No puedo creer que seas tan burro. Es Mario Moreno, Cantinflas’, me contestó. Le pedí que me lo presentara. Fui y el loco era un placer, tenía una humildad tremenda. ‘Disfrute de mi país. ¿Cómo es Uruguay? ¿Dónde juega usted?’, me dijo. En esa época no había selfies, pero el orgullo que tuve de estar con él, fue enorme. Nunca lo voy a olvidar”.

Su carrera crecía y pasó a River argentino que tenía un equipo espectacular, el año antes a ganar la segunda Libertadores.

“El técnico era el Bambino (Veira), un personaje, no te podías calentar con él. ‘Andá a entrenar uruguayo’, me decía. Me puso en un partido, y yo quería jugar. ‘¿Te parece que te puedo poner a vos? Con 12 no podemos jugar’, me decía con buena onda. Yo miraba el banco y estaban Pipo Gorosito, Goycochea, el Beto Alonso, Caniggia y Troglio. De titulares jugaban entre otros (Óscar) Ruggeri, (Nery) Pumpido, (Américo) Gallego, (Luis) Amuchástegui, Enzo... Un plantelazo. En el plantel también estaba Gustavo Fernández, el arquero campeón de todo con Peñarol en 1982. Enzo me llevaba a comer y no pagábamos nada en ningún lado y eso que no era lo que fue después. Pero era un rey. Fui a hablar con (el presidente Hugo) Santilli: ‘Déjeme ir’. ‘¿Por qué te querés ir?’, me preguntó. ‘Porque no juego’, le contesté. Y un día vi a Paco (Casal) a quien conocía de chico por mi tío y me consultó: ‘¿Querés jugar en Peñarol?’, y me vine para acá. Estaba (Carlos) Lecueder de presidente. Jugué siete meses y no le cobré nunca. Salimos campeones. Mi hermano Ruben cobró la deuda varios meses después”.

Luis Acosta en su pasaje por Peñarol

En ese Peñarol jugó con Morena y con Diego Aguirre la Copa Libertadores de 1986. Morena ya se había retirado del fútbol, y volvió para jugar esa copa en la cual a los aurinegros les fue muy mal.

“Jugar con Fernando (Morena) en Peñarol, era un sueño cumplido. Diego (Aguirre) llegó ese año y con él me llevé de novela en la cancha. Wanderers me enseñó a ser persona, pero yo de chico era hincha de Peñarol. Jugué contra (Diego) Maradona en los juveniles y no era lo mismo el nivel de adrenalina que sentía, que cuando jugaba con Fernando. Con la selección mayor, enfrenté a Zico, Falcao, Sócrates, y decía ‘puta madre, ¡contra quién estoy jugando!’, pero mi ídolo es mi ídolo. Era muy jodón en la concentración, te hacía jodas para que tuvieras que hacerte la cama de nuevo en Los Aromos”, dice con respeto y admiración.

Roque Máspoli fue su técnico en los aurinegros y mantuvo una buena relación con él: “Fue a mi casamiento. Un personaje. Un tipazo, bonachón. Te decía ‘jugá por acá y hacé esto, y si no lo hacés, te saco’. Y lo hacías y pensabas: ‘No le puedo fallar a este tipo’. Era culón, aparte de lo que sabía. A veces jugábamos mal, y la metíamos con la rodilla”.

Luis Acosta el día que jugó para Nacional y le ganaron por penales un clásico a Peñarol por la Copa de Oro de los Grandes en 1985

Jugó con Nacional en un clásico de la Copa de Oro de los grandes 1985. “Estaba en River y vine a jugar con el paraguayo (Ramón) Hicks y le ganamos por penales a Peñarol”.

Con él, Barcelona de Guayaquil fue el primer equipo ecuatoriano que jugó una final de Copa Libertadores en 1990. La perdió con un penal errado, ante Olimpia de Luis Cubilla, pero tiene un gran recuerdo ya que en ese club, hasta el día de hoy, lo llaman.

“Erré un penal porque (el uruguayo Ever Hugo) Almeida se adelantó un disparate y no era como ahora que te lo hacen patear de nuevo. (Miguel) Brindisi era el técnico, aunque el que armó el equipo fue (Óscar) Malbernat y nos llevó a (Marcelo) Trobbiani, (Mario) Saralegui y a mí”, explica.

Luis Acosta cuando defendió a Barcelona de Guayaquil, con el que perdió la final de la Copa Libertadores

Con Raúl Bentancor, que lo llevó a la selección juvenil con la que fue campeón sudamericano en 1979, dice que se saca el sombrero.

“Me vio jugar cuando debuté en Primera en 1977 y le gusté. No sabíamos qué hacer, éramos gurises. Este país estaba viviendo un momento muy complicado por la dictadura y nos custodiaban los soldados. La gente vivía un momento difícil y nunca la vi tan feliz. Hacían cadenas humanas por 8 de Octubre cuando íbamos desde Los Aromos al Estadio. Yo tenía 18 años y viví un momento tremendo”, recuerda.

El Loco Luis Acosta con la camiseta de Uruguay, con la que ganó la Copa América de 1983

En julio de 1983, un delegado de Wanderers le dijo que tenía que presentarse en CAFO al otro día a las 8 de la mañana porque lo habían citado a la selección mayor.

“Me citaron porque se lesionó Venancio Ramos. ‘No voy nada. ¿A qué voy a ir, a perder el tiempo? Si no tengo chance de jugar’, le dije. Y fui y el Gordo Borrás me puso de entrada. Debuté en un partido contra Perú y me sacó promediando el segundo tiempo. ‘Declará que te saqué porque estabas cansado’, me dijo. Después del partido me preguntaron por qué me había sacado Borrás y contesté: ‘No sé, pregúntenle al técnico’. Tenía 22 años. ¡Mirá si iba a estar cansado!”.

Ese mismo año, fue campeón de la Copa América, siendo titular en las dos finales contra Brasil. Ante Venezuela, lo habían echado en la jugada en la que fracturaron a Fernando Morena.

La portada de El Diario: Luis Acosta se agarra la cabeza cuando vio que habían fracturado a Fernando Morena en el partido entre Uruguay y Venezuela

Así lo recuerda: “Cuando lo quebraron a Fernando, se me caían las lágrimas. Estaba jugando con mi ídolo, la persona que era, el hombre que era. Yo me sentí como culpable porque le devolví la pelota en una pared y quedó medio corta, y ahí la fue a buscar y René Torres lo quebró. Hasta ahora escucho el crack, como si se rompiera una caña. Fui y le pegué a Torres. No sabía quién era el Cata Roque (uruguayo, técnico de Venezuela) y le pegué una piña y le partí el pómulo. Ahí me echaron. No jugué en Chile y sí tenía que ir a Venezuela en la revancha. Ahí me buscaban todos cada vez que agarraba la pelota, decían: ‘¡A ese, a ese!’”.

El equipo titular de Uruguay en la segunda final de la Copa América de 1983 que jugó en Bahía y le ganó el título a Brasil; Acosta aparece penúltimo abajo desde la izquierda, al lado de Enzo Francescoli

Un año después, llegó Inglaterra al Centenario. Venía de ganarle a Brasil 2-0 en Maracaná y Ruben Sosa, con 18 años, debutó en la celeste cuando Acosta salió reemplazado.

Pero el Loco no solo hizo su único gol con Uruguay –a Peter Shilton, quien dos años después se haría más famoso de lo que era porque Maradona le hizo un gol con la mano y el golazo más lindo de la historia de los Mundiales–, sino que todos recuerdan una jugada memorable en la media cancha cuando recibió un pase de Daniel Martínez y le tiró un taco con caño incluido a Mike Duxbury, de Manchester United.

En este video se puede ver esa jugada:

“Ese día le ganamos 2-0 con un gol mío de un penal que me hicieron a mí. Lo quería patear (Juan Ramón) Carrasco. Yo levantaba la mano y hacía como que hablaba con Borrás. ¡Todo mentira! ‘¿Viste lo que dijo Borrás?’, –le comenté a Juan–. ‘Me pidió que lo pateara yo’, le insistí. Al final, lo pateé yo. Ese día le tiré un taquito a uno y la fui a buscar al otro lado. Me salió una linda jugada. Cuando entró Sosita por mí, en su debut, le dije: ‘Dale con todo’”, cuenta.

Quedó fuera del Mundial de México 86 porque América de ese país, no lo dejó venir a jugar las Eliminatorias. “Se lo expliqué a Borrás, pero nunca más me citaron. Tenía una calentura bárbara. Y después fueron a jugar a Querétaro, donde yo jugaba y vivía, y ni los fui a ver por la calentura que tenía”.

El Loco recuerda muy bien sus mejores momentos en el fútbol

De Borrás dice que “tácticamente sabía cómo jugaban los rivales, pero técnicamente no le fueras a pedir que te enseñara a pegarle a la pelota, porque no sabía. Fernando (Morena) lo jodía. Le tiraba la pelota cuando estaba de espaldas y le decía: ‘Profe, alcáncemela por favor’, y él no sabía pegarle porque nunca había jugado al fútbol. Y todos nos reíamos”.

Recuerda que en las finales contra Brasil, “acá los pasamos por arriba. Allá fue complicado porque todo Bahía se nos puso en contra. Fui titular y jugaba como cuarto volante, por eso te digo que el Gordo (Borrás) tácticamente era un fenómeno, yo ya no atacaba tanto. Le metí la pesada a Renato Gaúcho (el actual técnico de Luis Suárez y Felipe Carballo en Gremio), aunque desde afuera porque yo ya había salido. Estaba de vivo y ¡sabés cómo aguantaba! Era malo y casi nos vamos a las manos. Porque además, tenía su lomo”.

Luis Acosta y Wilmar Cabrera en su pasaje por Huracán Buceo

“No podíamos creer haber ganado, la alegría que teníamos era notable. Ganar algo fuera de casa fue tremendo, porque todos nos creíamos que íbamos a ir a un tercer partido, máxime cuando nos hicieron el 1-0. La llegada a Montevideo fue impresionante por el recibimiento de la gente. Fuimos a la sede de la AUF”, dice.

Luis habla de lo que le regaló la vida luego de su pasaje por el fútbol. “Ser feliz fue el gusto que me pude dar. Pude tener mi casa, familia, tengo amigos, tomamos mate en la puerta de casa con exjugadores. Gracias a Dios no generé enemigos ni en mi carrera, ni en la vida”.

Luis Acosta como ayudante técnico de Gastón Machado en Wanderers, y el profesor Alejandro Cáceres

Y recuerda sus duelos con el Indio Walter Olivera. “¡Con el Indio tuve cada líos! Y luego, nos abrazamos y hasta antes de la pandemia, íbamos a pescar a alguna laguna. Los codos del Indio, no sabés las cicatrices que tienen (se ríe). En un partido le dije: ‘Si vos me pegás, mirá que yo te pego’. Un día lo saqué del partido. Le pegué un planchazo y el miércoles nos encontrábamos en la selección y me estaba esperando en la puerta. ‘Eso pasó, ahora te voy a defender porque sos mi compañero’, me dijo. Un grande”.

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