Por Martín Viggiano, desde Chile
Boston, Estados Unidos. Un empresario tiene una flota de 500 taxis. Dinero no le falta, pero siente la necesidad de llenar un espacio. De pronto este hombre, Edgar Tutudján, ve en Chile una oportunidad de negocio. Porque en definitiva es un hombre de negocio. Fue así que fundó en 1995 la bodega Apaltagua, que al día de hoy cuanta con 6 campos en cinco valles diferentes. Persigue un concepto de vinos Premium, pero con la obsesión de mantener siempre una relación calidad precio adecuada. Las etiquetas van de 10 a 20 dólares.
El vino lo puede todo. Es así que al día de hoy, esta bodega, que es pequeña en la escala del país trasandino, tiene un dueño norteamericano que vive en Boston y un jefe de enólogos francés, que llegó a estas tierras porque se enamoró de una chilena arriba de un avión.
Visité este lunes el establecimiento de la empresa en la zona metropolitana, muy cerca a Santiago, en la primera parada de una ruta del vino organizada por ProChile, un organismo estatal de promoción de las exportaciones. Estas son solo parte de las instalaciones del emprendimiento, que destaca sus viñas en Maipo, Colchagua, Apalta y San Antonio, entre otros.
Tiene vinos muy jugados, realmente. ¿Un ejemplo? El Carmenere Rosé que estrenó hace un par de años, y que este 2013 logró una expresión deliciosa. Tiene un color salmón claro, con notas minerales en nariz y boca. También el Sauvignon Blanc varietal 2013 es digno de 90 puntos, y que también presenta notas ligadas a la cercanía a la costa del Pacífco. De los 18 vinos, pude probar ocho. Además de los que ya comenté, valen la pena otros dos. Uno es 100% Cabernet, de cosecha 2011, llamado “Signature”, y de las viñas de la bodega en el valle del Maipo. Por último el ícono de la bodega, llamado “Grial”, que es 100% Carmanere de Apalta, y que tiene una potencia imponente. Los dos tienen un nivel muy alto, de esos vinos que uno dice “lo compraría”.
¿Qué tiene de distinto viña Apaltagua? Además de lo dicho, esta gente intenta innovar. Pero innovar en todo. Por ejemplo, según contó el enólogo francés Benjamin Mei, buscan delicadeza en sus vinos con técnicas variadas, como estacionar una misma partida en barricas, para mezclarlas luego con otras que no tuvieron ese proceso. Así, la madera está lejos de tapar o interrumpir al vino, que de esa forma se presenta elegante y expresivo en sus descriptores naturales, ligados a la fruta y el proceso de fermentación.
Como primera parada de esta ruta del vino en Chile, un país tan diverso, que tiene 5.000 kilómetros de extensión de norte a sur, pero con la calidad natural que le permite un clima único para producir vinos excelentes, fue excelente. En vez de comenzar por lo tradicional y extensivo, Apaltagua resultó una experiencia exquisita, a escala mediana, pero sobre todo con un espíritu innovador que entusiasma.
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