Opinión > COLUMNA/EDUARDO ESPINA

Los ochenta llegan a los 70

Phil Collins es el primer inglés entre los referentes de una década dorada en llegar a los setenta años
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06 de febrero de 2021 a las 05:02

El restaurante The Pump Room de Chicago estuvo abierto entre el 1º de octubre de 1938 y el 29 de junio de 2017. Su cierre definitivo en esa fecha fue una tragedia para la ciudad de los vientos, pues perdió a uno de sus referentes históricos, aunque no cualquiera podía entrar y sentarse en sus cómodas mesas por donde pasaron celebridades de todo tipo; Marilyn Monroe, Frank Sinatra, Ronald Reagan, Bette Davis, Mick Jagger, etcétera. Hay pocos etcéteras más largos que este. El restaurante fue una institución culinaria mundial. En agosto de 1983, al lugar llegaron a cenar Phil Collins y Robert Plant. En entrevista publicada en la revista Playboy, Collins contó lo sucedido: “Estaba de gira con Robert Plant y nos estábamos quedando en el Ambassador en Chicago. Teníamos quizá 30 habitaciones para nosotros en el hotel y estábamos pagando precios exorbitantes. La segunda noche que estaba allí, fui al bar vestido bastante elegante, con pantalones adecuados, no jeans, y una bonita chaqueta de cuero, y me dijeron: ‘Señor, no puede entrar aquí sin chaqueta’. Dije: ‘Estoy usando una chaqueta’. Así que Robert empujó al tipo a un lado y entró. No iba a hacer eso, iba a pararme y discutir con el tipo. Dijo: ‘No es una chaqueta adecuada’. Para abreviar la historia, yo estaba lívido. Nunca en mi vida había estado tan enojado, bueno, tal vez una vez. Pensé en diferentes cosas que hacer, como tal vez ir allí con el tipo correcto de chaqueta y pedir una bebida y simplemente verterla en el suelo y decir: ‘¡Bueno, tengo una chaqueta puesta! No puedes hacerme nada’. Quizá debería romper algunas fotografías en la pared, un poco de la actitud de Robert Plant. Pero no hice nada, por supuesto. Solo me quejé por lo sucedido”. El incidente sirvió como inspiración al nombre de uno de los álbumes más populares en la historia de la música.

En 1985, annus mirabilis para la música, se realizó el multitudinario concierto Live Aid, en el que Collins, cortesía del avión Concorde, tocó el mismo día en dos ciudades separadas por el océano Atlántico: Londres y Filadelfia. El 18 de febrero de ese año de tanta proliferación creativa, plagado de hits sin fecha de vencimiento, Phil Collins editó No Jacket Required (No se requiere chaqueta), su tercer álbum solista, el cual contiene 10 canciones: Sussudio (favorita de David Letterman), Only You Know I Know, Long Long Way to Go, I Don’t Wanna Know, One More Night, Don’t Lose My Number, Who Said I Would, Doesn’t Anybody Stay Together Anymore, Inside Out y Take Me Home. Cuatro de las canciones, Sussudio, One More Night, Don’t Lose My Number y Take Me Home (casi la mitad del número de canciones que traía el disco, algo muy inusual en la industria musical) integraron el top ten de Billboard, y las dos primeras alcanzaron la posición principal. Del álbum se han vendido hasta la fecha más de 25 millones de copias, una enormidad para la década de 1980 y aún más para el presente. Pruebas al canto: uno de los discos con mejores ventas en lo que va de este siglo, 1989, de Taylor Swift, vendió con mucho esfuerzo promocional 5 millones de copias. La prodigalidad de No Jacket Required tuvo la mejor conclusión; en los 28º premios Grammy, en 1986, ganó en la principal categoría, Álbum del año, en tanto Collins triunfó como Mejor interpretación vocal pop masculina y Productor del año (junto a Hugh Padgham, co-productor del álbum).

Junto con Michael Jackson, Prince, Madonna y Bruce Springsteen, Phil Collins es uno de los cinco solistas clave de la década de 1980, de la cual tan notable música salió. Es una estrella de estela inagotable. Por años seguidos se cansó de producir éxitos y llenar estadios en todas partes. Entre los referentes, es el primero de origen inglés en llegar a la venerable edad de 70. Son tantas las canciones de Collins reconocibles inmediatamente, que puede llenar varias horas de presentación en vivo con un hit tras otro. ¿Cuántos así? Muy pocos. Ha sido, aunque casi nadie en su momento se lo reconoció (algo que el propio Collins siempre ha resentido), un adelantado en varios niveles. En infinidad de los artistas de estos días puede verse su influencia, a nivel de ritmos, melodías y arreglos. El innovador cantautor que se presentó dos veces en Montevideo acuñó un estilo, y eso pocos en la historia de cualquier disciplina artística logran. Su voz, además, es inconfundible a leguas de distancia.

Alguien dijo en la década de 1980 que “ahora mismo en algún lugar del mundo está sonando en alguna radio una de sus canciones”. Lo mismo puede afirmarse en la actualidad, pues las radios que solo emiten música de esa década proliferan en todas partes y la música de Collins mantiene una blindada vigencia, lo mismo que la de Génesis, trío con el cual grabó 16 álbumes y al que llegó luego de ver un aviso invitando a audiciones para un baterista. Genio para la gente común, pero no para los críticos, ha proyectado la imagen de tipo común que de noche toca su música en un cabaret después de haber cumplido ocho horas en un banco o vender seguros (fue a lo que se dedicaba su padre). Sus canciones nunca fueron banales ni cursis y el paso del tiempo las convirtió en clásicos, categoría a la que solo acceden selectos artistas. Los críticos creen que los músicos no pueden ser populares para ser buenos y en este caso se han equivocado en grande. Cuarenta años atrás dijeron que la canciones de Collins eran cursis e hiperproducidas (que las letras no tenían pies ni cabeza, que eran vagas), esto es, que habían sido “fabricadas” de manera estándar y no con sentido artístico. Por ese error de perspectiva y juicio crítico, el inglés no fue incluido en el canon de los músicos prestigiosos de la música pop y rock de por entonces. Sin embargo, a sus canciones –en ellas está su autobiografía– las caracteriza una autenticidad a rajatabla (la simpleza muy bien elaborada no es impostada) y exhiben un sentido de bienestar aportado por la melodía que es el común denominador de las mismas.

Nacido en Hounslow, suburbio de Londres, Phil Collins siempre ha estado lejos de la imagen de la estrella de rock & pop. Por eso hoy, a pesar del deterioro físico que lo acecha, lo vemos sin sentir nostalgia por la apariencia que tuvo en el pasado. No se preocupó por hacerse un trasplante capilar a medida que se fue quedando calvo, tal como hizo Sting, y entre sus señas de identidad figura la de no preocuparse de vestirse bien a la hora de subir al escenario. Todos quienes lo conocen coinciden en decir que es un gran tipo, con inquebrantable sentido de la puntualidad. Por ser tan amable, ha tenido que pedir perdón en varias ocasiones. Fue tanta su popularidad en la década que le perteneció, que la serie Miami Vice, cuando era número uno del mundo, preparó uno de los episodios (por cierto, uno de los que tuvo más audiencia en la historia de la serie) para tenerlo como actor invitado, encarnando un personaje escrito para él. Sin embargo, el cantante nunca se ha sentido una estrella y suele repetir que “la música es lo que hago para ganarme la vida y poder llegar a fin de mes”. 

El paso de los años demostró que las canciones de Collins han sobrevivido invictas la prueba del tiempo y tuvieron extraordinaria influencia en la música que se escribe, produce y canta en el presente. Los arreglos creados por el músico nacido al oeste de Londres pueden detectarse en infinidad de solistas y grupos populares en estos días, como también el inconfundible sonido de su batería, que en la década de 1980 fue replicado por infinidad de artistas, algunos de los cuales, vaya paradoja, eran mucho más mimados por la crítica que el creador del sonido original, quien hoy, desde la serena sabiduría que da la edad, mira para atrás y debe estar diciéndose “yo fui el primero en hacerlo y pocos en su momento se dieron cuenta”. 

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