Manuela García Pintos

Los tamberos que luchan contra la corriente y no ven un futuro para sus hijos

En el primer trimestre de 2019 bajó las cortinas un tambo cada 42 horas; tres tamberos relataron sus peripecias con una cruda realidad para la producción familiar

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27 de junio de 2019 a las 05:01

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Gran parte de los productores lecheros familiares se les ha pasado por la cabeza dejar el negocio. Vender todo y dedicarse a otra cosa. Las nuevas generaciones que siguen en el oficio –cada vez más escasas– lo hacen por tradición o compromiso, pero muchos otros optan por dedicarse a actividades que sean más rentables y ofrezcan mayores beneficios que la lechería.

La Asociación Nacional de Productores de Leche (ANPL) alertó que si el cierre de tambos sigue al mismo ritmo que tuvo durante el primer tramo de 2019, en cinco años no habrá más productores familiares. En el primer trimestre de 2019 bajó la cortina un tambo cada 42 horas. Hubo, entonces, un promedio de 24 cierres por mes, lo que se puede proyectar a 288 tambos al año y a 1.440 en un lustro.

En ese sentido, El Observador conoció de primera mano las dificultades que afrontan los productores lecheros familiares de diferentes zonas del país, que van desde la venta de sus vacas en producción para sobrevivir -porque hace tres meses que lo que cobran se destina al pago de las cuotas de los fertilizantes o insumos-, hasta no tener dinero para que un hijo de 17 años pueda salir de noche.

Estas son algunas historias de tamberos luchan día a día contra la corriente.

Escasas posibilidades de crecimiento

Mauro Curbelo, es un productor familiar de la zona de San Ramón, paraje Castellanos. Explota unas 100 y pocas hectáreas divididas en muchos padrones y con distancia entre los mismos, como sucede en la gran mayoría de los predios de Canelones.

En diálogo con El Observador, el tambero aseguró que la vienen remando desde hace unos cuantos años.

El tambo está a su nombre hace 17 años. Inicialmente perteneció a su padre, luego lo siguió trabajando junto a su hermana y hoy Curbelo está al frente con su señora. Zafralmente cuentan con la ayuda de un colaborador.

Tiene dos hijos: uno de 17 años y otra de 5.

Manuela García Pintos
Mauro Curbelo, productor familiar de la zona de San Ramón, paraje Castellanos.

¿Los problemas? Los que esgrimen la mayoría: costos elevados. Se trata de un establecimiento chico, sin muchas posibilidades crecimiento por las dificultades para comprar campo. Afortunadamente, la familia accedió a una fracción de Colonización de 20 hectáreas a cinco kilómetros del campo que lo utiliza como un área de recría o de forraje.

El tambero relató que en el otoño sacaban leche “bastante bien”. Pero al tener los padrones tan lejos unos de otros se complica a la hora de pastorear los animales. Por ejemplo, tiene un padrón de tres hectáreas a 11 kilómetros del resto.

“Entonces en el tambo tengo un 15% o 20% de pariciones en otoño y el resto de las pariciones en primavera. El problema que ocasiona eso es que en este momento tengo pocas vacas en producción y, por ende, tengo poca leche”, se lamentó.

Es decir, el problema es que no produce leche porque tiene que secar casi el 80% de las vacas ya que no puede ordeñar muchos animales en 30 hectáreas porque tendría que trabajar pura y exclusivamente con reservas, lo que es inviable para el establecimiento.

 Ahora, contó, con las reservas de verano, la situación se complicó y hace tres meses que la familia no cobra por lo que se ve obligada a vender vacas para sobrevivir.

“Hace tres meses no cobro porque los costos de las cuotas de las semillas, fertilizantes y raciones son mayores al ingreso. No hay otra”, confesó.

El mes pasado vendió 14 vacas, cuando todavía el mercado ganadero no tenía los valores de ahora, pero “la olla hay que pagarla y hay que salir adelante”, aseguró.

Su hijo estudia electromecánica automotriz en la UTU en Montevideo. Curbelo aseguró que hace un tiempo que no le gusta el tambo. No lo culpa, porque entiende que es una vida muy sacrificada. “En estos últimos meses, por decir algo, muchas veces no pude darle plata para que fuera al baile. Un gurí de 17 años, es medio complicado”, concluyó.

Diferencia de costo

Roberto Navarro, es un productor de la Barra del Tala o La Cadena, en Canelones.

Junto a su hijo (24 años) y su señora, explotan unas 80 hectáreas con 70 vacas en ordeñe.

Un día normal se levantan a las 5.30 y arrancan con las tareas del tambo. El hijo trae el ganado y él se queda enjuagando la ordeñadora. Ahí comienza el trabajo que dura el resto del día entre que se da comida a los terneros, a las vacas y se cambian las cercas.  

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Roberto Navarro, productor de la Barra del Tala o La Cadena, en Canelones.

Para este tambero, el trabajo no es solo es sacrificado, sino que para él la mayor dificultad es que en el tambo hay que tomar decisiones rápidas. Explicó: “con una vaca hay que ser medio veterinario, con un tractor hay que ser medio mecánico, pero la decisión económica, hoy por hoy, es lo que más nos pega”.

Navarro contó que días atrás un vecino que está estudiando no entendía lo que es la diferencia de costo.

“Yo le decía: nosotros comprabámos 10.000 kilos de ración con un dólar a $ 28 –cuando el dólar estaba a $ 28– y hoy esos 10.000 kilos los tenemos que seguir comprando, pero con un dólar a $ 35 o $ 36. Ahí tenes la diferencia de costo para llevar a la escuela y hacer tus números”, dijo.

En ese sentido, comentó que esa es la gran diferencia que hoy absorbe el tambero y solo tiene dos opciones: o cortar la ración o vender la vaca, hacer algún revalúo o algún crédito para cubrir esos costos.

Lamentablemente, la ración es uno de los tantos costos que tienen hoy dentro del tambo. También están los costos fijos, que siguen aumentando, pero los productores continúan recibiendo el mismo precio de 10 años atrás. Con todos los beneficios y por cada litro de leche les pagan $ 10,50. Del tambo de Navarro salen 1.000 litros diarios y las cuentas no cierran.

Sin embargo, la familia está jugada a la lechería y continúan adelante porque es un emprendimiento familiar, en el que si tuviera que pagar por mano de obra, las cuentas ya no cierran.

Lo que sobra se reparte entre tres personas para vivir el mes.

Tiene dos hijos, uno de ellos trabaja en el tambo y otro se dedica a los camiones.

“Al más chico le gusta y está jugado como uno, pensando en que esto se revierta para salir adelante”, confesó.

Navarro quiere que el cambio sea rápido porque, por ejemplo, si su hijo se va hoy a otras empresas que le ofrezcan mejores y mayores beneficios, en donde le van a pagar el doble y donde no tenga que trabajar los domingos, donde cuente con 20 días libres al año, donde cobre aguinaldo dos veces al año, salario vacacional y, si quiere, horas extras, no vuelve nunca más al tambo.

“Uno no le puede brindar todos esos beneficios. Por eso, el día que vuele, no regresa”, advirtió.

Cerrar todo es algo que se le ha pasado por la cabeza, pero “gracias a Dios” esa idea también se le ha pasado.

Navarro, con sus 56 –casi 57– años tiene en mente jubilarse, dejar encaminado a su hijo y que él decida lo que sea mejor para su futuro. 

Con números rojos, menos tambos

Diego Ragio tiene un tambo familiar en Santa Lucía, sobre el límite con Florida.

En total explota 146 hectáreas propias y ordeñan 90 vacas. Allí vive su familia y la de su colaborador.

Ragio es el administrador del tambo que está en sociedad con sus hermanos. Lo ideal sería que se repartieran las utilidades, pero hoy no dan las cuentas.

Manuela García Pintos
Diego Ragio, tambero familiar de Santa Lucía, sobre el límite con Florida.

Hizo referencia a que los problemas son económicos, de cierres de cuentas  y de costos. Si bien, desde su punto de vista, el precio de la leche “no es malo”, los costos que tienen para producir esa leche “son altísimos” y son los responsables de que hoy no cierren los números y sí lo hagan los tambos.

“Lo que es dólar, la ración, las semillas, los fertilizantes, todo es en dólares. Al subir el dólar se incrementan más los costos. Gasoil y mano de obra son dos costos muy altos que tenemos que si bien son en pesos, se han incrementado. En sueldos ha habido reajustes. En plena crisis subieron los sueldos con reajustes retroactivos hacia atrás”, apuntó el tambero.

Hizo mención a que Prolesa -la empresa de insumos de Conaprole que utilizan sus productores- debita de la leche lo que son las semillas, los fertilizantes, la sanidad e higiene mensual y el BPS.

Particularmente esta empresa familiar tiene un costo aproximado mensual de $ 200 mil, al tiempo que ingresan unos $ 300 mil. De lo que sobra hay que pagar los sueldos, la electricidad, el gasoil y muchas cosas más, entre ellos, el alquiler de la vivienda en Florida y la educación de sus hijos chicos.

Finalmente, Ragio dijo que sus hijos no seguirían con el tambo porque no les estimula lo que ven. Si bien les gusta el campo, no les agrada el tema de producción láctea.

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