Camilo dos Santos

Mano a mano han quedado: de la colonia al siglo XXI

Hispanos vs. Orientales, Monárquicos vs. Republicanos, Aportuguesados vs. Aporteñados, Federales vs. Unitarios, Blancos vs. Colorados, La Defensa vs. el Cerrito, Colorados vs. Nacionalistas; Frente Amplio vs. la Multicolor: siempre dos, frente a frente

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24 de octubre de 2020 a las 05:02

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El Uruguay consolida un nuevo bipartidismo autóctono que asomó como tal en la primavera de 1999, se fue afirmando desde 2004, cristalizó hace justo un año en 2019, y genera expectativas sobre cómo se desarrollará hacia 2024.

La elección de 1994 fue única en la historia, con tres lemas casi empatados; el segundo perdió por 23 mil votos y el tercero quedó apenas 12 mil votos abajo del segundo. El bipartidismo tradicional había muerto en aquella elección con el resultado de “tercios” (31, 30 y 29):

Partido Colorado 30,8%

Partido Nacional 29,8%

Frente Amplio 29,2%

Otros partidos 5,6%

En blanco y nulos 4,7%

En “otros partidos” había uno que sobresalía, el Nuevo Espacio con casi 5%, que luego se dividiría entre los que volvían al Frente Amplio y los que fundaban el Partido Independiente.

Eso era una transición hacia un nuevo esquema que se dio en 1999, cuando se dio el primer balotaje de la historia y con un Herrera que hizo un acuerdo con un Batlle (Compromiso para gobierno nacional); colorados y blancos votaron juntos, para ganar por 54% a 46% a la suma de Frente Amplio y Nuevo Espacio de Michelini.

La elección siguiente afirmó ese bipartidismo, con el Frente (ampliado con el NE) llegando a la mitad de electorado y venciendo a “la otra mitad” de alianza blanco-colorada, lo que se dio por tres veces consecutivas, 2004, 2009 y 2014.

En 2015, para competir en Montevideo, los partidos fundacionales dieron un paso más y crearon el “Partido de la Concertación”.

Para 2019, blancos y colorados mejoraron la fórmula de alianza; Lacalle Pou la quiso hacer más amplia para sumar una expresión de centro izquierda, y además surgieron dos nuevos lemas que también se asociaron a lo que se conoce como “la multicolor”.

La rotación de partido en el poder demostró a unos y a otros que el electorado está aglutinado en dos mitades, que hay un “nuevo bipartidismo”, y que gana la de mejor performance.

***

El origen de la confrontación entre dos opciones antagónicas está en la propia conformación del Estado oriental, cuando tambaleaba el Virreinato del Río de la Plata. Tras la asonada de Álzaga contra el Virrey Liniers en Buenos Aires, el proceso derivó en la instalación de un Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, presidida por Cornelio Saavedra y con Mariano Moreno como uno de sus secretarios criollos.

Ambos encabezarían las dos primeras facciones antagónicas rioplatense: la puja entre saavedristas y morenistas, lo que daría paso a otra bipolaridad, de monárquicos y republicamos, y luego de federales y unitarios.

De los saavedristas saldrían los monárquicos y luego los federales (con las salvedades de cambios de postura personal de la época).

Y de los morenistas emergerían los republicanos, convertidos luego en unitarios.   

Montevideo miraba el espejo porteño y la confrontación bipolar oriental se daba entre los orientales prohispanos, acaudillados por la personalidad del gobernador español, Javier de Elío, y los republicanos bonaerenses, encabezados por Moreno.

Emergían así dos corrientes políticas, no monolíticas ni con organización, sino como expresión de pensamiento y sentimiento: el “partido de la ciudad” y el “partido de la campaña”.

Elío lideraba el bando “de la ciudad”, que a sus vez tenía corrientes internas: pro hispanos y orientales.

El “partido de la campaña” iba con Artigas, pero también con diferencias y enfrentamientos; el armisticio entre Buenos Aires y Elío separaba a Rondeau y Artigas.

La invasión portuguesa generaría una nueva especie de antagonismo político: el sector del patriciado que acaudillaba Carlos Lecor formó el Club del Barón de la Laguna, con García de Zúñiga, Lucas Obes y Ellauri, entre otros. Y enfrentados a estos quedaron los “aporteñados” que se nuclearon en la Orden de los Caballeros Orientales, con Manuel e Ignacio Oribe, Giró y Gabriel A. Pereira, entre otros.

En la época de la Provincia Cisplatina, a los “aportuguesados” se le opondrían otros montevideanos que aceptaban el dominio de Brasil pero con autonomía, los “abrasilerados”, también enfrentados a los “Caballeros Orientales”, logia de caudillos con un pie en Buenos Aires y otro en Montevideo.

Lavalleja era parte de esa logia, pero entre estos emergería otra “bipolaridad política”, los “federales” seguidores de Rosas y los “unitarios” orientales, identificados con los «unitarios argentinos.

Así estaban los polos: Lavalleja entre Buenos Aires y la banda oriental, y Rivera en la campaña y metiéndose en las Misiones.

Del “lavallejismo” y de los simpatizantes con el “federalismo” argentinos surgirán los blancos.

Del “riverismo”, de los “abrasilerados” y de los seguidores del “unitarismo” argentino, surgirán los colorados.

Con Oribe nacería la divisa blanca en 1836 y enfrentados a estos, la divisa colorada con Rivera.

La fórmula antagónica durante la Guerra Grande sería entre “La Defensa” (colorados) y “el Cerrito” (blancos).

Tras el costo duro de la guerra vendrían los años de “fusión”, para borrar del mapa las divisas, y pensar en unidad republicana pero los colores y tradiciones serían más fuertes.

Por 1872 la bipolaridad se daría con los clubes “Nacional” y “Libertad”, que no eran más que blancos y colorados reciclados; con un Club Radical que buscaba formar nuevo partido, pero siempre serían los dos tradicionales los que marcaban la cancha.

En 1887, blancos liderados por Juan José de Herrera fundarían el Partido Nacional y aquel bipartidismo se extendería por décadas.

Surgirían decenas de partidos, pero siempre los dos tradicionales eran la fortaleza, y los otros, marginales.

Desde que hay registros electorales y hasta la elección de 1966, los votos a colorados y nacionalistas suma 90% y eso cede un poco en 1971 cuando el Frente Amplio debuta con 18%.

Fue una coalición de izquierda que combinó la idea de movimiento, dada por “los Comités de Base” que son comunes a todos sus grupos, y con una estructura unificada para la toma de decisiones, como Plenario y Mesa Política (con garantías para grupos chicos), pero manteniendo la identidad propia de cada partido o grupo asociado.

En 1989 se convirtió en lema, porque antes había votado bajo el del PDC, y en los hechos pasó a ser un partido político con corrientes internas, pero manteniendo la estructura de coalición y movimiento.

Del otro lado, la construcción de alianza fue de lazos más suaves y sin animarse a votar bajo un lema común, pero remarcando una cuestión de “afinidad” o “parentesco” ideológico-político. Desde que hay balotaje (1999, 2004, 2009, 2014 y 2019) siempre pasa lo mismo: blancos y colorados miden fuerzas con lema propio en octubre y votan juntos en noviembre.

Con Lacalle Pou hubo un giro en esa relación, pasando de un bipartidismo Frente Amplio versus Blanco-Colorado, a otra versión de: FA versus “multicolor”.

Uruguay tiene un nuevo bipartidismo, que es no entre partidos sino entre coaliciones. El Frente tiene experiencia en el manejo de una coalición así, y los que están coaligados en el oficialismo saben que para seguir en el gobierno deberán mantener la alianza e incluso perfeccionarla.

En 1971, el Frente tuvo votos que eran la suma de sus partidos y otros que se reconocían frentistas sin sector.

En 2019, la “multicolor” experimentó lo mismo, porque hay una parte del electorado que se define como parte de esa multicolor y no de un partido, por lo que vota primero pensando en la alianza y luego elige uno de sus partidos.

No son independientes, son “de la coalición” pero ni de unos ni de otros, y eso genera un nuevo desafío político para estos partidos. El nuevo bipartidismo vive y lucha y el que lo entienda mejor irá a 2024 con mejores chances.

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