Leonor Courtoisie

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Leonor Courtoisie: "Me interesa el pensamiento crítico, poder preguntarme si este libro me gusta o me dijeron que me tiene que gustar"

La obra "Estudio para la mujer desnuda" volvió al Solís y Courtoisie, que se encargó de su texto y dirección, habló sobre la obra y el vínculo con su escritura
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08 de marzo de 2023 a las 05:00

Fue punta de lanza para una temporada en la que la Comedia Nacional agotó entradas. Estudio para la mujer desnuda, la obra en la que la escritora Leonor Courtoisie se puso bajo las órdenes de la compañía de la ciudad como directora y para la que adaptó La mujer desnuda, de Armonía Somers, se convirtió en uno de esos pequeños grandes hitos que mueven a las masas. Las entradas volaron, el boca a boca corrió calle abajo y el 2022 despuntó, en el Solís, con un éxito que rompió con el escenario principal y sacó la obra a la calle. Todo el mundo quiso verla y esa ebullición se notó. 

Un año después, y en el amanecer de una temporada 2023 en la que la Comedia apuesta el calendario a nuevas reescrituras de clásicos de la literatura, Estudio para la mujer desnuda regresó y otra vez sacudió la cartelera. Y así, con algunas funciones todavía en el horizonte (ver recuadro) y un año de cambios, viajes, lecturas y escrituras encima, Courtoisie reflexiona sobre la reposición de su texto, los ecos de las lecturas de Somers y va todavía más allá; las fronteras de la escritura están hechas para romperse, parece decir la autora de Irse yendo, y por eso profundiza en las lógicas del mercado, en su preocupación por la "homogeneización" de los discursos y en los destinos de su escritura. Que es, a fin de cuentas, su obsesión. Su vida o su refugio.

¿Qué significa para vos que la Comedia decidiera comenzar el año con la reposición de Estudio para la mujer desnuda?

No me lo esperaba, me lo habían mencionado pero no creí que fuera a pasar porque reponer una obra de estas características implica, por ejemplo, contratar de nuevo actores que no son parte de la compañía, y era algo muy difícil de hacer en términos de producción. Yo a la obra la vi una sola vez en 2022. La vi y me fui de Uruguay. En general, cuando termino el proceso como este tengo un vínculo de mucho cariño pero lo siento distante. Toma su propia vida. Y esa vida no me pertenece en el sentido de que cuando estoy en el proceso creativo es demasiada la intensidad que le pongo, y cuando llega el momento de compartirlo necesito descansar porque estoy agotada. Para mí es como una nube lo que sucede después. Entiendo la ebullición, lo percibí en su momento y me agotó también.

¿Cómo fue el reencuentro con el texto después de un año? 

Volvimos a ensayar no sólo porque eso se hace cuando la obra se repone después de un tiempo, sino porque hubo un cambio de actor. Por razones vitales y artísticas trabajamos a partir de la idea de los cambios, de lo que ha sido la vida de cada uno en este año, de las obras que el elenco hizo, lo que ha pasado entre ellos. Hay una consciencia del pasaje del tiempo en la reposición, es otra obra. Hace poco pensaba en un físico español del que vi una conferencia en la que hablaba sobre la física cuántica y de la modificación de la energía, y pensé mucho en eso. En esta obra la materia que somos ahora juntos no es lo mismo que éramos hace un año. Hemos cambiado. Y después está el hecho de que son pocas funciones. Y que no sé si esto se va a volver a hacer alguna vez. Me imagino que no.

Bueno, ese es uno de los valores del teatro. Lo efímero.

Sí, seguramente lo que veas en cada función no lo vuelvas a ver jamás. Con esta obra pasó que hubo gente que fue muchas veces porque siempre veía algo distinto. A mí me pasó también, que vi dos funciones ahora además de los ensayos, porque el año pasado llegamos justos al estreno. Yo al arte lo pienso generalmente como procesos que se terminan en sí mismos. Esta obra es distinta, pero las otras cosas que hice tienen mucho que ver con estrechar esa idea de lo efímero, de ir a fondo con que las cosas no puedan volver a hacerse.

¿Cómo incide el vínculo con la lectura ajena o la mirada externa en tus distintos procesos de escritura?

No sé. El trabajo de escritura es muy distinto en este tipo de procesos que se relacionan con nombres específicos. Yo tenía a los actores, sabía para quién era cada cosa, lo fuimos ensayando y trabajando. Es un tipo de escritura para la escena. Fue intenso y viví cosas íntimas más allá del vínculo con los actores y Laura Pouso, la dramaturga, pero fue muy distinto a los otros procesos de escritura. A mí lo que me gusta de esto es que la gente ve a los actores y no me ve a mí, algo que no pasa cuando leen tu libro porque es tu libro. Estás vos. Acá te pueden dar un papel que dice mi nombre pero en realidad están los actores. Eso requiere de una confianza absoluta en otras personas.

Es cierto, pero en este caso de todas formas mucha gente sabía que estabas detrás de la obra y tenía interés por ver tu mano, tu impronta, en el texto.

Sí, puede ser. Porque además hice un proceso de reescritura de la novela, que es otro trabajo. No sé, a mí me pone muy feliz cuando a la gente le interesa lo que hago o mi trabajo, pero solo puedo agradecer cuando ya está hecho, porque no puedo compartir el momento real, que es cuando estoy creando. Por eso es tan íntimo, por eso es un refugio. Cuando llega el momento de compartir, para mí ya no existe. Eso ya pasó. El nivel de intensidad con el que trabajo quizás no es tan sano, pero pasa por mi cuerpo con una concentración de energía tan fuerte y grande que después solo puedo decir gracias en medio de una nube, que es el después. Incluso los comentarios negativos son como una nube, deambulan. Aunque a veces me duelen más que los otros.

Florencia Zabaleta protagoniza Estudio para la mujer desnuda

¿Cómo digerís esos comentarios negativos?

Obviamente me duelen, me sigue doliendo increíblemente. Una le pone tanto trabajo y a veces es tan ingrato... Porque tampoco es que nos hacemos millonarios, o nos podemos tomar tres meses de vacaciones. Sé que a mucha gente le molesta, pero yo sigo haciendo para mí primero, y me tiene que gustar a mí, convencerme a mí. Tiene que haber pasado por mí. Me acuerdo de que Florencia Zabaleta el primer día de ensayo me dijo que en mis procesos de trabajo siempre hay transformaciones muy grandes en las personas. Y le dije que era una pavada, porque me dio vergüenza y porque soy medio mala siempre con Flor. Pero tendría que asumir que eso pasa, aunque no siempre, y que es algo que también me pasa a mí. Por otro lado, en los procesos de transformación muchas veces hay muerte, y eso es un abismo total. Muerte en todos los sentidos. Estar creando y que la creación te lleve a destruirlo todo para volver a empezar puede parecer una exageración, pero es la manera que yo tengo para encontrarme con otras personas y sentir que el trabajo que estamos haciendo tiene una profundidad de caverna, de maravilla. Sino lo siento muy superficial y me aburro, soy muy distraída. 

¿Y el vínculo con Armonía Somers? ¿Se mantuvo a lo largo del año? ¿Reflotó con la reposición? ¿Desapareció?

La dejé tranquila un rato porque no podés estar jugando con los muertos todo el tiempo. Sino te pasan cosas terribles. Hay que tener cuidado. Ahora en los ensayos decíamos "vamos a invocar a Armonía" y yo pensaba "fah"... Después, cuando estuve en Francia, tuve muchas ganas de ir a su archivo personal, que está en Poitiers. Cuando empecé a trabajar en La mujer desnuda encontré que ella tiene una obra de teatro, y tenía ganas de leerla. Podría haberla pedido, pero tenía ganas de ir hasta esa ciudad. Yo no soy su fan, no es de mis escritoras predilectas, pero no me relaciono solo así con el trabajo. Para mí este libro, La mujer desnuda, tiene una dificultad que me interesaba mucho para pensar en teatro, me parecía que era algo que no se iba poder hacer nunca. Y ya que teníamos muy poco tiempo, dije "bueno, hagámoslo", porque soy obstinada, medio salvaje en mis decisiones. 

Hablado de textos clásicos, la Comedia le dedicará una temporada entera. ¿Cómo te llevás con ellos?

Me encantan. Ahora no estoy pudiendo leer y no me importa decirlo, estoy agotada. Pero hace poco volví a Romeo y Julieta y me divierte tanto, me parece tan gracioso. A los clásicos no los considero como algo que tenés que leer, simplemente están ahí y a veces podés ir a ellos, y a veces no tenés ganas. Creo que hay tanto ruido alrededor y tanto mercado del arte, y tanta distorsión de la información e imposibilidad para el pensamiento crítico, que elegir lo que querés leer o pensar qué es lo que realmente tenés ganas de leer no pasa mucho. Volver a los clásicos permite un aire en medio del abrume total de las novedades, que durante mucho tiempo me parecieron fundamentales y después me cansaron, pero más por culpa del mercado que por la idea de la novedad o la tendencia. 

Esa idea no deja de ser impuesta por el mercado. La necesidad de correr detrás de los lanzamientos. La industria necesita de esa ansiedad.

Sí. Sobre todo porque la capacidad crítica no aparece o no puede interceder en las decisiones individuales cuando hay una cierta homogeneización de las formas, de las escrituras, de los discursos más que nada. Porque la forma es un discurso. Y eso me resulta algo peligroso. Ese intento constante de que todas las personas pensemos de la misma manera, de que seamos unívocas, sin disidencias. Obviamente, cuando comprás un libro o ves una obra de teatro no estás pensando "ah, no voy a poder pensar distinto", y no creo que las personas que se dedican a diseñar los catálogo estén pensando que quieren hacer todo igual,  pero sucede que se habla de los tres mismos temas, o peor aún: se suele hablar de temas para pensar la escritura. Por eso cuando me refiero a la escritura cercana a la vida no hablo de la escritura personal e íntima, sino de la vida en transición, de vivir, de algo que es mucho más complejo que un tema. Lo otro puede ayudar para una entrevista, para que quede lindo y vender más libros. Pero a mí no me interesa. Me interesan los errores, las complejidades. Y si cada vez que voy a una mesa de libros o quiero ver una película me van a estar diciendo lo que es buenísimo... Tiene que ver con la higienización del pensamiento y de una cierta limpieza de las estructuras. Yo quiero ver los huecos, los errores, los problemas, las contradicciones. En la delicadeza, en la prosa maravillosa, no suelo encontrar las grietas que están más cercanas a la forma de vida que nos toca atravesar. Hay más matices entre lo que supuestamente está bueno y lo que no, y creo que hoy no los estamos viendo. Por eso que alguien me diga que se aburrió con la obra o no la entendió me parece maravilloso, junto a otra persona que me dice que le pareció increíble, y otra que dice que está bien pero que no es lo mejor que ha visto. Las diferencias en la percepción me resultan importantes. Cuando algo es solamente maravilloso me confunde. Y después hay indicadores, para mí, para encontrar cosas. Existe una suerte de complejo de Colón en las editoriales, periodistas, en las personas, de “miren lo que descubrí, no lo conoce nadie”. Bueno, esa persona quizás existía antes de que vos lo conocieras y hacía cosas. La necesidad de decir que se descubrió algo me preocupa un poco. 

Leonor Courtoisie

Da la impresión de que la distancia entre lo que se escribe, los procesos creativos y lo que espera o pide el mercado es algo que también te preocupa o te interesa.

Sí, en realidad me interesa la creación del pensamiento crítico, poder preguntarme si este libro me gusta o me dijeron que me tiene que gustar. Y quién me dijo. Y por qué. Se trata de atar cabos. Hoy en día proliferan estas escuelas de escritura que en realidad parecen escuelas de negocios, a donde vas y tenés contacto con tal editorial, con tal escritor, y te sacan el libro. ¿Y eso que tiene que ver con escribir? Sí, tiene que ver con el trabajo de escritor y lo entiendo, pero eso lo podés saber sin la necesidad de estar perdiendo el tiempo pensando cómo tenés que escribir un mail para que te elijan de tal editorial. Se mueve mucho dinero ahí, que no es malo pero es dinero, y es dinero que en realidad no se mueve en base a los intereses de los escritores sino a lógicas de mercado de otras personas. Algunos escritores hacen plata, pero los que se hacen ricos son los otros. Hay gente que paga mucho en una escuela de escritura para ver si fulanito de tal le publica un libro. ¿Qué tiene que ver eso con la escritura? ¿Con el proceso creativo? Y ni siquiera te hablo de lo que me interesa a mí, porque tampoco tiene nada que ver con escribir una historia, con personajes, una trama. No sé. Eso me parece perverso. Yo quiero vivir de esto, pero quiero que los escritores tengamos mayor capacidad crítica para que lo que se escriba tenga un vínculo particular con nuestra forma de comprender el mundo, por ejemplo. Y no con los tres temas de los que hay que hablar hoy en día. De tener una conversación que te expanda el pensamiento y no que se trate de llegar a este lugar que llegó este otro. Existen los premios, las editoriales que van a hacer que tu libro se vea mejor, es así y está bueno reconocerlo. Pero el vínculo con el material y con lo que estás escribiendo no pasa por ahí. A mí me encantaría escribir como Mariana Enríquez, podría intentar hacer su camino, copiarle, pero siempre voy a ser yo escribiendo lo que yo puedo escribir. Y además, ¿para qué ser Mariana Enríquez si ella ya existe y es genial?

Las funciones

Estudio para la mujer desnuda tiene cinco funciones por delante: serán el 11, 12, 17, 18 y 19 de marzo en el Solís y las entradas están a la venta.

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