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Medios en China: entre la expansión externa y el control interno

El gobierno chino diseña su estrategia mediática con un doble propósito
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23 de septiembre de 2018 a las 05:03

El truco es bastante sencillo y hasta infantil. Consiste en tomar un billete cualquiera que contenga la cara de una persona, hacer dos dobleces por los ejes verticales de los ojos, y otro doblez en el sentido contrario por el eje de la nariz. Al mover el billete para arriba y para abajo sucede la magia. Un simple quiebre de muñeca le pone una sonrisa a Benjamin Franklin, o a Juana de Ibarbourou, o a José de San Martín. Hasta Mao Zedong se ríe, aunque no debiera. 

“No hagas eso”, le dijo una agitada funcionaria china al periodista latinoamericano que le mostraba la gracia en uno de los tantos estudios del canal de televisión de Changshá, capital de la provincia de Hunan. El fundador de la República Popular volvió a su lugar en la billetera. 

Es en actos casi insignificantes como ese que funciona diariamente la censura en China. Sin tanques en la calle, ni una notoria presencia militar, el control del Partido Comunista que gobierna desde 1949 –aun con sus enormes reformas y su progresiva apertura al mundo– se palpa desde que uno pone un pie en el gigante asiático y se topa con los primeros retratos del líder de la revolución, a quien seguirá reencontrando en estatuas, en muñecos en los autos, en escarapelas y en billetes doblados.

A más de 30 años de la reforma de Deng Xiaoping que insertó a China en la economía globalizada y lo convirtió en un actor principal del mapa geopolítico, el control de la información, el discurso, y hasta el pensamiento, sigue siendo una de las armas principales del proyecto socialista, hoy encabezado por Xi Jinping. 

Y los funcionarios de los medios de comunicación oficiales no tienen ningún prurito a la hora de explicar las particularidades del sistema. “Acá hay censura”, dijo por ejemplo Wang Piaoyan, de la Televisión Central de China, a un grupo de periodistas y funcionarios latinoamericanos invitados por el Ministerio de Comercio de Hunan a un seminario sobre medios, del que participó El Observador.

Piaoyan explicó que si bien la apertura económica dio lugar al surgimiento de múltiples canales privados –cuyos ingresos se basan principalmente en publicidad y cobro por abonados– los contenidos siguen atados a las directrices del partido. Esto es, no pueden dañar “la moral” del pueblo, ni transmitir información que contravenga el tan mentado “interés nacional”, sobre el cual el gobierno asienta su legitimidad. El Departamento de Propaganda del Ministerio de Radio, Cine y Televisión, se encarga de que nada se salga de la norma.

De todos los medios, la televisión es la que se controla de un modo más estricto, según afirman las autoridades chinas. En tiempos en que las grietas de internet abren una vía de escape a la censura, la televisión pasa a ser el canal por excelencia para transmitir los valores de la revolución. 

Es así que a las 7 de la tarde, cada día, las distintas señales (ya sean públicas o privadas) deben pasar simultáneamente el informativo de la CCTV (la principal cadena estatal). Los primeros minutos del informativo suelen seguir a Xi Jinping en sus reuniones con autoridades nacionales o extranjeras, e incluyen largos tramos de marchas militares o niños saludando al líder. 

Hacia afuera

En el marco de su plan de expansión global, hoy reflejada en el programa de cooperación de la Nueva Ruta de la Seda, los medios de comunicación –y la televisión, especialmente– juegan un papel principal.

Según remarcaron varios funcionarios del gobierno chino durante el seminario del que participó El Observador, la Nueva Ruta de la Seda –de la que Uruguay es parte desde fines de agosto– incluye, además de multimillonarias inversiones en infraestructura, un fuerte acento en el intercambio cultural. En ese sentido, China busca propagar su cultura a través de producciones audiovisuales y está arando el terreno para desplegar su torrente discursivo en América Latina, disputando la hegemonía actual de las cadenas norteamericanas y, en menor medida, europeas.

El gigante asiático encontró eco en la vicepresidenta uruguaya, Lucía Topolansky, quien durante su visita al país este mes manifestó la necesidad de contar con cadenas de información chinas entre el menú de canales de televisión, señalando que sería “clave” para la democracia.

“Los medios de información transmiten una parte de las cosas. Nosotros hemos planteado la necesidad de que una cadena china pudiera llegar a Uruguay, de modo que la gente común, doña María, tenga una visión directa de lo que sucede en esta tierra, y las oportunidades que nos da”, manifestó Topolansky el pasado 14 de setiembre en Pekín. 
“Hemos insistido en que no es lo mismo tener la visión del país implicado que la interpretación de otras cadenas internacionales”, señaló la vicepresidenta, y agregó que esa “visión directa” es “clave” para la “democracia uruguaya”.
 

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