Leonardo Carreño

Menotti lo subió a Primera, lo comparó con Kempes y tiene el sello del quinquenio: la historia de Varilla González

Fue ascendido al primer equipo de Peñarol con 15 años; desde los 18 es insulinodependiente y en la pandemia trabajó de chofer y de pistero

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19 de febrero de 2022 a las 05:04

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"Ahora soy el roble González”, dice el otrora Varilla González, bromeando con su peso. El exfutbolista de Peñarol, que el argentino César Luis Menotti ascendió al primer equipo aurinegro cuando tenía 15 años y Ángel Cappa lo dirigió en la Tercera división, subsiste a los 46 años con el alquiler de tres apartamentos mientras espera una oportunidad para volver a dirigir. En los últimos dos años de pandemia trabajó en una estación de servicio y de chofer. 

Uno cuando está dentro del fútbol piensa que tiene muchos amigos, pero la realidad es que cuando uno necesita apoyo o ayuda, es cuando se da cuenta que tantos amigos no hay. Fueron compañeros con los que pasó bien en su momento, pero no los podemos catalogar como amigos”, señala Andree González, y cuenta el origen de su nombre: “A mi madre le gustaba mucho todo lo francés y en vez de ponerme Andrés, como todo el mundo, me puso con ‘doble e’. Fue por un gusto personal. Es más, creo que en francés Andree significa Andrea”, señala.

Leonardo Carreño
"Ahora soy el roble González", dijo el exfutbolista en broma

Nació en Venezuela porque su padre estaba jugando en ese país y por ese motivo defendió a la selección Vinotinto. Jugó en el Peñarol del Quinquenio, aunque Gregorio Pérez no le dio muchas oportunidades. Recuerda su pasaje por Liverpool en 1997 como uno de los mejores años de su carrera y un escalón para llegar al fútbol europeo. A los 18 años le diagnosticaron diabetes y desde entonces es insulinodependiente.

Venezolano de casualidad

Gervasio González, el papá de Andree, fue futbolista profesional y le decían “Japonés”. Defendió a Nacional en 1973 y 1974, y se encontraba jugando en el Deportivo San Cristóbal (ahora Deportivo Táchira) cuando en 1975 nació su hijo en Venezuela. El niño permaneció en ese país hasta los primeros dos años y medio de vida, hasta que su mamá lo llevó a Montevideo.

Se instalaron en una casa en la calle Cambay, cerca de Camino Carrasco. Los primeros recuerdos de Andree con una pelota surgen en el Parque Forno, donde iba a ver partidos o pelotear cuando podía colarse a la cancha.

Con la indumentaria de la selección Vinotinto

Hasta que un compañero de la escuela lo invitó a jugar en el Siete Estrellas y participó de un campeonato en la cancha de Huracán Villegas. “Yo era alto y flaco, y corría para todos lados” cuenta Varilla. A Miguel Ribolla, técnico del Ciclón de Cerrito le gustó su forma de jugar y lo invitó a unirse al equipo, pero le quedaba muy lejos y su mamá no tenía trabajo.

El interés por el niño futbolista era tal que Ribolla gestionó una casa para que alquilara la familia González en el Cerrito de la Victoria y le consiguió trabajo a la mamá como auxiliar en una escuela de ese barrio. De ahí a Las Acacias estaba a un paso, por lo que a los 13 años cuando terminó el baby, el padre del exfutbolista Richard Espinel “llevó a medio Ciclón de Cerrito” a probarse en los aurinegros y cinco o seis quedaron.

Entre ellos Andree, quien recuerda de aquella época a Robert Munilla, Mario Espinel, Daniel Ureta, Martín Broli, Tito Larrosa.

Pichón de Kempes

A mediados de 1990, Peñarol revolucionó el fútbol uruguayo con la contratación del técnico argentino César Luis Menotti, campeón del Mundo en 1978 y que había dirigido a Barcelona y Atlético de Madrid.

Menotti fue el primero que le dio la oportunidad a Andree González de entrenar con el plantel principal aurinegro: “Creo que yo tenía edad de Sexta. Me subió a entrenar con el primero y jugaba en Tercera con Ángel Cappa”, recuerda el exfutbolista. Menotti dijo que era un pichón de Kempes: “La gente creía que era un fenómeno y a los 15 años me quería ver como Kempes, pero yo nunca me la creí”.

Desbordando contra Wanderers

“Menotti me hablaba, me aconsejaba mucho. Yo era muy delgado entonces daba mucha ventaja en el tema físico, pero me hacía dominar una medicine ball para agarrar fuerza en los cuádriceps. Recuerdo que el Flaco Menotti se paraba en el frontón que había en Los Aromos y me enseñaba como tenía que pegarle a la pelota. Tengo muy lindos recuerdos de él porque fue el que me hizo conocer en el primero de Peñarol. El tipo fue muy importante para que después yo pudiera debutar en Primera división y hacer la carrera de futbolista”, señala.

También se acuerda que el preparador físico le traía zapatos de regalo de Argentina. “El profe Ponzio me regalaba zapatos Puma; en mi vida me había puesto unos Puma, acá no los vendían”.

En esa época le empezaron a llamar Varilla y el responsable fue el golero Gerardo Rabajda. “El Pelado me pasaba a buscar por Propios para ir a Los Aromos y yo era tan flaco que me decía, ‘vos parecés una varilla’”.

“Siempre fui delgado, las piernitas eran fideos, me mandaban a hacer pesas a un gimnasio, me pagaban las vitaminas, los suplementos alimenticios, pero no aumentaba la masa muscular y de peso, hasta que llegó un momento que empecé a ganar masa muscular. Me subieron con 15 años, yo entrenaba con hombres y se notaba la diferencia”.

Durante su época de jugador de Peñarol

Cuando Menotti se fue de Peñarol, a fines de abril de 1991, a Varilla lo bajaron a Cuarta división, aunque tenía edad de Quinta: “En la Quinta de ese año estaba toda la generación del Tony Pacheco, Magallanes, Rotundo, Gonzalo De Los Santos, Flores, que eran un año menor y venían de salir campeones. Fossati era el entrenador que tenía Cuarta y Quinta y me dejaron en Cuarta y no pude jugar con esos monstruos. En mi posición jugaban Pacheco y Fede Magallanes, entonces creo que la decisión de que yo jugara en Cuarta fue para que todos tuviéramos continuidad”.

Apareció la diabetes

A los 18 años, cuando volvió a Tercera división, el técnico era Alejandro Botello, integrante del cuerpo técnico de Gregorio Pérez. A esa edad, a González le diagnosticaron diabetes por lo que no le daban la ficha médica y no podía entrenar. “Ese año 1993 llegó Gregorio a Peñarol y me dijo que no me iba a tener en cuenta. Además, mi padre tuvo un accidente que lo dejó cuatro días en coma. Fue un cúmulo de sucesos que desencadenaron en la diabetes, angustia, nervios y también alguna predisposición que yo tenía”, señala.

Bajó 10 kilos de peso y llegó a pesar 60 kilos. “Estaba chupado de cara”, dice. Los niveles de azúcar en sangre se habían descontrolado y desde entonces quedó insulinodependiente.

Cuando los resultados de los análisis comenzaron a normalizarse y aumentó de peso, le daban la ficha médica por menos tiempo, pero al menos podía entrenar y jugar. “En ese momento fue muy importante Botello, por quien siento un cariño enorme. Él me dio la oportunidad de volver a jugar después de unos meses de inactividad”.

En un partido contra Frontera en la década de 1990

Al principio le costó volver a la cancha. “Hasta que me apareció la diabetes yo hacía la diferencia en lo físico, pero a partir de la diabetes el físico me empezó a cambiar y me costaba un poquito más. Mas allá de que me cuidaba con la alimentación, me costaba en los entrenamientos y en el alto rendimiento”.

En Primera jugó poco en Peñarol, o no jugó lo que él hubiese deseado y por ese motivo en 1997 fue cedido en préstamo a Liverpool, donde según él, tuvo su mejor año futbolístico. “Yo no era jugador que le gustara a Gregorio, no tenía las características que le gustaban a él en el puesto que me movía, pero mi relación con él siempre fue de mucho respeto porque es un señor” subraya Andree.

Después de un gran año en los negriazules, donde fue elegido el mejor jugador del campeonato Uruguayo, regresó a Peñarol. “Pensé que iba a tener más minutos, pero era suplente en todos los partidos. Me acuerdo que yo venía de hacer un año espectacular en Liverpool y volví a Peñarol y los que jugaban eran Pandiani y Franco que habían venido de equipos de la B. Para Gregorio jugaban ellos y yo iba al banco”.

Eso a pesar que aquel 1998 empezó con un clásico por la Copa Libertadores en Maldonado que Peñarol ganó 2-1 con el segundo gol de Andree González y después en Bolivia frente a Oriente Petrolero por la Copa le hicieron un penal y pegó una pelota en el palo: “Después, por el tema de la diabetes Gregorio no me llevó a La Paz y decidió mandarme a Montevideo junto al Tony a Pepe Herrera. Yo nunca tuve problemas en la altura y jugué con el Fénix de Carrasco y con la selección de Venezuela”.

En 1999 se fue por seis meses al Caracas de Venezuela y terminó el año en Liverpool. Su actuación en los negriazules le valió el interés del Recreativo Huelva de la Segunda división española y allá fue a jugar seis meses a préstamo de Peñarol. “Llegué a mediados de temporada y el equipo estaba último. Allá descienden cuatro a Segunda B. Terminamos en el cuarto lugar y perdimos la categoría en la última fecha, en un partido contra Osasuna. Entonces me volví a Peñarol y al final Huelva no bajó porque la Federación decidió que descendiera Murcia porque tenía muchas deudas”.

Continuó un año en Fénix, con Miguel Ángel Puppo como entrenador y para el segundo año quedó libre de los aurinegros. Juan Ramón Carrasco se hizo cargo del equipo de Capurro y “armó un cuadro espectacular”.

De delantero a líbero y DT

De jugar de volante de armado o segunda punta, Varilla pasó a hacerlo de volante y terminó de líbero por decisión de JR. “Tenía muy buenos jugadores y la idea futbolística de Juan había jugadores que la entendían al pie de la letra: Ligüera, Hornos, Cámpora, Estoyanoff. Siempre hacíamos goles, pero también nos hacían. Juan es un tipo como todo el mundo lo ve, tiene su carácter, su manera de expresarse. Siempre voy a decir lo mismo, para mi sus equipos juegan muy bien de mitad de cancha hacia arriba y antes le costaba el tema defensivo, ahora creo que eso lo ha mejorado, son más equilibrados. Después, la forma de ser de él, no le gustan que piensen diferente, no le gusta que le contesten, en eso Juan siempre fue igual”.

Leonardo Carreño
Varilla en la actualidad

Con Carrasco volvió a coincidir en River Plate en 2008. “Estuve medio año y me fue muy bien. Pudimos salir campeón. Terminamos con los mismo puntos que Peñarol y jugamos una final. Hicimos un campeonato bárbaro, había un lindo cuadro, con Urretaviscaya, Fabricio Núñez, Montelongo, Curbelo, el Mono Zambrana, Diego Silva, Mota Souza, el Caballo Tiscornia, Alvaro García, el Gordo Da Silva, Robert Flores. De mitad hacia adelante teníamos un cuadrazo”.

Su último equipo fue el Zulia en Venezuela y regresó a Montevideo con la intención de seguir jugando, pero “no me contrató nadie”. Entonces apareció la propuesta de Coco Pintos, equipier de Cerrito, para dirigir la Cuarta división de ese club, ya que había hecho el curso de entrenador. Así comenzó una nueva etapa en su trayectoria futbolística.

Dirigió juveniles en River Plate, “hasta que asumió Carrasco en 2015 y llevó a gente de su confianza o amigos que tenían la filosofía que quería implementar y me sacaron a mi y a Osvaldo Streccia”. Luego trabajó en Rampla, Sud América, Cerro y unos meses como ayudante técnico de Ramiro Martínez (el DT que dirigirá Durazno FC), en Honduras.

“Cuando estaba allá se enfermó mi prima que fue una persona muy importante para mi porque me crió cuando mis padres estuvieron separados. Cuando me dijeron que estaba grave me volví. Al mes explotó la pandemia”, y no volvió a ejercer en el fútbol.

Durante los últimos dos años trabajó en una estación de servicio y fue chofer de una empresa que le hacía los traslados a las enfermeras de Asse y Casmu para las curas domiciliarias. “Con el fútbol no hice una diferencia económica, tampoco estoy apretado, pero necesito trabajar porque este país es muy caro para vivir”, señala el ahora “Roble” González.

Los equipos
Andree González debutó en 1993 en Peñarol donde permaneció hasta 1996. En 1997 pasó a  Liverpool y regresó a los aurinegros en 1998. En 1999 jugó medio año en Caracas y medio año en Liverpool. En 2000 pasó a Recreativo Huelva. Volvió a Peñarol y luego jugó en Fénix, Defensor Sporting, Maracaibo, River Plate, Monagas, Cerrito y terminó en Zulia en 2010.
La Vinotinto y el contacto de Pablo Forlán
Si bien actualmente no está trabajando en el fútbol, González expresó: “El fútbol me dejó muchas cosas lindas, anécdotas, pude conocer cosas que con otra carrera no lo hubiera hecho, países que nunca pensé visitar, jugar la Copa Libertadores, la Copa América, un premundial, estar en países como China, Japón, en Europa, cosas que en otra carrera no me hubiese tocado vivirlas. Jugué un premundial en la selección de Venezuela y en eso tengo que ser agradecido porque el que hizo el contacto con el Pato Pastoriza (entonces técnico de la Vinotinto) fue el padre de Diego Forlán, Pablo. Él habló con el Pato para que me citaran y yo no me olvido”, dijo el Varilla.
Su participación en el quinquenio de Peñarol
“De mi paso por la Primera de Peñarol tengo recuerdos muy lindos, siempre nos encontró ganadores en lo grupal, pero no tenía muchas posibilidades de jugar porque había otros jugadores que la rompían. Yo quería jugar, tener minutos, ser más importante en el plantel y no tenía la oportunidad. Me acuerdo que pasé momentos divinos, pero quería hacer mi carrera, sentirme más importante, entonces en 1997 me dieron a préstamo a Liverpool y tuve mi mejor año futbolístico. Pasé de jugar 15 o 20 minutos que era la oportunidad que me daban en Peñarol a jugar todos los partidos, mostrar mi fútbol, que me conocieran. Debido a ese buen año en Liverpool, en 1998 Gregorio me llamó para volver a Peñarol pero tampoco jugué mucho”, recordó el Varilla. Durante el quinquenio (1993-1997) jugó dos partidos en 1995 y 10 en 1996.
Volver al fútbol
“Sigo pensando en poder involucrarme en el fútbol, porque es mi vida, es lo que me apasiona, me gusta. La verdad que ahora estoy un poco alejado porque las circunstancias son así, no estoy dirigiendo en ningún equipo, pero me gustaría hacerlo y mi sueño es seguir ligado al fútbol”, dijo Andree González. 
 
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