"Mi trabajo era encarar al lateral, buscar el desborde y tirar el centro. Lo más sencillo que hay en el fútbol. No se me pasaba por la cabeza enfrentar al marcador y tocar para atrás”, dice Rubens “Pocho” Navarro, un puntero izquierdo de los de antes. Fue campeón Uruguayo con Bella Vista en 1990, aunque él sostiene que el mejor equipo de los papales fue el de 1980, ídolo en San Lorenzo de Almagro y campeón de América e Intercontinental con River Plate argentino en 1986.
Navarro nació en Durazno pero creció en un paraje llamado Villa Nueva, en el kilómetro 31,5 de la ruta 36. “Yendo a Cerrillos” explica. Su mamá era directora de una escuela rural en ese lugar y ahí vivió hasta los 14 años, cuando la familia se mudó a Montevideo.
El fútbol lo trajo en los genes. Tanto le gustaba correr detrás de la pelota que durante la niñez, los sábados jugaba en el Club Deportivo Oriental de Montevideo y los domingos lo hacía en el Villa Nueva.
“Eran otras épocas. Viajábamos los sábados a Montevideo en el Ford del 37 que tenía mi viejo o en la compañía Canelones-Santa Lucía, donde Julio Sánchez Padilla (exjuez de básquetbol y periodista) era inspector y tenía unos ómnibus blancos con una raya azul. Teníamos que ir hasta Colón para hacer combinación. Los domingos jugaba en Villa Nueva”.
En la categoría Cebollitas o Semillas (así se llamaban antes) del Oriental compartió con cuatro niños que luego llegaron a Primera división, igual que él: Leonel Mangini, Ruben Bueno, Alvaro Martínez y Alberto Bica. El equipo tenía la cancha donde hoy tiene el Rocha, después se mudaron adentro del Museo Aeronáutico y actualmente posee una cancha de piso sintético cerca del Antel Arena.
Con Bica, además de jugar juntos en el baby, él era el puntero derecho y Navarro el izquierdo del equipo, tiene la particularidad de que ambos jugaron en Deportivo Cali, en River argentino y en San Lorenzo, aunque en distintas temporadas.
“Mi viejo era muy futbolero y quería que jugara al fútbol y me traía a Montevideo y me hacía jugar allá. Además, toda la vida nos gustó el fútbol. A los 14 años nos mudamos con toda la familia para Montevideo”, cuenta. Sus padres, Mercedes y Rosario las hermanas mellizas y él.
En la capital jugó en un equipo que se llamaba Bulevar en la vieja cancha de Boston River, donde ahora es la Avenida Varela, frente al monumento de Luis Batlle Berres. Hasta que por intermedio de un amigo de su papá se integró a Peñarol, en Las Acacias, cuando no todos los clubes tenían juveniles. Luego se mudaron al Prado y “lo más cerca que teníamos para ir caminando era Bella Vista y arranqué ahí”, comenta.
Pero antes, hay una anécdota que lo une con Sergio Markarian. “Yo jugaba en la Liga Universitaria, en el Familiar, el cuadro de los Rosas Riolfo, Yacob, Penadés, Stirling, toda esa barra, y estudiaba en el liceo 26 de General Flores y Bulevar. Un día se armó un lío con el Maeso y el técnico del Maeso era Sergio Markarian. Pasó el tiempo y jugamos un partido la Sexta de Peñarol con la Quinta de Bella Vista y mi viejo habló con Markarian que era el técnico de Bella Vista. Surgió el tema del lío, que nos conocíamos de ahí, pero al poco tiempo empecé a practicar en Bella Vista y arranqué en la Quinta, con Sergio de técnico. Un monstruo”.
En esa época Markarian era también gerente de Acodike y daba sus primeros pasos como entrenador. La Quinta de Bella Vista salió campeona de la B y también de la A en 1976. Al año siguiente, Markarian tomó el equipo de Primera y subió a varios juveniles, entre ellos estaban Navarro, Carusini, Hernán Sosa, el Hueso Losa, Yeladian.
Además de jugar bien con la pelota, había que hacerlo sobre el piso del Nasazzi. “Entrenaban todas las divisionales y después jugaba Primera. También se hacían las bellaqueadas de Rosas Riolfo, así que estaba un poquito más dura que ahora la cancha. Ha cambiado todo. Era la época que llegábamos temprano, empezábamos a tirarnos centros, jugábamos campeonatos de centros, de penales, soñábamos en el muro de Bella Vista, que queríamos todos jugar en Primera, en la selección, ganar campeonatos, los sueños de cuando tenés 14 o 15 años”, dice.
Permaneció en los papales hasta 1983 y disputó la Copa Libertadores de 1980, la primera del club. “Ese equipo de Bella Vista, hoy peleaba la Libertadores. Capaz que se enojan los del 90, pero para mí el mejor Bella Vista de la historia es el del 80. El único campeón es el del 90, pero el del 80 en todos lados era locatario y enfrentó a Peñarol y a Nacional campeones del Mundo. Cuando les ganabas, le ganabas a un campeón del Mundo en aquella época”.
Luego se marchó a San Lorenzo, un pase que no estaba previsto, según relata. “Eso se da medio de casualidad porque el Bambino Veira vino a ver a Francescoli a Wanderers y se equivocó de día. Entonces nos fue a ver a nosotros en Bella Vista, que hicimos un partidazo una noche contra Sud América. Además, Hernán Sosa, Eber Bueno y yo salíamos la tercera parte de lo que costaba Enzo. El Bambino nos vio cosas y al otro día arreglamos para irnos a San Lorenzo”, recordó Navarro.
Un hecho que suele pasar en el fútbol. “Me acuerdo cuando vinieron a ver a Montero Castillo en Nacional y no jugó porque tenía fiebre, jugó Juan Duarte y los franceses se lo llevaron a él”.
La llegada a San Lorenzo resultó inolvidable. “Debutamos en Mar del Plata y era el partido entre el campeón de la A con el campeón de la B, explotaba estadio. La verdad nunca habíamos visto tanta gente a favor, porque en Uruguay jugábamos contra Peñarol y Nacional pero eran en contra. Los años en San Lorenzo fueron maravillosos, peleamos todos los campeonatos, la hinchada era impresionante”.
Fueron tres temporadas donde el estadio siempre estaba repleto. “Hacíamos un fútbol muy ofensivo, no teníamos balance. Fuimos el equipo que más partidos ganó y no pudimos ser campeones. El campeón fue Independiente que en 1984 fue campeón del mundo. Nos codeamos con los mejores y no se dio el campeonato. Pero fíjate lo que son las cosas, la gente nos recuerda como uno de los mejores planteles de la historia. Eso ya es bueno, que te recuerden sin ser campeón”.
Jugaban Cousillas, Hernán Sosa, Higuaín, Hrabina, Insúa, Rinaldi, Bueno, Toti Iglesias, Quiroga, Nelson Pumpido, Perazo, Madelón, entre otros: “No teníamos equilibrio después hacíamos tres o cuatro goles por partido”.
Así como San Lorenzo tenía un gran equipo, los rivales también y no era fácil para Navarro con los laterales que debía enfrentar. “Saporiti o Gordillo en River, Clausen, Camino, Olarticoechea, los López en Unión, Mario Lucas, eran complicados, era un viático por fin de semana, no había chance. Se jugaba otro tipo de fútbol, hoy no nos marcaría nadie, los laterales no tienen a quieren marcar”.
Si bien mantiene relación con la gente de los clubes que defendió, más ahora con las redes sociales, la vinculación con San Lorenzo es más fuerte porque fue nombrado presidente de la peña Cuervo Charrúa.
Después de San Lorenzo, Navarro se fue a jugar a Deportivo Cali. “Entrenábamos a las 6 de la mañana porque a las 9 ya había un calor insoportable”. Dice que tuvo el privilegio de jugar al lado de uno de los mediocampos más grandes en la historia del club y de la selección colombiana. “En el Cali el único jugador que no estaba en la selección de su país era yo: jugaban el Gato Fernández, Polo Escobar, Luis Murillo y Carlos Hoyos, Bernardo Redín, Nuñes, Henry Otero, Carlos Valderrama, Buenaventura Ferreira. Los colombianos en la selección Colombia y los paraguayos en la paraguaya. El que no estaba era yo, pero era un tiempo que en Uruguay había jugadores como Ruben Paz, Francescoli, Polilla Da Silva, el Pato Aguilera… ¡si habría para elegir!”.
La década de 1980 en Colombia era el auge de los carteles de la droga. “Tuvimos que vivir algunos momentos complicados, incluso se suspendió un clásico porque habían dicho que había una bomba colocada en el estadio. Estaban muy fuertes los grupos de Bogotá, Barranquilla, Cali, Medellín. Gracias a dios nunca tuvimos ningún tipo de problemas, sabíamos que existía, algunos arbitrajes tendenciosos que era lógico para el momento que se vivía, pero bien, la llevamos bien”.
Después llegó a River argentino, en 1986 en integró el plantel campeón de la Libertadores e Intercontinental: “Había dos planteles completos, el único equipo en la historia que fue campeón del mundo, porque la mitad del equipo eran campeones del mundo de selección, además el Beto Alonso que era mundialista, un equipo inigualable y a la prueba está. Mi coterráneo Antonio Alzamendi, el prócer del pueblo, hizo el gol más importante de la historia ante el Steaua y eso no se lo va a quitar nadie”.
Cruz Azul de México, Olimpo de Bahía Blanca y en Gimnasia y Esgrima de La Plata fueron sus equipos antes de volver a Uruguay para escribir un nuevo capítulo en la historia de Bella Vista, campeón Uruguayo en 1990. “Ya estaba pegando la vuelta y fue el dirigente Carrara de Bella Vista a ver si quería volver. Yo estaba en Gimnasia pero llegó la dupla técnica López-Cavallero, con los que no habíamos tenido buena onda y me vine a Bella Vista. Tuve la suerte de que con ese plantel salí por única vez campeón uruguayo”.
Los recuerdos de esa época se amontonan: “Concentrábamos en Cafo, jugábamos al truco, la sobremesa con café, el Mellizo Morales recitaba, le cortaba el pelo a los jugadores, jugábamos al futbolito, otras épocas. Ni mejores ni peores. Vivíamos el fútbol de otra manera, éramos más viscerales, teníamos otras costumbres, íbamos temprano a compartir el momento en el vestuario, nos quedábamos hablando de fútbol, de táctica, de familia, historias de vida, de eso se trataba”.
El grupo de futbolistas se fue haciendo fuerte: “No te olvides que Bella Vista había salido último en el Preparación, y terminamos la primera vuelta primeros y después ya no nos bajó nadie. Con los campeonatos que eran dos puntos por partido ganado, si hubiesen sido tres como ahora, al segundo le sacábamos 16 puntos y hubiese sido súper histórico”.
La victoria 1-0 frente a Nacional en el Nasazzi, con gol de penal de Navarro, fue determinante. “Ese partido fue clave porque con dos puntos de diferencia, con Nacional atrás, pudimos hacer un poquito de oxígeno y quedaban tres fechas. Para mi ese fue el partido de quiebre, pero estuvimos 19 fechas invictos”.
Además, “creíamos en lo que hacíamos, trabajábamos mucho tácticamente con Manolo (Keosseian), después nos quedábamos haciendo pelota quieta con el Mellizo, sabíamos lo que queríamos hacer. Teníamos un gran juego aéreo con De León, el Flaco Gutiérrez, Ruben Silva, Beto Acosta, gente de corte y un equipo sólido, fuerte, aguerrido y local en todas las canchas. Esa fue la base”, subraya.
Hizo el curso de entrenador, dirigió un par de temporadas, pero dejó: “Cuando empecé había los mismos problemas que teníamos cuando jugábamos, falta de infraestructura, deudas, y decidí hacer la otra parte, representar jugadores, defender sus derechos y tratar de que mejoren en su vida. En eso estamos”.
Realizó los cursos correspondientes en FIFA y se dedicó al asesoramiento. Cuando habló con Referí, acababa de cerrar el pase del lateral Andrew Teuten de City Torque a Colón de Santa Fe.
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