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Mucho se avanzó, mucho por hacer

De la alocución del presidente Lacalle Pou es muy importante rescatar su apelación inicial a ser evaluado en función de evolución de la libertad
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09 de marzo de 2024 a las 05:03

El pasado sábado 2 de marzo el presidente Lacalle Pou brindó ante la Asamblea General su rendición anual de cuentas del estado de su gestión. Es la cuarta y última vez que lo hizo ya que el año próximo habrá un nuevo presidente desde el 1 de marzo de 2025. Es saludable esa costumbre presidencial de concurrir al Parlamento anualmente y dar cuenta de su gestión, con números pero también con conceptos.

De la alocución del presidente Lacalle Pou es muy importante rescatar su apelación inicial a ser evaluado en función de evolución de la libertad.

Lacalle Pou recordó que al asumir el cargo de presidente el 1 de marzo de 2020 invitó a los legisladores a “trabajar por la libertad”. Y, recordó el presidente el sábado 2, al hacerlo “también nos adelantábamos a decir que queríamos que con esa vara se nos midiera al final del gobierno. Si los uruguayos son más libres hoy o cuando termine el gobierno que lo que eran el día que empezó habremos cumplido la tarea”. Pero Lacalle Pou reconoció que “no todos los habitantes tienen las mismas herramientas para gozar de esa libertad”. Y según el presidente es “allí donde el Estado debe utilizar mecanismos distintos para estimular, para impulsar y para ayudar según entienda pertinente”. Y, acto seguido, adelantándose a quienes pudieran tildarlo de partidario del “Estado presente”, en esta nueva batalla filosófica que se ha está desarrollando en estas latitudes entre Estado y mercado a partir de la fulgurante irrupción del libertario Javier Milei, Lacalle sentenció: “Sin perjuicio de lo dicho, no es el Estado el que genera la riqueza. La riqueza la genera cada ciudadano cuando se levanta, hace el esfuerzo, trabaja, aplica su intelecto, la iniciativa y pone el riesgo de su capital. En conclusión, el individuo trabaja, paga impuestos, y es el gobierno a través del Estado quien establece el tratamiento distinto según la situación de las personas”.

Y, mirando lo ocurrido en su gestión, destacó que se ampliaron libertades en varios aspectos. De ellos destaca dos: la libertad de trabajo y la libertad de circulación al eliminarse las ocupaciones de lugares de trabajo y los piquetes que impiden la circulación o el acceso a los lugares de trabajo.

De otras libertades habló el presidente, quizá menos importantes que estas dos, pero libertades al fin. “La LUC amplió libertades en el mecanismo de alquileres, amplió libertades en la portabilidad numérica, amplio libertades en la libertad financiera y amplió libertades … al impulso sobre todo a las micro pequeñas y medianas empresas de nuestro país”.

El gobierno de Lacalle, sin embargo, quedó sellado por algo muy importante en materia de libertad que no está en ninguna ley o decreto. Cuando empezó la pandemia, a pocos días de asumir, el gobierno apostó por la “libertad responsable” y evitó el cierre total del país, de sus escuelas, de sus empresas, de sus negocios, y hasta de la libertad de dar una vuelta a la manzana caminando. Algo que muy pocos gobiernos del mundo y de la región hicieron.

Fue una impronta muy clara y por la que los uruguayos debemos estar agradecidos. Se confió en nosotros, en la decisión de cada ciudadano para cuidarse y para cuidar a los demás, algo que no es común en los gobiernos, que solo tienden a confiar en sí mismos y en su propio juicio.

Medidos pues, por la vara de la libertad, estamos claramente mejor que el 1 de marzo de 2020. De eso no cabe duda, aun cuando no se hubiera implementado la portabilidad numérica o el mecanismo de contratación de alquileres.

Medidos por los estándares comunes del crecimiento del producto, del empleo y del salario, también a esta altura estamos mejor. Sobre todo en términos de empleo, ya que se han generado 80.000 puestos de trabajo, recuperando los 50.000 que se perdieron en la administración anterior y añadiendo otros 30.000. Algunos dirán que hay empleos informales o de baja remuneración, pero son empleos al fin. Y, en su conjunto, la informalidad descendió del 25% en 2019 a 21% en 2023, siendo además la informalidad más baja de la región.

Pese a la pandemia y la sequía, el PIB creció. No todo lo que sería deseable, pero creció. Eso sí, seguimos en ese entorno del 2% anual que ha sido el promedio de los últimos 70 años y que no nos permite mantener el nivel con otros países de la región y del mundo. Peor, un crecimiento que no nos permite atender las necesidades de la sociedad en diversas materias de salud, educación y seguridad. Y que, como señalaba muy acertadamente Ricardo Pascale en su libro póstumo “El Uruguay que nos debemos”, nos genera una mala relación con el futuro, implica menor bienestar, menores oportunidades, peor educación y salud y emigración de talentos.

Se hizo la reforma jubilatoria en la que todos estaban de acuerdo pero que nadie se animaba. Reforma que se ha hecho en muchos países para acompasar la mayor expectativa de vida. El presidente y la coalición de gobierno asumieron el costo político y dieron la batalla aunque tenían tiempo de patear la reforma al próximo gobierno. Eso sí, encontraron una resistencia inesperada en parte del movimiento sindical que aprovechó esta reforma para ir contra la otra reforma: la de 1996, que creó el régimen mixto de ahorro individual. Y, con una total demagogia, olvidando el comportamiento de los tres gobiernos del Frente Amplio, se juegan a derogar el ahorro individual luego de casi tres décadas de buen funcionamiento. Algo insólito en un país que ha construido reputación de buen manejo institucional.

Pero eso no es responsabilidad del actual gobierno. Ha hecho bien de no postergar la reforma previsional para adelante, algo que los uruguayos solemos hacer por esa mala relación que tenemos con el futuro, que viene a ser un repositorio de todas las cosas que nos cuesta hacer. Ahora habrá que enfrentar las consecuencias y apelar al buen sentido cívico del pueblo uruguayo.

Por lo demás, el gobierno tiene aún casi un año por delante. No debe detener su esfuerzo de potenciar la libertad y de implementar reformas que ayuden a mejorar la inversión y el crecimiento. No olvidemos que en el crecimiento de los últimos 20 años, han jugado un papel muy importante la instalación de tres plantas de celulosa. “Más hace un buey que 100 golondrinas” dice el refrán, pero es vital que el incremento de la inversión y del empleo venga también por la pequeña y mediana empresa que en Uruguay no tiene los beneficios impositivos de las grandes.

Allí hay algunas área en las que al gobierno le ha faltado avance: disminución del número de empleados públicos que era una clara promesa electoral, eliminación de impuestos distorsivos como la tasa consular y el no ajuste por inflación para el cálculo del impuesto a la renta de las empresas, mayor ampliación del crédito al sector privado, desmonopolización de los combustibles (algo que impulsó Lacalle pero que sus socios de la coalición no le llevaron), etc.

Mucho se ha hecho. Mucho queda por hacer. Aún hay tiempo de gobierno hasta el 28 de febrero de 2025. Aprovechémoslo para expandir la libertad y promover al sector privado.

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