El asesinato al candidato presidencial Fernando Villavicencio acribillado a balazos cuando se retiraba de un acto político este miércoles en plena campaña, además de dejarme perpleja, me hizo preguntarme si podría pasar algo así en Uruguay.
Un crimen de estas características, donde se decretó un estado de excepción y el patrullaje militar en las calles, prueba que ese país se convirtió en un narcoestado, y eso ocurre cuando la corrupción y el narcotráfico calan en el poder político. En Uruguay es impensable que eso ocurra. Pero, a la escala en la que suceden las cosas en este país, ya hemos ido dando pasos impensados, como que bandas de narcos dominen un territorio, que ayuden a llegar a fin de mes a instituciones en determinados barrios para ganar poder, o que una fiscal reciba amenazas de narcos.
La semana pasada te hablé de Marset y de lo mal que se investiga en Uruguay. Esta semana en la Newsletter Enclave te hablaré de las señales alarmantes del sistema uruguayo frente al narcotráfico, de las que espero que los candidatos que aspiran a la Presidencia en 2024 tomen nota y, al final de esta columna, entenderás por qué.
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