Te doy la bienvenida a este Pícnic! soleado, un momento en el que nos permitimos alejarnos por un rato del griterío de la realidad para zambullirnos en el silencio, ese que nos permite sonreír sin razón aparente y disfrutar de lo que tenemos a mano. Estos días he pensado mucho en la violencia que inevitablemente todos alguna vez ejercemos y padecemos. Es uno de esos fenómenos que nunca te van a tocar de un solo lado; ser victimario te llevará a ser víctima y al revés, lamentablemente, también. Me dio por pensar en todo esto por el clima cargadito que se vive en este país, pero también porque este fin de semana volví a ver, después de mucho tiempo, Siete años en el Tibet, una película que está por cumplir el cuarto de siglo y que en su momento no recuerdo que me haya deslumbrado, pero que esta vez disfruté por muchas razones.
Esta nota es exclusiva para suscriptores.
Accedé ahora y sin límites a toda la información.
¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá