Todos podemos detectar ‘trabajadores difíciles de llevar’: tienen un bajo rendimiento, no trabajan bien con los equipos, luchan por cumplir las expectativas.
Sin embargo, por más extraño que parezca, no son estos empleados los que causan los problemas reales. Los verdaderos problemas son causados por los trabajadores que fingen bien estar haciendo un buen trabajo, pero mientras tanto destruyen lentamente el desempeño, la actitud y la moral de los demás empleados, y con ello, la empresa.
Aunque no hay signos tan obvios de que un empleado esté ‘envenenando’ a su compañía, puede identificarlos con las siguientes señales que brinda el portal especializado en empresas Inc.
Los chismes son parte de la cultura de una empresa. Todos, en algún momento, lo hicimos. Si un empleado ha hablado con más de una persona sobre algo que otro está haciendo, ¿no estaría mejor para todos si se acercara y hablara con él en lugar de hablar con terceras personas?
Los empleados que crean una cultura de chismes no solo pierden más tiempo en conversaciones pocos productivas, sino que también hacen que otras personas no respeten a sus compañeros de trabajo, y cualquier cosa que disminuya la dignidad o el respeto de cualquier empleado nunca debe tolerarse.
Tiene una reunión y en esta se plantean los problemas. Las preocupaciones son compartidas. Se toman decisiones. Todos los asistentes apoyan totalmente esas decisiones. Entonces alguien sostiene una "reunión después de la reunión" para hablar sobre temas que no compartió antes con el grupo anterior. Y no está de acuerdo con las decisiones tomadas.
Esperar hasta después de una reunión para decir "No voy a apoyar eso" es como decir "Estoy de acuerdo con cualquier cosa, pero eso no significa que realmente lo haré. Incluso trabajaré en contra de eso". Esas personas necesitan trabajar en otro lugar.
Cualquier tarea que se le pida a un empleado, siempre que no sea ética, inmoral o ilegal, es una tarea que el empleado debería estar dispuesto a hacer, incluso si está "por debajo" de su puesto actual. Los grandes profesionales notan los problemas y saltan sin que se les pida.
Decir "no es mi trabajo" es decir "solo me preocupo por mí". Esa actitud destruye el rendimiento general porque convierte rápidamente lo que podría haber sido un equipo cohesivo en un grupo disfuncional de individuos.
Un empleado hizo grandes cosas el año pasado, el mes pasado o incluso ayer. Usted está agradecido. Aun así, hoy es un nuevo día. La única medida real del valor de cualquier empleado es la contribución tangible que realiza diariamente.
Decir "he pagado mis cuotas" es como decir "ya no necesito trabajar tan duro". Y de repente, antes de que usted se de cuenta, otros empleados comienzan a sentir que también se han ganado el derecho de actuar así.
La experiencia es definitivamente importante, pero la experiencia que no se traduce en mejores habilidades, mejor desempeño y mayor logro no tiene valor. La experiencia que simplemente "es" es un desperdicio.
Decir "tengo más experiencia" es como decir "no necesito justificar mis decisiones o acciones". La experiencia (o posición) nunca debe ganar una discusión. La sabiduría, la lógica y el juicio siempre deben ganar, independientemente de en quién se encuentren esas cualidades.
La nueva empleada trabaja duro, trabaja largas horas. Está consiguiendo objetivos y superando las expectativas. Y ella finalmente oye, de un empleado más ‘experimentado’: “está trabajando demasiado duro y haciendo que el resto de nosotros nos veamos mal".
Cuando se trata de comparaciones, un gran profesional no se compara con los demás, se compara a sí mismo. El empleado quiere "ganar" esa comparación al mejorar y hacerlo mejor hoy que ayer. Los empleados pobres no quieren hacer más; quieren que otros hagan menos. Ellos no quieren ganar. Solo quieren que otros se aseguren de no perder.
Decir "estás trabajando demasiado duro" es como decir "nadie debería trabajar duro, porque yo no quiero trabajar así". Y muy pronto muy pocas personas lo hacen, y las que siguen intentándolo son rechazadas por la calidad que cada empleado necesita poseer.
Tal vez hizo casi todo el trabajo. Tal vez superó casi todos los obstáculos. Tal vez, sin él, ese equipo de alto rendimiento hubiera sido todo menos eso. O quizá no. Nunca se logra nada importante solo, incluso si a algunas personas les encanta actuar así.
Un buen empleado y un buen jugador de equipo comparten la gloria. Él acredita a los demás, deja brillar a los demás. Eso es especialmente cierto para un empleado en una posición de liderazgo: él celebra los logros de los demás con la certeza de que su éxito también se refleja en él.
Decir "hice todo el trabajo" o "fue toda mi idea" es como decir "el mundo gira en torno a mí y necesito que todos lo sepan". E incluso si otras personas no adoptan la misma filosofía, resienten tener que luchar por el reconocimiento que es legítimamente suyo.
A veces, sea cual sea el problema y sin importar quién tiene la culpa, algunas personas intervienen y reciben el golpe. Aceptan voluntariamente la crítica o el abuso, porque saben que pueden manejarlo (y saben que tal vez la persona realmente culpable no puede).
Pocos actos son más desinteresados que recibir el golpe no merecido. Y pocos actos mejor cimentan una relación. Pocos actos son más egoístas que decir "no fui yo", especialmente cuando, al menos en parte, lo fue.
Decir "tendrás que hablar con el jefe" es como decir "no estamos todos juntos en esto". En las mejores compañías, todos están juntos en esto.
Fuente: Gestión - RIPE
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