Otro 1º de Mayo, otro movimiento sindical

Fernando Pereira reconoció el martes pasado hasta qué punto la nueva situación política genera desconcierto en la dirección sindical. En una charla virtual, recogida en una nota publicada en Búsqueda, expresó: “Acá tenemos un desafío: si el movimiento sindical se va a atrincherar en su casa o si vamos a luchar de alguna manera. Todas las medidas que tomemos pueden ser cuestionadas: el caceroleo, si tocamos bocina, si nos movilizamos en una plaza, todo puede ser cuestionado. ¿Qué vamos a hacer? ¿Nos vamos a censurar entre nosotros mismos las pocas herramientas que tenemos? ¿O debemos abrir la cabeza para que pueda haber una sociedad donde no nos impongan normas de una manera, de poca calidad democrática? Y como mínimo no dejar que pasen esas normas sin la protesta social, la demanda social, el intento de transformar la ley, y después el de juntar las firmas. Ahora, si nos morimos de miedo cada cual adentro de su casa, estamos en el horno. De verdad, creo que no vamos a tener suficiente resistencia”.

Fernando Pereira, presidente del PIT-CNT, es reconocido por su inteligencia, su compromiso social y su capacidad de diálogo. Su buena relación personal con el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, es el más claro testimonio de todo esto. Pero las preguntas que se formula, recogidas en esa nota, no pueden conformarnos. Al contrario, merecen una discusión pública exigente en la medida en que ponen de manifiesto hasta qué punto la dirección sindical ha naturalizado un enfoque equivocado de sus responsabilidades. El PIT-CNT cuestiona la “calidad democrática” de la LUC. Sin embargo, la pregunta que automáticamente debería hacerse es hasta qué punto es compatible con la lógica democrática la intención de frenar “luchando” (como sea, con cacerolas, movilizaciones, paros, firmas, referéndums) las políticas públicas del gobierno preferido por la mayoría de la ciudadanía. En verdad, nuestro movimiento sindical sigue confundiendo la perfectamente legítima y absolutamente imprescindible defensa de los intereses de los trabajadores con la promoción del proyecto político de los partidos de la izquierda uruguaya. Sería bueno discutir, en definitiva, si no ha llegado la hora de abandonar el enfoque partidista de la acción sindical.

Algunos dirigentes sindicales se están atreviendo, poco a poco, a cuestionar la subordinación de la acción sindical a la estrategia política de los partidos de izquierda. Hay que agradecerles el coraje de contribuir a instalar esta discusión, pero la partidización viene de muy lejos. Hace varias décadas que los partidos de izquierda y el movimiento obrero van de la mano. Desde luego, a medida que pasa el tiempo esto se vuelve más evidente. Desde el paro contra “neoliberalismo” durante la campaña electoral de 2009 hasta el homenaje a Tabaré Vázquez en febrero de este año, pasando por múltiples declaraciones de sus principales dirigentes. Me parecen especialmente sinceras, en ese sentido, las expresiones de Marcelo Abdala apenas dos días antes de la elección de octubre de 2019: “Si ganan los partidos de la restauración neoliberal, el movimiento obrero deberá alzarse en defensa de las conquistas y si gana el Frente Amplio tendremos también mucha lucha pero desde el punto de vista de garantizar un camino de transformaciones profundas”.1

Muchos dirigentes del PIT-CNT siguen considerando legítimo que la estrategia del movimiento sindical esté al servicio de la “acumulación de fuerzas” y, en última instancia, de la “revolución continental”. No lo es. Desde luego, como enseñó hace muchos años Robert Dahl, las organizaciones autónomas (en el sentido de independientes del gobierno) son altamente deseables en las democracias modernas porque contribuyen a reducir la coerción gubernamental y favorecen el bienestar humano. Pero agrega. “Sin embargo, lo mismo que sucede entre los individuos ocurre con las organizaciones; la independencia o la autonomía crea la oportunidad de hacer daño. Las organizaciones pueden aprovechar la ocasión para incrementar o perpetuar la injusticia en lugar de reducirla, de fomentar el egoísmo mezquino en sus miembros a expensas de la preocupación por un bien público más amplio e incluso para debilitar o destruir la democracia misma”.

No deberíamos “naturalizar” la técnica de gobernar con leyes de urgencia. Pero la calidad de la democracia también depende de las prácticas de las grandes organizaciones como los sindicatos de trabajadores. El movimiento sindical también necesita un espejo. l

1 Ver: https://www.pitcnt.uy/novedades/item/3265-marcelo-abdala-uruguay-el-27-de-octubre-esta-en-juego-la-defensa-de-las-conquistas-o-la-reinstauracion-neoliberal

Adolfo Garcé es doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República.

adolfogarce@gmail.com