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"A Guardiola le gusta tener la pelota, jugar al fútbol, los pases, es como una orquesta. Pero es una melodía silenciosa. No es mi deporte . Siento que no es suficiente para mí. El fútbol no es sereno, el fútbol es lucha. Lo que llamamos un día de lluvia, campo pesado, todo el mundo con la cara sucia y se van a casa y no pueden jugar al fútbol en cuatro semanas. Me gusta más el heavy metal”. Con estas palabras, el entrenador alemán Jürgen Klopp definió su estilo de juego. El de Borussia Dortmund, el de Liverpool.
Zanjando las diferencias del primer mundo con el fútbol que se juega por estos lares, ese estilo aplica para este Peñarol.
Si aquello es Iron Maiden o Judas Priest, esto bien puede ser Alvacast o Herrumbre.
Porque Peñarol es una máquina que se lanza sobre sus rivales cuando tiene la pelota. Una bestia de acero, intensa, densa, profunda. Muy pesada para sus rivales de entrecasa.
Un equipo aceitado que se lanza sobre sus rivales con aire bestial, más con la fuerza de un tigre que con la astucia de un zorro.
Los primeros 45 minutos del partido que le ganó a Liverpool el domingo por la cuarta fecha del Torneo Apertura bien sirven para graficar los cómo y los por qué de este Peñarol.
Agresivo para presionar arriba, iban apenas 8 minutos cuando Martín González dejó corto un pase atrás y Gabriel Fernández llegó justo para definir. Sutil, pero afuera.
Después, el Lolo Estoyanoff sacó un misil que dio en el travesaño.
Porque cuando Peñarol no carga el fútbol por las bandas con volantes y laterales que suben, sabe cómo lastimar con remates de media distancia.
Cuando salió Gargano, que es lo que Steve Harris a Maiden, entró el Cebolla Rodríguez, que es lo que Lars Ullrich a Metallica.
Ahí Peñarol ganó en aceleración desde la línea media y en capacidad para generar juego vertical y directo por el callejón central.
De un pase directo del Cebolla y una combinación entre Lucas Viatri y Brian Rodríguez, llegó el gol de Fernández a los 23’. El Toro entró entre los zagueros negriazules y la definió a un palo de zurda.
Jorge Bava le puso el pecho al metal. Realizó cuatro atajadas formidables para sostener a su equipo en partido.
Los palos también jugaron en contra de Peñarol: el Cebolla y el Toro –en una última corrida sin golero y con defensas en desesperado retroceso– no pudieron aumentar la ventaja.
Y con un segundo tiempo donde reguló energías y se robusteció en defensa, Peñarol sostuvo la victoria. Con un toque de suspenso al final cuando Fabricio Formiliano voló en el área chica para sacarle una pelota de la cabeza a Juan Ignacio Ramírez.
Fuerte en todas sus líneas. También con dientes apretados cuando se trata de defender. Como quien entra a un pogo a dejar la vida. Así juega y gana Peñarol. Por eso ahora lidera solo el Apertura.
Por Juan Pablo De Marco
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