Diego Battiste

Podemos poner fin a la pandemia de covid el año que viene

Esta es una guerra global, pero una acción audaz en cuanto a las vacunas les brinda a nuestros gobiernos la oportunidad de ganarla

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27 de mayo de 2021 a las 05:03

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Somos una extraña especie. Somos capaces de producir maravillas, pero luego no nos aseguramos de que lleguen a todos los que se beneficiarían, aunque los costos serían triviales en comparación con las ganancias para todos. Actualmente, la maravilla es la rápida llegada de eficaces vacunas contra el covid-19. El fracaso es asegurar la producción y distribución a una escala suficiente. En nuestra locura, estamos desaprovechando una gloriosa oportunidad.

En Una propuesta para poner fin a la pandemia de Covid-19, Ruchir Agarwal y Gita Gopinath, del Fondo Monetario Internacional (FMI), han iluminado tanto la oportunidad como los beneficios de aprovecharla. Su plan sugerido es vacunar al menos al 40 por ciento de la población de todos los países para fines de 2021 y al menos al 60 por ciento para julio de 2022, además de posibilitar pruebas y rastreo generalizados. El estudio estima los beneficios económicos acumulados en US$ 9 billones (US$ 1,150 por persona) frente a un costo de US$ 50 mil millones, una proporción de 180 a uno. Ésta debe estar entre las inversiones de mayor rendimiento de la historia.

Esta pandemia es, sobre todo, una crisis de salud. Pero también es un desastre económico. El informe tiene razón al insistir en que “la política contra la pandemia es también una política económica, ya que no hay un final duradero para la crisis económica sin un final para la crisis de salud”. Una comparación de las previsiones del FMI de octubre de 2019 con las de abril de 2021 ha sugerido que el covid-19 redujo la producción real mundial en US$16 billones (a precios de 2019) solamente en 2020 y 2021. Si la pandemia continúa, esas pérdidas se acumularán en el futuro lejano.

El informe también ha estimado que el 40 por ciento de las ganancias del plan irían a los países de altos ingresos, ya que una recuperación mundial también fortalecería las suyas. Esto, asimismo, agregaría al menos US$ 1 billón a sus ingresos fiscales. Además, acelerar la vacunación no sólo aceleraría la reapertura económica; también reduciría la probabilidad de que una mutación futura derrotara a las vacunas disponibles, lo cual pudiera hacer que el mundo entero tuviera que volver a los confinamientos.

El plan es gastar US$ 50 mil millones, de los cuales al menos US$ 35 mil millones se financiarían mediante subvenciones y el resto mediante préstamos concesionales. Dados los compromisos, solo se necesitan otros US$ 13 mil millones en subvenciones. Pero, lo que es más importante, no deben ser solo promesas, sino también financiación inicial, inversiones en riesgo y donaciones de vacunas de inmediato.

Bajo lo que el informe llama “lo mismo de siempre”, ha estimado un suministro global de seis mil millones de dosis para fines de 2021, lo cual sería suficiente para vacunar a 3.5 mil millones de personas (el 45 por ciento de la población mundial). Eso permitiría abarcar a la población de alta prioridad del mundo. En la práctica, sin embargo, algunos países están vacunando a los niños, mientras que otros no están vacunando a casi nadie.

Por tanto, la cobertura real en los países de bajos y medianos ingresos estará muy por debajo del 45 por ciento. Y, lo que es peor aun, existen posibles riesgos bajistas en este escenario. Estos incluyen escasez de materias primas; restricciones a la exportación; preocupaciones de seguridad en cuanto a las vacunas particularmente adecuadas para los países en desarrollo; y el probable uso de dosis para vacunar a los niños o proporcionar refuerzos para compensar la reducción de la eficacia de la vacuna. Cualquiera o todos estos desarrollos reducirían aun más la disponibilidad de vacunas para los países en desarrollo, retrasando así el fin de la pandemia mundial.

Entonces, ¿qué se propone en cuanto a la vacunación?

Lo primero sería lograr los objetivos de vacunación más ambiciosos. Esto requerirá contribuciones en efectivo adicionales por adelantado de US$ 4 mil millones a COVAX, la entidad destinada a garantizar el acceso global a las vacunas. Eso le permitiría a COVAX finalizar los pedidos, activar la capacidad global no utilizada y desplegar vacunas. Además, también debería ayudarse a los países individuales a hacer más pedidos.

Así también, deben eliminarse las restricciones relacionadas con las materias primas y con las vacunas terminadas. Por último, los excedentes de vacunas deben donarse en donde las necesidades sean más imperiosas.

Lo segundo sería asegurar contra los riesgos bajistas mediante la celebración de contratos finales por otras mil millones de dosis en la primera mitad de 2022. Esto requeriría una financiación adicional de US$ 8 mil millones. Asimismo, debieran realizarse más esfuerzos para fomentar la concesión de licencias voluntarias y la transferencia transfronteriza de tecnología. Además, es esencial crear un sistema global de vigilancia genómica y de modificación de vacunas, si fuera necesario. Otro componente esencial es la transparencia en todos los pedidos y en las cadenas de suministro que se espera que los entreguen.

Lo tercero sería gestionar prudentemente el período de escasez de vacunas. Por lo tanto, hay que invertir hoy en la capacidad de entrega y en contrarrestar la “vacilación de ponerse la vacuna”. Además, hay que evaluar todas las posibles vacunas, incluidas las de China o de Rusia. También es vital garantizar que las vacunas, al menos, sean gratuitas para los pobres. Además, mientras las vacunas sigan siendo escasas, hay que hacer que las dosis rindan más para cubrir a más personas, tal como lo ha hecho el Reino Unido, administrándoles las primeras dosis a más personas, mediante dosis fraccionadas, o administrando dosis únicas a las personas que ya han padecido la enfermedad.

Es posible que sea necesario ajustar los detalles técnicos del programa propuesto. Lo mismo puede ocurrir con la financiación precisa. Pero no se puede cuestionar la lógica general. Estamos todos juntos en esta situación. Es una locura imaginar que el enfoque nacional de los programas de vacunación actuales será eficaz para hacerle frente a una pandemia mundial. Es una locura no ampliar el suministro y la entrega de vacunas a nivel mundial con la mayor urgencia posible. También es una locura gastar literalmente billones de dólares en apoyo a la pandemia en casa, mientras no se gastan unas decenas de miles de millones para ponerle fin a la pandemia a nivel mundial lo más rápido posible.

Si estas verdades evidentes no persuaden a los gobiernos de las democracias de altos ingresos, deben considerar la geopolítica. Por unas modestas sumas, estos gobiernos pueden transformar la difícil situación de miles de millones de personas que viven en países vulnerables y así demostrar que son solidarios y competentes. Pueden verse bien haciendo el bien. Si no muestran la urgencia necesaria para gastar estas triviales sumas, la posteridad querrá saber qué diablos estaban pensando. Esta es una guerra global. Los gobiernos de los países ricos deberían ponerse en marcha y ganarla de inmediato.

 

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