SAUL LOEB / AFP

Política monetaria amplía abismo entre economías pobres y ricas

Es probable que queden cicatrices más grandes y persistentes conforme las naciones en desarrollo se enfrentan a una tormenta perfecta

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13 de enero de 2022 a las 15:58

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Chris Giles

El comienzo de este año es un inquietante eco de 2021. Una nueva variante del coronavirus ha disparado las infecciones en todo el mundo, amenazando las perspectivas económicas para el año que viene. Pero en lugar de una repetición de las severas recesiones que vimos en 2020, el panorama será de alta inflación mundial y de un aumento de las tasas de interés, con graves riesgos para las economías emergentes y en desarrollo más vulnerables.

El año pasado demostró que las economías avanzadas eran más resilientes de lo esperado a las olas de covid-19, incluso sin vacunas eficaces. La ola de la variante alfa fue terrible para la salud de las personas, pero apenas hizo mella en la recuperación mundial. Con más estímulos monetarios y fiscales de los necesarios, el resultado fue un exceso de demanda e inflación.

Superar ómicron debería ser más fácil. El número de casos a nivel mundial está en niveles récord, pero el número de muertes sigue siendo moderado. Las vacunas han demostrado su eficacia en la prevención de los casos de enfermedad graves, y la comunidad también tiene una mayor inmunidad obtenida de las infecciones previas, por lo que las economías avanzadas deberían ser más capaces de adaptarse. A pesar de estas buenas noticias, las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y del Banco Mundial — las cuales sugieren que las economías avanzadas pueden volver al camino de la producción económica prevista antes de la pandemia sin ningún daño a largo plazo — probablemente sean demasiado optimistas.

La alta inflación muestra que el año pasado hubo graves cuellos de botella asociados al funcionamiento de una economía caliente; hay menos trabajadores buscando empleo; y dos años de débil inversión dificultarán la capacidad de las economías para lograr las mejoras de productividad que fomentan un crecimiento no inflacionario. Por lo tanto, el mayor peligro para 2022 y 2023 sigue siendo la inflación derivada de que la demanda supere la oferta disponible. Las tasas de inflación general bajarán en el segundo semestre del año conforme algunos de los grandes aumentos de precios del año pasado desaparezcan de la comparación anual, pero el principal riesgo para la economía global es que sigan siendo demasiado elevadas.

La Reserva Federal (Fed) tardíamente está respondiendo a esta amenaza en EEUU, donde es mayor, señalando que puede ser necesario subir las tasas de interés desde el actual mínimo del cero por ciento "antes o a un ritmo más acelerado" de lo que los funcionarios inicialmente pensaron. Numerosos observadores informados actualmente anticipan cuatro aumentos de la tasa de interés de un cuarto de punto este año, junto con la venta por parte de la Fed de algunos bonos del Estado que posee. Sin embargo, el endurecimiento de la política monetaria no debe confundirse con una postura de política monetaria altamente restrictiva. Una tasa de interés nominal del 1 por ciento seguiría estimulando la demanda, sobre todo teniendo en cuenta que la inflación se situará probablemente muy por encima del objetivo del 2 por ciento fijado por la Fed para finales de año.

El problema para los países más pobres es que una política estadounidense más estricta, pero aún estimuladora, pudiera suponer un problema para ellos. Tal como lo ha señalado el Banco Mundial en su informe de esta semana sobre las perspectivas de la economía mundial, es probable que el endurecimiento de la política monetaria estadounidense exacerbe un panorama ya difícil para las economías emergentes y en desarrollo.

Sede del Banco Mundial en Washington D. C.

Las economías más pobres han tenido dificultades para recuperarse tan rápidamente como las avanzadas, al carecer del mismo grado de confianza y de acceso al mercado para pedir préstamos libremente y proteger a sus poblaciones durante las primeras fases de la pandemia. Al carecer de resiliencia financiera y de generosos sistemas de seguridad social, las recesiones en las economías emergentes han sido más persistentes y las recuperaciones más débiles. La tormenta perfecta se ha completado con las dificultades que han enfrentado estas economías para acceder a las vacunas y hacerlas llegar a sus poblaciones.

Las dos décadas en las que los niveles de vida de las economías emergentes comenzaron a emparejarse con los de sus ‘parientes’ más ricos han terminado. El Banco Mundial ha estimado que, entre 2021 y 2023, los ingresos reales del 70 por ciento de las economías emergentes y en desarrollo crecerán más lentamente que los de las economías avanzadas.

También es probable que la debilidad durante la pandemia deje cicatrices mucho más grandes y persistentes. En comparación con una suposición (aunque optimista) de ausencia de cicatrices en los países ricos, el Banco Mundial ha estimado que la recuperación en los países más pobres será casi un 6 por ciento inferior a las expectativas previas a la pandemia. Esto limita aún más su capacidad de pagar las deudas existentes, las cuales han aumentado en 10 puntos porcentuales de la renta nacional desde el inicio de la pandemia, según el FMI. Es probable que esta situación provoque una "hard landing", o marcada contracción económica, problemas de endeudamiento y descontento social en los países más débiles.

Nada de esto se ve facilitado por la posibilidad de que la Fed frene la economía con más fuerza de la prevista este año, sacudiendo los mercados y endureciendo las condiciones monetarias mundiales. En un comentario que fue una especie de subestimación, David Malpass, el presidente del Banco Mundial, dijo que las perspectivas en 2022 "es poco probable que sean favorables para los países en desarrollo".

Las economías emergentes y en desarrollo no son todas iguales en cuanto a las condiciones a las que se enfrentan. China cuenta con una amplia capacidad fiscal para amortiguar su economía a corto plazo, aunque sea a expensas del reequilibrio que tanto necesita. Turquía es el principal ejemplo de un país vulnerable a un choque. La elevada deuda pública y privada junto con la escasa credibilidad de sus instituciones económicas representa una tóxica mezcla. Los países que se encuentran en una situación similar ya han sufrido fugas de capital, y se enfrentan a la amenaza de un círculo vicioso de debilitadas perspectivas y aumentadas vulnerabilidades.

El panorama es difícil. El Banco Mundial ha previsto que, en 2023, el 40 por ciento de las economías emergentes y en desarrollo todavía tendrán una renta nacional inferior a la de 2019. Estas son las condiciones que probablemente provocarán una verdadera revaloración este año, en lugar de sólo más arreglos para salir del paso.

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