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Políticas de Estado para la Innovación Productiva

“El mundo no es conducido ni arrastrado por las máquinas, sino por las ideas”, Victor Hugo

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10 de septiembre de 2021 a las 05:02

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Por Carlos Mazal*

El libro publicado recientemente por el Dr. Ricardo Pascale lleva el oportuno título Del Freno al Impulso e introduce “una propuesta para el Uruguay del futuro”. No podía llegar en un momento más crítico de la historia del país. Golpeados por una emergencia global sanitaria y navegando una situación surreal en el Mercosur, Pascale pone en medio del debate la incorporación del Uruguay a la economía del conocimiento.

Lo hace provocando, proponiendo e invitando a pasar de un “sobre’ diagnóstico de la situación del país y su institucionalidad, al terreno de lo práctico, valorando los activos intangibles que, hoy, tienen más peso que lo bienes físicos. Pascale no sataniza ningún sector. Es una visión pragmática, realista y el momento es ahora. 

Uruguay no tiene un mercado interno que permita evaluar entre varias opciones para definir su inserción internacional. Uruguay tiene una y es abrirse al mundo y competir. Cuando no hay opciones, las decisiones se simplifican. Todos los partidos comparten esta realidad por lo que el compromiso de avanzar en esa dirección tiene apoyo político. Ningún país desarrollado lo logró sin consensos políticos. Es el país el que está en juego. 

Y Uruguay no es ningún “paisito”, aun si algunos utilizan el termino infiriendo afecto. Si habláramos en términos de territorio, es más grande que Dinamarca, Israel, Suiza y Países Bajos juntos. Tiene recursos humanos calificados, excelentes instituciones de investigación, empresarios cada vez más investidos en el desarrollo de aquella innovación que cumple los requisitos de tener novedad, aplicaciones prácticas y susceptibles de llegar a mercados globales. 

Uruguay tiene logros a nivel global en lo agropecuario, a lo cual está sumando un fuerte componente biotecnológico para agregar aun más valor. Podemos alimentar a 30 millones de personas en un mundo donde hay mercados seguros para lo cual necesitamos firmar acuerdos comerciales para que los aranceles nos permitan competir de igual a igual.

Exporta servicios de excelente calidad, tiene su primer “unicornio” el cual, solo para tener una idea, representa ya un porcentaje importante de su PBI, a pocos meses de cotizar en Nasdaq. Mas aun, en el mundo de la economía del conocimiento, el territorio pasa a un segundo plano. Singapur tiene 699 km2. Uruguay tiene, además de los 176 mil km2, 83 mil km2 adicionales de territorio marítimo gracias al logro de extender su plataforma a 300 millas.

Si bien el sector pesquero ha quedado relegado, el senador Gustavo Penadés ha relanzado la idea de fortalecerlo a lo cual debemos sumar la riqueza en recursos genéticos marinos, microorganismos cuyas secuencias genéticas se están patentando para intentar llegar a curas y tratamientos médicos de enfermedades neurodegenerativas, cáncer, quimioterapia, entre muchos más.

La brecha en conocimiento es cada vez más amplia y solo entre Corea, China, Japón y EEUU reúnen el 74% de las patentes registradas en el mundo. América Latina y el Caribe, 2,5%. Menos que Boeing. Si sumamos las más de 13 mil patentes de secuencias genéticas de microorganismos halladas en el suelo marino y en manos de cuatro multinacionales, la brecha se transforma en un abismo.  

En los años que me desempeñe como director de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) de la ONU, la incorporación a la economía del conocimiento era-y sigue siendo-el tema global que nos puede acercar a otros estadios de desarrollo con mayor bienestar y oportunidades para todos o, por el contrario, marginarnos si no hacemos nada.

Revisando los rankings de innovación, competitividad y educación de los países en los 20-25 primeros lugares, el elemento en común es que la mayoría de quienes participaron salían de la segunda guerra mundial, con liderazgos que transformaron la adversidad en creatividad, en los consensos y pactos a los cuales Enrique Iglesias nos convoca permanentemente, a poner el país por delante y tener, finalmente, políticas de Estado en temas de innovación productiva. 

El ministro de Educación, Pablo da Silveira, también responsable del tema de innovación, acompañó el evento que organizó la Academia Nacional de Economía (Innovación y economía del conocimiento – YouTube)  el 15 de agosto pasado ,y de sus palabras se desprende que el apoyo a esta visión es inequívoco.

De hecho, el MEC/DICYT ya ha realizado el llamado público a interesados en realizar trabajos de consultoría en el tema, con términos de referencia que satisfacen el objetivo de “impulsar un proceso de reflexión, análisis y toma de decisiones que permita reordenar y potenciar un área de importancia clave para el desarrollo nacional, como lo es la ciencia, la tecnología y la innovación” – Consultorías en Área de Ciencia, Tecnología e Innovación | Ministerio de Educación y Cultura (www.gub.uy).

En mi experiencia, el desafío más importante de un proceso que demora 2-3 periodos consecutivos de gobierno para dar frutos, es la gobernanza y el llamado del MEC/DICYT lo prioriza. La innovación tiene sus propios tiempos. Reitero, no hay ninguna posibilidad de tener éxito si no se acepta y se respeta el principio que la única prioridad es el Uruguay. 

* Académico de Número
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