Diego Battiste

Por qué es vital que tu hijo de 12 a 17 años se vacune y no vuelva a clases al menos hasta agosto

Todos los estudiantes uruguayos han pasado un año y medio complicadísimo, alejados de sus amigos en un período vital en que ellos son sus pilares

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12 de junio de 2021 a las 05:01

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Cada tanto hay buenas noticias, aunque queden chiquitas entre las malas a las que nos tiene acostumbrado este largo año y medio de pandemia. Estos últimos meses han sido particularmente complicados para Uruguay, que luego de un primer año más que benevolente vive desde marzo el peor momento, encabezando el triste ranking mundial de cantidad de muertos por millón de habitantes. La decisión de las autoridades de que los adolescentes de entre 12 a 17 años sean vacunados con Pfizer es una de esas noticias buenas que, además, puede derivar en un cambio de curso radical en la pandemia y su gestión.

En este contexto de crecimiento del Covid-19 en América Latina y otros países del tercer mundo, los récords y las carreras a veces deslumbran y a veces desmoralizan. Al mismo tiempo que mueren 58 uruguayos por día en promedio según datos de la última semana, Uruguay se convirtió esta semana en el primer país de América Latina en vacunar a sus adolescentes. La decisión fue anunciada por el presidente Luis Lacalle hace menos de dos semanas y a los tres o cuatro días ya se abrió la agenda que, esta vez sí, de forma rápida y efectiva, comenzó a enviar los SMS con confirmaciones de día y hora a buena parte de los 157 mil menores que se agendaron hasta el miércoles pasado  En total son 290 mil habilitados por el Ministerio de Salud Pública para ser vacunados en esta franja de edad. 

Todo lo anterior tiene mucho sentido, sobre todo a la hora de evaluar la vuelta a clase a los liceos. Si las autoridades nacionales decidieron invertir vacunas Pfizer y logística para proteger a más de un cuarto de millón de jóvenes uruguayos, es lógico pensar que las autoridades de la educación deberían esperar al menos hasta principios de agosto para planear el retorno a las aulas de Secundaria. Esto podría traducirse en varios escenarios y algunos, sin duda, generarán malestares. 

Ya se sabe que, a diferencia del grupo de 71 a 79 años, los adolescentes no deberán esperar 49 sino 28 días para la segunda dosis. Si a eso le sumamos los 15 días siguientes para obtener la inmunidad es vital que, en primer lugar, los padres hagamos todos los esfuerzos para evitar que nuestros hijos se contagien y las autoridades no decida la vuelta al liceo antes de agosto, por lo menos. Si bien entonces no todos los jóvenes estarán vacunados, más de la mitad tendrá inmunidad completa, lo cual baja drásticamente las chances de contagiarse y contagiar en un salón de clases. Existe la chance, sin embargo, de que vuelvan antes, luego de las vacaciones de julio. Muchos médicos consideran que esto sería un gran error.

Todos los estudiantes uruguayos han pasado un año y medio complicadísimo, alejados de sus amigos en un período vital en que ellos son sus pilares, y enfrentados a pantallas constantes que de ninguna manera sustituyen a los docentes presenciales y el contacto en las aulas. La brecha educacional que quedará luego de esta pandemia será compleja y todavía no se puede ni siquiera adivinar su impacto real. 

Mientras que los escolares entraron y salieron de la presencialidad durante parte del año pasado y parte de este, los liceales estuvieron casi siempre en casa. El marzo que tanto esperaban para volver a clases se convirtió en unos pocos días en los liceos. 

Lo que ha pasado en estos largos y al mismo tiempo vertiginosos meses es que la ciencia aprende al ritmo de un virus que no da tregua. En los primeros tiempos de la pandemia se consideraba que los “jóvenes” -una categoría tan amplia como el deseo de ser joven, pero que para el Covid-19 se ubicaba entonces por debajo de los 50 y pico de años- tenían bajas chances de desarrollar síntomas severos y casi nulas de muerte. Eso se mantiene, pero las chances no son nulas (el último informe epidemiológico del MSP sitúa la letalidad de covid-19 para personas entre 15 y 24 años en 0,07% de los casos detectados), y además, se demostró que los adolescentes son un vector muy importante de contagio a personas mayores que sí pueden sufrir cuadros más severos.

Uruguay no fue de los primeros países en vacunar; cuando empezó a hacerlo, en marzo, logró un buen ritmo que mantiene, pero pronto las autoridades sanitarias se dieron cuenta de que llegar a la ahora discutida “inmunidad de rebaño” no sería sencillo sólo con los mayores de 18. Hubo varios traspiés en el proceso de vacunación y ahora sabemos que afectan sobre todo a las personas entre 71 y 79 años, muchas de las cuales recién están por recibir la segunda dosis de Pfizer, y a las 20.000 embarazadas que también debían recibir esta vacuna estadounidense, pero que en muchos casos fueron inoculadas con Sinovac porque no figuraban como tales en los registros. De ese grupo, el 40% no se agendó aún para vacunarse y siete mujeres embarazadas murieron por Covid.19. 

En el caso de los adolescentes no hubo atraso ni duda ni período largo entre una dosis y la otra. Esto es consecuencia de que la ciencia ya sabe mucho más sobre el virus y la vacunas, pero también de una decisión política contundente. Ahora se recomienda la vacunación en esta franja etaria por muchas razones, pero también porque se sabe que a medida que se vacunan cada vez más adultos los contagios comienzan a correrse hacia edades menores. 

En este proceso de aprobación fue importante el papel que jugó la Sociedad Uruguaya de Pediatría (SUP), que recomendó firmemente que los jóvenes se vacunaran y aseguró que los estudios de Pfizer demostraron un "muy buen perfil de seguridad y alta eficacia”, incluso para reducir la transmisión. Para cualquier padre, la palabra del pediatra es importante y por eso esta declaración ayuda a la hora de decidir.

“Los adolescentes constituyen uno de los grupos en que la pandemia ha producido mayor impacto físico, mental y social. Protegerlos adecuadamente con vacunas contribuirá a la continuidad del proceso educativo, a realizar deportes de modo seguro y a retomar paulatinamente la actividad social”, agregó la SUP. Los profesionales de la salud mental advierten desde hace tiempo que detectan cada vez más casos de ansiedad, depresión y hasta pensamientos e intentos suicidas en estos jóvenes que, de la noche a la mañana y sin las mismas herramientas que los adultos, tuvieron que enfrentarse al aislamiento y al cambio total de sus rutinas. 

Hay padres que todavía dudan sobre si vacunar o no a sus hijos adolescentes. Sin embargo, la inmensa mayoría de nuestros hijos en esas edades demostraron entusiasmo cuando supieron que les tocaba. Armaron cadenas de alerta para anotarse apenas se abrió el sistema del MSP, a puro Whatsapp entre amigos e incluso con sistemas de backup para ayudar a alguno que no lograba ingresar. 

El sábado pasado hubo gritos de alegría cuando llegaron los primeros SMS, en principio a la franja de entre 15 y 17 años. Esto también tiene sentido y de nuevo tiene relación con la educación: en esas edades están los estudiantes que hacen bachillerato, muchos de los cuales querrán seguir una carrera. Buena parte de ellos saben que la educación online que protege su salud no es suficiente desde el punto de vista académico para ingresar en “buen estado” a una universidad o instituto de estudio terciario. Hacer quinto y sexto de liceo en modo “full online” no es lo que deseamos para nuestros hijos, pero es lo que se tuvo que hacer.

El gobierno estima que para mediados de julio habrá dos millones de personas vacunadas con ambas dosis y en ese cálculo están estos primeros adolescentes que se agendaron. Es una buena noticia, pero será mejor aún cuando estén vacunados e inmunes si no los 300.000, una gran mayoría.

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