Leonardo Carreño

¿Por qué se pelean así?

Visto de lejos, y seguro que también de cerca, cuesta comprender que el debate sobre una ley se convierta en una pelea virulenta de alto voltaje; el riesgo de los exagerados es perder

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12 de febrero de 2022 a las 05:02

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Entre el invierno, que es época fuera de temporada en España, y las restricciones por covid, que justo comenzaron a levantarse el fin de esta semana, Barcelona puede disfrutarse con una calma especial, sin barullo; con un silencio que permite apreciar los rincones que guardan historia. En estos últimos días de un mes entero que he pasado por esta ciudad, caminaba por esas callecitas en calma total, como no había visto antes. Iba por el antiguo bar Leo, uno de tapas y ambiente flamenco, que tiene recuerdos del extinto cantaor Bambino, en la esquina de las calles D’Alcanar y De Sant Carles; seguía por El Filferro de cocina mediterránea, El Xingo de la Barceloneta, el Estraperío bar de tapas en calle de la Atlántida, y todo en silencio.

Eso fue hasta que entré en el callejón Del Mar entre La Vicaria y La Maquinista, por una copa en la Bodega La Peninsular, una tasca clásica de tapas y bocados marineros, con barra de mármol, arte en las paredes y taburetes coloridos. El silencio se quebró por un griterío de una pelea en la calle entre dos matrimonios que habían salido a los golpes, de la Arrosseria l’Arros o del bar de tapas La Bombeta.

La poca gente que había en la zona se acercó y se sorprendía por la virulencia de golpes.

“¿Por qué pelean?”, preguntó un curioso y un parroquiano respondió: “Por nada, por nada; ya se les pasa”. Las trompadas y tiradas de pelo pararon; un matrimonio y sus dos pequeños hijos siguieron hacia la playa Barceloneta, y el otro se fue en sentido contrario. La calma volvió.


Me quedé pensando en el episodio, en la pregunta y la respuesta, y me trajo a referencia lo que siento desde lo lejos, cada vez que he abierto el teléfono para ver noticias de mi país. ¿Por qué pelean? ¿Por qué pelean así, tan duro, como si se tratara de algo de vida o muerte?
¿Por qué discuten tan enojados y con tanta virulencia por cuestiones que merecen debate sereno, y que se sabe que no se resuelven a los gritos ni con indignaciones exageradas?

Una de esas peleas es sobre el referéndum. Como la discusión se lleva a posiciones extremas sobre los males o beneficios que trae una ley, la consecuencia es la expectativa que se genera sobre el resultado.

Los que creen los argumentos catastróficos del Sí se convencen de que si la ley cuestionada queda vigente, la vida será peor y los males lloverán sobre el país.

Los que creen los argumentos desmesurados del No asumen que, si evitan la derogación de la norma, habrá una inyección de felicidad por la aplicación de la norma.

Sé que yo también exagero en esa caracterización, pero es lo que transmite el debate actual.

Claro que no es lo mismo si gana una u otra opción, porque todo tiene efectos políticos y para un gobierno que tiene una ley importante aprobada por consenso con sus aliados, perderla en un referéndum es un golpe significativo. Pero, podría reponerse.

Por otra parte, si la izquierda no logra derogar la ley, no significa que pierda chances para 2024. 

Políticamente hay efectos, relevantes, pero nada de vida o muerte.

Saliendo de lo político partidario, yendo al contenido de las normas en discusión, hay que saber que una ley por sí sola no genera felicidad o angustias; fija nuevas reglas que dependerá cómo se apliquen y cómo sea el país, la sociedad.

Sería entendible que los ánimos calientes se vieran en plebiscitos sobre aborto, amnistía, pertenencia o separación de un Estado; cosas así. Pero la pelea furiosa por la LUC no encaja en esas decisiones binarias sin marcha atrás.


Si la LUC quedara vigente, y se concretaran esas desgracias pronosticadas por el avasallamiento de derechos, privatización de la enseñanza pública, destrucción de empresas estatales, la sociedad tendría una reacción. Si fuera así de grave, se frenarían.

Si la LUC fuera derogada, el gobierno no estaría impedido de mejorar la seguridad con normas vigentes, ni de llevar la enseñanza a un nivel de mayor calidad.

La discusión sobre ocupaciones y piquetes también se va a un tono exagerado. Es cierto que la LUC cumple con disposiciones de la OIT de garantizar el derecho al trabajo de los no huelguistas, pero ni los sindicatos van a desaparecer, ni dejarán de tomar medidas de fuerza para presionar por sus reclamos: encontrarán la vuelta.

No es lo mismo con o sin LUC: pero tampoco las consecuencias serán dramáticas como se las pinta.

Entonces, si para ganar votos se exagera en lo que hay que evitar o lo que hay que mantener, luego del referéndum mucha gente dirá: me engañaron.

Aunque los delitos han bajado en los últimos meses, las causas de la inseguridad se mantienen y son difíciles de revertir. Aunque se hagan buenos planes educativos, el deterioro del sistema es muy duro, así como lograr una mejora de calidad en plazos aceptables. Alguna empresa del Estado que se rige por derecho privado, podrá mejorar y ser más transparente (no lo han sido), con o sin LUC.

Y los fantasmas que se agitan por la ley, son un abuso de exageración.

¿Por qué pelean tanto?

Puede ser porque en lo pasional del debate, los peleadores de ambos bandos, se crean esos argumentos exagerados.

Puede ser que lo hagan para ganar votos en las urnas, a riesgo de que luego su credibilidad se vea afectada. 

Ganar credibilidad es una tarea compleja para un líder político, pero más duro es mantenerla, porque eso se pone en juego en cada acción. Y como tener credibilidad es fundamental para un dirigente partidario, porque solo así su mensaje llega a la gente para lograr el objetivo buscado, no le es conveniente poner en juego ese valor. Justamente ahí radica una de las cuestiones claves de las campañas electorales, porque es cuando aumentan las tentaciones a la exageración, para ofrecer planes que no se pueden cumplir, o para pintar panoramas futuros que de antemano se sabe que son imposibles.

Hacer política enojado da mal resultado.

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