Estudiantes desocupan el liceo IAVA

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¿Por qué una discusión por una rampa en el IAVA acabó con paro, marcha y ocupación?: la historia detrás del conflicto

La historia del IAVA explica parte de una tensión que, con el actual gobierno, se puso de manifiesta
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14 de abril de 2023 a las 05:03

La entrada al liceo IAVA, en el barrio Cordón de Montevideo, fue este jueves el escenario de una puja de relatos. Los estudiantes agremiados —los mismos que habían ocupado la institución tras enterarse de la separación del cargo del director que los acompañó en su reclamo— se distribuyeron entre los 15 escalones de ingreso, dejaron un pasillo para que las autoridades volvieran a hacerse del edificio —como aquella imagen bíblica de Moisés abriendo el Mar Rojo—, y empezaron a cantar: “Videla, basura, vos sos la dictadura”.

Pero Videla no apareció. Catalina Videla, además de compartir apellido con el exdictador argentino, es la inspectora de Secundaria que debía hacerse cargo del edificio. En su lugar fueron las también inspectoras Rita Fagúndez y Paola Delgado, escoltadas por policías, por lo que los alumnos entonaron: “Poropopó, porporpó, el que no salta es un botón”.

Inspectoras toman el edificio tras la ocupación.

¿Dictadura? ¿Botones? ¿Cómo se vincula la discusión por una rampa de acceso para sillas de ruedas con la represión?

En febrero, cuando los estudiantes organizados del IAVA retornaron con sus actividades, el director de la institución les comunicó que se requería del “salón” destinado al gremio estudiantil por unas refacciones edilicias. En concreto, ese espacio otrora era una entrada lateral, luego sellada y en desuso, que desde 2009 le había sido cedida al gremio. Las autoridades de Secundaria —previa consulta a los arquitectos— habían resuelto que debía construirse allí una rampa de acceso para silla de ruedas.

Los estudiantes enfurecieron. El problema no era la construcción de una rampa —de hecho entre sus postulados está la inclusión edilicia—, sino porque ya había otra rampa y el problema es que no funciona el ascensor que da libre acceso a los distintos pisos. En definitiva, entendieron que la quita de su espacio era un modo de censurarlos. Mucho más cuando se enteraron que desde la Dirección General de Secundaria se les dijo que ese “salón” era “una mugre” (lo que hay son carteles reivindicativos y pintadas).

El director de la institución, un hombre que ya había sido director en al menos tres liceos y que para llegar al icónico IAVA accedió a los puestos más altos del escalafón docente, intentó mediar desde lo pedagógico. El año pasado se había suicidado un estudiante y hace “pocos días” hubo otro intento, por lo que entendió que lo mejor era una resolución pacífica y negociada.

Así se los hizo saber a los inspectores antes de la semana de Turismo, cuando se intimó al gremio con el desalojo. Luego vinieron tensiones, reflotaron las desocupaciones del año pasado en medio de la discusión por presupuesto y reforma educativa, llegaron los cánticos de “Videla, basura, vos sos la dictadura”, el director no frenó esos cánticos y, previa asesoría jurídica, la Dirección General de Secundaria decidió sumariar y apartar del cargo a ese director.

Cuando pasaban unos minutos de las tres de la tarde del miércoles, mientras los estudiantes estaban en una asamblea, se enteraron de la sanción al director. Y allí la tensión escaló a la decisión de paro de docentes y ocupación por parte de los estudiantes.

El director de Convivencia, Santiago González, y la policía desalojan a los estudiantes.

Como ocurrió en unos 40 casos educativos desde que está vigente la ley de urgente consideración, el Codicen pidió la desocupación, la policía intervino, los estudiantes salieron pacíficamente, los inspectores se hicieron del edificio y la imagen simbólica perpetró. Por un lado, represores para unos o defensores de la ley y el orden para otros. Por otro, la libre expresión de estudiantes o el desacato e insubordinación.

Las tensiones entre las actuales autoridades de Secundaria y los gremios estudiantiles, en particular del IAVA, no son nuevas. El año pasado se interpretó que, pese a no ser trabajadores, los estudiantes pueden ser desalojados de un espacio de trabajo si así lo demanda el Ejecutivo bajo el mismo paraguas normativo que se les aplica a los trabajadores y mayores de edad. Los alumnos lo habían interpretado como una censura a su derecho a manifestarse. También entendieron como censura la falta de escucha de las autoridades ante algunos de sus reclamos o la falta de consulta previo a la transformación curricular.

Tanto el reclamo como el desalojo generaron reacciones políticas diversas. Desde el senador blanco Sebastián Da Silva que dijo que faltó olfato político en la suspensión al director hasta senadores del Frente Amplio que hablaron de medida autoritaria

Pero, otra vez, esto es solo un recorte de la película. Y es entonces que entra el peso de la historia.

Un poco de memoria

El IAVA no es un liceo cualquiera. A comienzos del siglo XX, cuando Secundaria era parte de la Universidad de la República, el IAVA era la única institución pública donde era posible cursar el preparatorio que daba ingreso a la educación superior. Por eso por sus aulas desfilaron casi la mayoría de intelectuales uruguayos que se formaron en aquellos años.

Poco a poco, acorde fue creciendo la matrícula y el surgimiento del bachillerato separado de la Universidad, la organización estudiantil fue adquiriendo fuerza. Primero lo hizo desde los partidos fundacionales, recuerda el doctor en Educación Antonio Romano.

Tanto es así que, en 1961, los estudiantes se manifestaron en 18 de Julio y hubo una gran represión. El director de Secundaria de la época abrió las puertas del IAVA —un emblemático edificio patrimonial que incluso vistió Albert Einstein— y les dio cobijo de la policía.

Pero el parte-aguas, como en varios movimientos de la región, se dio en 1968. En aquel convulsionado año del Mayo Francés, del affaire de la revolución cubana, y de manifestaciones locales por el boleto estudiantil, los alumnos del IAVA fueron protagonistas.

“Todavía recuerdo cómo dolían los sablazos en la espalda, la policía trotando a caballo, la suspensión de las clases después de las vacaciones de invierno”, dice Edith Silveira, exdirectora de este Instituto, exintegrante de las ATD y que previo a la dictadura cursó el bachillerato en el IAVA.

Aquel fervor histórico de los estudiantes más “intelectuales” de la enseñanza pública que se organizaban y combatían la represión aún acompaña la institución.
Con la vuelta de la democracia, el IAVA siguió siendo el ícono de los bachilleratos en Uruguay. Sus directores suelen ser profesores calificados, hay poca rotación docente, el porcentaje de ingreso de estudiantes a la universidad supera la media de otros liceos públicos y un largo etcétera.

En 2004, cuando el techo del IAVA se llovía, la autoridad de la época les ninguneó a los estudiantes diciéndoles que lleven paraguas. Y los alumnos, en lugar de silenciarse, armaron una de las marchas de los paraguas más recordadas en las coberturas educativas tras la crisis de 2002.

En 2016, cuando el IAVA fue sede de una celebración por la educación pública, la ministra de Educación María Julia Muñoz (Frente Amplio) salió abucheada por alumnos que coreaban: “María Julia Muñoz, María Julia Muñoz, vos sí que estás pintadas, vos no sabés nada de educación”. Lo hacían con cascos de obra por los escombros que se caían del techo.

En 2018, para convocar a la Marcha del Silencio por los desaparecidos de la dictadura, los estudiantes de Artístico idearon una intervención que consistió en el secuestro de alumnos de distintas clases (previo aviso a esos involucrados, no así al resto del alumnado), luego explicaban que en dictadura se secuestró y desapareció estudiantes y se convocaba a la manifestación. Robert Silva, por entonces consejero docente y hoy presidente del Codicen, dijo que aquella intervención violaba la laicidad y pidió una investigación administrativa. Los estudiantes, como ahora y habiendo un mismo protagonista en juego, hablaron de censura y represión ante lo que entendían era un reclamo por los derechos humanos que escapa a colores político-partidarios y poco quebranta la laicidad.

También son estos mismos estudiantes los que idearon el “pollerazo” —vestir con polleras, incluso los varones— para esquivar la censura que en algún liceo tuvieron alumnos que querían ir vestidos a su estilo o mujeres trans que fueron discriminadas. 

Y valgan estos ejemplos para las movilizaciones por presupuestos, uso del lenguaje inclusivo, marchas de la diversidad y otras acciones que hacen a los intereses de los jóvenes hoy día.

Todo este contexto, en donde las formas pesan tanto como los asuntos de fondo, desencadenaron en la manifestación masiva de ayer, la ocupación, la solidaridad de dirigentes sindicales, las burlas e ironías en Twitter, las proclamas de políticos, la intención de convocatoria al Parlamento de las autoridades y la continuación del paro de docentes sindicalizados de liceos de Montevideo.

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