Camilo dos Santos

Porzecanski: “Tendría que haber un cambio” entre indecisos para que gane el Sí

El director de Opción dice que el No tiene una “leve ventaja”, profundiza en el perfil de los indecisos y advierte que la derrota no significa lo mismo para el gobierno que para la oposición

Tiempo de lectura: -'

06 de marzo de 2022 a las 05:00

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

El gobierno de Luis Lacalle Pou completó su segundo año con un alto nivel de aprobación, que lo sitúa entre los más populares desde el retorno de la democracia. Pero también enfrentará en pocas semanas un referéndum que marcará a fuego lo que queda de la administración, y en donde  si bien llega con “leve” ventaja, también tendría mayores costos en caso de una derrota. 

Rafael Porzecanski, director de Opinión Pública de Opción Consultores, habló con El Observador acerca de la imagen del gobierno y las perspectivas hacia la elección del 27 de marzo.

¿Cuál es la foto de la opinión publica terminado el segundo año de gobierno de Lacalle Pou?
La aprobación de gobierno tiene un saldo claramente positivo, con un 51% que aprueba y un 23% que desaprueba. Es una brecha importante a favor del gobierno, con un área destacada, de consenso, que es la gestión de la pandemia. Aunque uno podría decir que la pandemia está en declive, todavía es lo que más destacan como principal motivo de aprobación los uruguayos que aprueban al gobierno. Incluso encontramos que muchos de los que no aprueban o tienen una evaluación neutra del gobierno destacan sin embargo la gestión de la pandemia como un atributo positivo de gestión. La seguridad es un elemento donde hay un cambio de opinión realmente grande respecto al anterior gobierno. A esta misma altura de la última gestión de Tabaré Vázquez, es decir a principios de 2017, solo 11% aprobaba la gestión en seguridad. Ahora un 46% aprueba. En 2017 un 68% desaprobaba la gestión en seguridad del gobierno, y ahora el porcentaje bajó a 24%. La figura del presidente está asociada en todo esto también y es uno de los atributos de fortaleza del gobierno.

Hasta el día de hoy sigue apareciendo en el discurso del gobierno la contraposición entre la cuarentena obligatoria y la libertad responsable. ¿Esa dicotomía caló hondo en la opinión pública?
Ante la opinión pública esa pulseada la ganó el gobierno. Nosotros medimos en el trimestre más difícil de la pandemia la atribución de responsabilidad por el aumento de contagios y decesos. Una clara mayoría sostenía que era por el comportamiento de la gente y no las políticas del gobierno. Eso se mantuvo siempre. Es verdad que la dimensión específica de la gestión sanitaria bajó algunos puntos en el trimestre más crítico, pero después volvió a subir. Eso se explicó sobre todo por frenteamplistas que aprobaban la gestión sanitaria pero no aprobaban la gestión del gobierno. En el peor momento dejaron de aprobar la gestión sanitaria también, y ese capital luego repuntó. La gestión sanitaria es la única área de gestión donde el gobierno tiene saldo positivo entre los frenteamplistas. 

Ustedes señalan que buena parte de la caída relativa de la aprobación de gobierno en estos dos años –de 62% a 51%– se explica por electores frenteamplistas. ¿Cuál es su peso en ese descenso?
Tienen un peso mayoritario: el grueso de la caída de la aprobación del gobierno se debe a un cambio en el electorado opositor. Al principio de la gestión, el 92% del electorado oficialista aprobaba la gestión, y ahora está en 85%. Perdiste siete puntos en una población que representa en torno a la mitad del electorado, o sea que perdiste tres o cuatro puntos de aprobación general por el electorado multicolor. En el Frente Amplio tenés una tendencia más acentuada. Comienza con 31% de aprobación y pasa a 11%; es decir, una caída de 20 puntos en casi el 40% del electorado, que representa casi ocho puntos de la caída en la aprobación global. Si nos fijamos en la desaprobación, entre multicolores ha fluctuado entre el 1% y el 4%. Entre frenteamplistas pasó de 23% a 53%. 

Esta semana, tras el discurso de Lacalle Pou, en seguida se vio que el principal terreno de debate entre oficialismo y oposición fue la economía. ¿Eso se condice con lo que opinan los uruguayos? ¿Es el área de mayor disputa ante la opinión pública?
Sí. Si vemos las grandes áreas, como la pandemia, la seguridad y la economía, esta última es el eslabón más débil, aunque también tiene un saldo positivo (40% de aprobación contra 30% de desaprobación). Pero se ve un desacople respecto a los niveles de aprobación general, que no se dio en el gobierno de Vázquez, cuando la evaluación general estaba mucho más acoplada a la evaluación de la gestión económica. 

¿En qué dimensión ese desacople lo explican votantes del oficialismo que no apoyan la gestión económica?
Bueno, ahí sí es una parte muy importante. Tenés un segmento de electores multicolores que no aprueban abiertamente la gestión económica de gobierno; sobre todo se da que tiene una aprobación neutra, que no llega a desaprobación. Evidentemente ha habido temas que en parte del electorado propio, además del frenteamplista, han sido difíciles para el oficialismo. Hoy los dos grandes temas y desafíos de posicionamiento son los salarios y las tarifas. Allí ha habido especial sensibilidad por el aumento de los combustibles. De hecho, vemos que el gobierno no perdió imagen de gestión durante el momento de mayor crisis sanitaria pero sí perdió algunos puntos en el momento posterior, cuando ocurre la principal suba de combustibles. Se plantea entonces una pregunta central: en caso de que transitemos hacia una pospandemia, en función de qué parámetros la ciudadanía va a evaluar al gobierno. La pregunta es si la memoria pandémica va a seguir siendo un elemento central o si las preocupaciones del momento van a terminar eclipsando a la evaluación de la pandemia. Ese sería un riesgo para el gobierno: en la medida que la aprobación económica cada vez impacte más sobre la evaluación general, en estas circunstancias actuales podría darse una caída de la aprobación. Algo similar podría ocurrir con la seguridad, y ahí el gobierno está más blindado en los indicadores de evaluación. 

¿Cómo incide este clima de opinión en el referéndum?
En cuanto al referéndum de la LUC estamos viendo un panorama de leve ventaja para el mantenimiento de la ley, pero en base a lo que denominamos preferencias blandas. Las preferencias firmes, que son aquellas que se manifiestan a la primera de cambio cuando uno pregunta intención de voto, más o menos nuclean al 75% o 80% del electorado, y allí la población está dividida en dos partes casi iguales. En ese grupo, mientras duró la juntada de firmas, el Sí tenía una leve ventaja. En las últimas mediciones (noviembre y febrero) hay una pequeña ventaja de dos puntos para el No. Eso es en las preferencias firmes, sin contar indecisos, ni votos en blanco (que suman para el No) ni anulados. Después la última medición muestra un 2% de votos en blanco, otro 2% de votos anulados –podemos detenernos en ello luego– y un 22% de indecisos.  Si nos vamos al grueso de ese segmento de preferencias blandas que son los indecisos, y que en nuestra encuesta marcan 22%, estamos viendo cierta ventaja del No. Ahí se configura este escenario de ventaja no concluyente, que forma un escenario abierto, competitivo, pero no simétrico. 

¿Qué características tienen esos indecisos?
Desde el punto de vista político, tienen más peso los electores de la coalición multicolor. De los electores que votaron a partidos de la coalición, un 20% son hoy indecisos; entre los que votaron al Frente Amplio–que son menos– hay un 14% de indecisos. Por eso en términos tanto relativos como absolutos,  uno podría decir que en los indecisos pesan más los electores con comportamiento electoral reciente a favor de la coalición. Además, a ese 22% de indecisos les hacemos una repregunta. Siete puntos de esos 22 dicen estar más cercanos a votar por el No, cuatro puntos dicen estar más cercanos al Sí, y once puntos conforman el núcleo duro de los indecisos. En general los indecisos tienen un perfil sesgado hacia los jóvenes, de bajo interés en la política, de niveles de información y educación relativamente bajos. Ese electorado es el que va a decidir el referéndum. Hay elementos de coyuntura y de perfil que favorecen la opción del No. Ahí aparece por ejemplo la imagen favorable del gobierno, y también la imagen del gobierno en seguridad es especialmente importante, en vista de que la LUC tiene ese aspecto como uno de los principales capítulos temáticos. Esos son dos elementos fuertes en favor del No en este escenario. En favor del Sí, uno de los activos es esa militancia que han mostrado tradicionalmente las organizaciones de izquierda, a veces en forma institucionalizada y a veces en forma espontánea también. Está eso que desde el Frente se ha dicho a veces: “la militancia nos desbordó”. Dos ejemplos son lo ocurrido en el balotaje y las últimas semanas de la juntada de firmas para el referéndum. Ese elemento, que es bien propio del tramo final de la campaña, podría jugar en favor del Sí. 

A la hora de traducir eso a la estrategia política, ¿qué es lo que puede mover más a ese electorado poco politizado e informado? ¿Es la evaluación del gobierno o aspectos particulares?
Seguramente van a pesar diferentes elementos. En primer lugar hay que decir que los electores en general, salvo electores muy sofisticados, toman lo que se llama atajos cognitivos. Como el tiempo es un recurso muy valioso, generalmente los electores dedican poco tiempo a informarse de la política, incluso muchos de los que tienen una predilección firme hacia algún lado. ¿Qué puede jugar más? Como los indecisos no tienen en general preferencias partidarias tan fuertes, el humor con el gobierno puede jugar; también el contacto con el grupo de pares de influencia: si estas personas no son politizadas pero tienen gente politizada en la familia, ahí puede haber un elemento importante. El otro elemento es la campaña: el efecto que pueda tener el recorrido puerta a puerta, la publicidad segmentada. Ese tipo de cosas puede terminar torciendo la balanza.

Pero básicamente, para una victoria del Sí se debería revertir esa tendencia a priori de una inclinación más hacia el oficialismo entre los indecisos. 
Exacto. Tendría que haber un cambio. Desde los estudios de opinión pública tenemos que ser cautelosos, entre otros factores por lo que se conoce como el doble efecto. Si yo tengo un escenario de 47% a favor del No y 40% a favor del Sí, con que tres de esos siete puntos de diferencia se vayan hacia el Sí, la distancia se reduce a un punto. En algo tan binario y donde es tan minúsculo el voto nulo, ese efecto es muy importante.

¿Cómo incide el voto en blanco y anulado, teniendo en cuenta que el primero suma para el No?
El voto nulo y en blanco ha variado levemente de elección en elección. En el último balotaje y primera vuelta, fue poquito menos del 4%. En el referéndum de 2003 fue cercano al 2%. Si distinguimos entre votos en blanco y anulados, obtenemos un 2% adicional que suma hacia el No. Es un segmento demasiado pequeño como para estudiar bien. Está dividido en términos ideológicos, y por eso lo consideramos un segmento de cierta volatilidad. Sabemos que hay pequeños grupos políticos que pueden estar manifestando un rumbo a un apoyo crítico al gobierno mediante el voto en blanco, pero seguramente el grueso de ese electorado es un electorado de preferencias blandas.

¿Un escenario de derrota tiene el mismo impacto para el oficialismo que para la oposición? ¿O es un escenario de mayor pérdida para el gobierno?
No es un escenario simétrico de derrota. Para el gobierno no significa lo mismo perder que para la oposición. Para el gobierno este es un buque insignia, está en un muy buen momento de aprobación –tiene registros históricamente altos e igualmente altos también en la comparación regional– y es el gran paquete legislativo. Que un referéndum revoque 135 artículos sería una derrota particularmente dura. Además podría decirse: si el gobierno con estos índices de aprobación perdiera el referéndum, ¿qué le queda para el caso de que pierda un poco más de capital político? Para la oposición, un resultado parecido a octubre de 2019 es un mal resultado, porque se evapora aquella paridad del balotaje, cuando los bloques se enfrentaron en modo binario, y dejaría a las claras una brecha muy importante. Por lo tanto, la oposición también corre riesgos con el referéndum, pero es un riesgo diferente: el de una derrota clara. Ese escenario le daría mucha espalda al oficialismo para avanzar en reformas y pondría un gran signo de pregunta sobre la oposición rumbo a 2024. El escenario más congelado, que es un buen resultado para el gobierno pero no es tan malo para la oposición, es una victoria por pocos puntos del No. El gobierno cumple su objetivo, aprueba su ley, puede seguir encarando nuevas leyes y reformas, y la oposición no queda tan debilitada pensando tanto en 2024 como incluso un nuevo referéndum. Una derrota corta incluso le puede dar la idea a la oposición de que quizá con algún cambio de coyuntura, una nueva campaña de firmas y un nuevo referéndum puede ser una opción viable.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.