El estrés, uno de los principales enemigos de nuestra digestión

Los problemas digestivos siguen en alza dados los ritmos de vida y los malos hábitos alimenticios actuales

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27 de julio de 2019 a las 05:03

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Carolina está saturada por el multitasking, las exigencias sobre su desarrollo académico y laboral y la constante estimulación tecnológica que recibe. Pero asume que su vida es esa. Y sigue. Hasta que llega el estrés y, junto con esta alteración, manifestaciones negativas sobre su cuerpo que caen en efecto dominó. Al agite diario y cansancio constante, Carolina suma ahora otro problema: el digestivo.

Los estilos de vida actuales, los hábitos alimenticios signados por la fuerte presencia de alimentos ultraprocesados y la predominancia del estrés componen el combo perfecto para el desbarajuste interno. Y el estreñimiento, la pesadez y la hinchazón abdominal aparecen, en consecuencia, como moneda corriente.

En los congresos internacionales donde se reúnen especialistas en gastroenterología se abordan cada vez más los problemas del aparato digestivo relacionados a causas emocionales como el estrés, según indicó el gastroenterólogo argentino Luis Bustos Fernández, que hace algunas semanas participó del Gastro Summit Latam. En el marco de ese mismo evento, el mexicano especialista en neurogastroenterología Enrique Coss dijo a EFE que las enfermedades gastrointestinales seguirán en alza porque es muy difícil que la forma de vida de las personas cambie el rumbo.

En ese sentido, entre los problemas digestivos que más están afectando a las personas están, según indicó Bustos, el estreñimiento, la hinchazón abdominal (y estás dos se dan con mayor frecuencia en las mujeres), la diarrea funcional y el síndrome del intestino irritable.

Alimentación: mucho más que nutrientes

“La alimentación desborda el campo de la nutrición. Se mezclan allí elementos como el placer y el asco y otros factores culturales, sociales y económicos que organizan la forma en que comemos”, indicó el psicólogo Diego Onega.

El profesional reparó sobre el papel del placer e indicó que esta sensación influye mucho en que la alimentación sea un “campo de conflictos internos y sociales”. Dado que comer es una actividad sensible a los avatares de la vida, el estrés es capaz de afectar la alimentación y todos los elementos que se concatenan a ella.

Onega indicó que el estrés puede derivar en que la persona coma más o menos de lo usual, pero siempre la va a llevar a comer peor. “Necesitamos un equilibro para mantener una vida sana y el estrés altera la forma en que organizamos la alimentación”, explicó el psicólogo y agregó que, al no tener el control necesario, una persona estresada puede inhibir su apetito y así comer menos o, por lo contrario, realizar ingestas descontroladas de alimentos que generalmente son dañinos.

¿Qué hacer?

La nutricionista Raquel Sánchez advirtió que los ritmos de vida actuales influyen mucho en los hábitos alimenticios que se están llevando a cabo. “Salimos rápido de casa, no nos hacemos tiempo para desayunar, terminamos almorzando algo preparado en cualquier lugar. En la tarde, muchos se pasan a mate café y refrescos y al salir del trabajo les viene esa ansiedad por comer una cosa dulce. De noche, para gratificarnos, pedimos un delivery de pizza. Entonces, se termina comiendo en pocas horas del día –de 18 a 22 horas, por ejemplo– la mayor ingesta de alimentos y el pobre estómago tiene que lidiar con todo ese volumen de comida”, ejemplificó la especialista.

Por otro lado, la nutricionista dijo que los problemas digestivos que se manifiestan en la actualidad tienen que ver con el consumo excesivo de harinas refinadas, bebidas con gas y ultraprocesados. Y ejemplificó que estos productos pueden generar hinchazón abdominal y acumulación de gases o, por lo contrario, diarrea –porque la persona no digiere bien esa comida y el intestino la elimina–. El gastroenerólogo argentino también problematizó la predominancia de lo industrializado sobre el consumo de alimentos naturales.

La necesidad de la fibra

 “¿Pero este es integral y tiene más calorías que el pan blanco?”, piensan muchas personas que van de góndola en góndola discriminando sus elecciones según las calorías. Es cierto, muchas veces –no todas–, los productos integrales tienen mayor valor calórico que los que no lo son y, aún así, los nutricionistas suelen recomendarlos en pacientes que buscar bajar de peso. ¿Por qué?

La clave sobre la que se eligen los productos integrales está en su alto contenido de fibra. Y es necesario consumir fibras, porque sacian y quitan el apetito, ayudan a controlar la glicemia y la presión arterial y aumentan la cantidad de bacterias buenas en el intestino.

Sánchez destacó que el consumo de fibra –que está presente en frutas, verduras y granos enteros principalmente– ayuda a que elementos como el azúcar y las grasas queden retenidos a nivel intestinal (así, no todo pasa al sistema circulatorio) y se eliminen en mayor proporción cuando se movilizan los intestinos.

¿Qué hacer?

Los ritmos de vida actuales están cada vez más acelerados; el multiempleo, el exceso de actividades y la falta de tiempos es un camino irrenunciable para muchos y el estrés es un factor con el que no es tan fácil lidiar. Entonces, para paliar las consecuencias sobre la digestión de una realidad desfavorecedora que probablemente no vacile, Sánchez brindó una serie de consejos para cambiar pequeños hábitos alimenticios y hacer la diferencia.

  • Realizar al menos las cuatro comidas diarias
  • Consumir alimentos naturales, frutas y verduras (recomienda incluir al menos un plato de ensalada con vegetales crudos en una de las comidas)
  • Consumir fibras
  • Tomar abundantes líquidos sin gas y azúcar. Pueden ser aguas saborizadas naturales, por ejemplo, con jengibre, menta o naranja.
  • Para el estreñimiento: el contraste de temperaturas en la mañana ayuda, entonces, se puede tomar en ayunas un jugo frío o vaso de agua helada en ayunas y después, un mate o café caliente.
  • Evitar consumo de frituras, bebidas gaseosas y exceso de productos ultraprocesados
¿Por qué se habla tanto de estrés ahora?
El estrés no es un fenómeno nuevo, se identificó como tal en la primera mitad del siglo XX. Pero según manifestó el psicólogo Diego Onega, a diferencia de lo que sucedía antes –cuando la gente se estresaba por situaciones que comprometían su existencia como las guerras, enfermedades o falta de alimentos–, el estrés actual está ligado a la sobreestimulación por parte de distintos medios y la sobreexigencia sobre el desempeño que cargan las personas.
 
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