La administración de Joe Biden está próxima a lanzar públicamente su Estrategia de Seguridad Nacional, que está siendo revisada a la luz de la invasión rusa a Ucrania y se estima en medios especializados que su aparición renovará el debate sobre la forma en la que Estados Unidos debería enfrentar una nueva “guerra fría” contra Rusia y China.
En una nota reciente para NewsClick, la periodista Katrina vanden Heuvel, colaboradora habitual del Washington Post, afirma que “el Congreso norteamericano agregará decenas de miles de millones de dólares al presupuesto militar que los “halcones” de fuera y dentro del partido gobernante siguen considerando insuficiente y reclaman un 50% de incremento o un adicional anual de US$ 400 mil millones. La ayuda a Ucrania en este año alcanza ya los US$ 40 mil millones y sigue en aumento”.
Según vanden Heuvel, nuevas fuerzas están en desarrollo y despliegue en el Pacífico mientras Biden llama a todos los ciudadanos a sumarse a la “batalla global entre la democracia y la autocracia”, remarcando que la seguridad de Estados Unidos depende de la ampliación global de la democracia e implícitamente del reemplazo de regímenes autoritarios en todo el mundo.
Pero una encuesta reciente de la universidad de Quinnipiac, en Hamden, Connecticut, parecería demostrar que las preocupaciones del público están enfocadas en temas muy distintos.
En efecto, ante la pregunta de cuál es la cuestión más urgente que enfrenta hoy el país, un 27% de los encuestados respondió que era la inflación, y sólo un 2 % aludió a la guerra en Ucrania como una preocupación, mientras que una encuesta de Economist-YouGov del mes pasado registra a la inmigración y al cambio climático como temas importantes de política exterior.
La política exterior del gobierno se estaría orientando hacia una nueva guerra fría, pero los norteamericanos están más interesados en los problemas domésticos de seguridad.
De acuerdo con un estudio de la fundación Eurasia Group, casi la mitad de los norteamericanos cree que Estados Unidos debería disminuir su participación en los asuntos de otros países, mientras que sólo un 21.6% considera que esa participación debería incrementarse.
Con respecto al despliegue de tropas en las distintas bases o destinos fuera de Estados Unidos, un 45% cree que debería disminuir y un 32.9% estima que, por el contrario, debería aumentar.
Las encuestas son obviamente una imagen, una mera aproximación a una realidad que puede cambiar rápidamente en uno u otro sentido, no obstante cifras del Consejo de Chicago sobre Asuntos Globales confirman lo registrado por las encuestas y estiman que un 81% de los norteamericanos están más preocupados por amenazas en el interior del país que por las que podrían venir del extranjero.
En cuanto a las metas de política general, más del 75% de los que respondieron consideraban lo más importante proteger el trabajo nacional e impedir la proliferación de armas nucleares, mientras que temas como “ayudar a adoptar gobiernos democráticos a otras naciones” y “proteger a otras naciones contra agresiones externas” merecieron un 18% y un 32% respectivamente de aceptación.
George Beebe, exdirector de analistas sobre Rusia de la CIA, escribió en un ensayo para el instituto Quincy para un Liderazgo Responsable, que en las últimas tres décadas se ha producido una grieta no sólo entre las ambiciones norteamericanas en el mundo y su capacidad de alcanzarlas, sino entre la elite de la política exterior enfocada en la supremacía norteamericana y el pueblo ordinario clamando por estabilidad y prosperidad en el país.
Beebe se hace eco de las prioridades de una mayoría de norteamericano considerando que el principal desafío estratégico que enfrenta Washington no es ganar una batalla entre democracia y tiranía sino lograr un respiro en el extranjero que le permita centrarse en las desesperadas necesidades de recuperación interna.
Reconociendo la interdependencia con la economía china y la prudencia necesaria con Rusia debido a su arsenal nuclear, Beebe recomienda una estrategia de “competencia administrada” con ambos países, basada en abandonar la promoción de cambios de gobierno en otros países y los intentos de desestabilización interna en Rusia y China, creando un ambiente para generar nuevos acuerdos que limiten decisivamente el armamento nuclear y prevengan su uso.
En este camino, debería lograrse un acuerdo para terminar con la guerra en Ucrania sin abandonar unilateralmente las presiones sobre Moscú. Beebe afirma que hay que distinguir entre repeler la agresión de Putin y promover un cambio en Rusia de atraer a Ucrania hacia la órbita de Occidente.
Vanden Heuvel afirma finalmente que la euforia desatada por los recientes reveses rusos en Ucrania no debería perder de vista que una política exterior para la clase media norteamericana debería limitar las peripecias en el exterior para dedicarse a reconstruir la democracia y la fortaleza de las instituciones en el país.
(NewsClicks, Globetrotter)
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