Retiro de Petrobras: el infierno tan temido

La intermitencia del suministro argentino y el fracaso de la regasificadora arruinaron a MontevideoGas

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20 de julio de 2019 a las 05:02

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Lo anunció Tabaré Vázquez el martes desde la cumbre de presidentes del Mercosur: Petrobras se retira rápidamente, en setiembre, de la distribución de gas por cañería en Uruguay; y el servicio será prestado, en forma “transitoria”, por una nueva empresa pública de gestión privada, mientras se buscan interesados.

El sindicato de la empresa, controlado por el PCU y tradicionalmente combativo, lo festejó como un triunfo: unos 150 empleados se aseguran el puesto. Muchos ciudadanos, sin embargo, palpitan ante el fantasma de una nueva empresa pública burocrática y perdidosa, dentro de un Estado deficitario, que cada vez pide más dinero prestado para pagar sus cuentas, en tanto deprime la economía y el empleo en general.

Petrobras abandona la firma Conecta, que distribuye gas por cañería a unos 5.000 clientes en varios departamentos del interior, cuya propiedad comparte con Ancap (55% y 45%); y a MontevideoGas, con 38 mil clientes en la capital.

El suministro de gas por cañería, muy común en el mundo, en Uruguay solo alcanza al 3,7% de hogares, aunque es decisivo para ciertas industrias y comercios. Las tarifas son caras para las familias de menor consumo relativo, que prefieren el gas licuado de petróleo (GLP) en garrafa de 13 kilos.

En 1974 el Estado expropió la vieja Montevideo Gas Company and Dry Docks, que deseaba retirarse, y prestó el servicio durante 20 años.

En 1994 fue concedido a Gaseba, una firma privada que lideró Gaz de France, que perdió mucho dinero antes de salir corriendo. 

A partir de 2004 la brasileña Petrobras compró Conecta, en el interior, y luego Gaseba, en 2005, que llamó MontevideoGas. Tampoco le fue bien, y ya en 2009 ni siquiera pagaba el precio de la concesión, o canon.

Los eternos problemas de rentabilidad del servicio se deben, en buena medida, a la baja densidad de población, que obliga a largos recorridos de cañerías para abastecer a pocos clientes, y a un suministro caro e inseguro de materia prima.

Entre 2000 y 2002 se comenzó a recibir gas natural argentino, más barato que las naftas, a través de dos nuevos gasoductos: uno por Paysandú, y otro por Colonia, bajo el Río de la Plata.

Pero las tarifas artificialmente bajas del gas para los consumidores argentinos paralizaron la inversión, lo que deprimió la extracción. La escasez derivó en el corte total o parcial del suministro a Chile y Uruguay desde 2006. 

Los chilenos construyeron cuatro plantas regasificadoras desde entonces y acabaron con la dependencia del gas argentino y del petróleo para electricidad. Pero el abandono en 2015 de la planta regasificadora uruguaya en Punta de Sayago fue el golpe de gracia para MontevideoGas y Conecta. No habría gas barato.

Petrobras, una compañía semipública, se expandió con gran vigor entre 2002 y 2014, cuando el auge de los precios del petróleo. Pero en 2015 era la petrolera más endeudada del mundo e iba rumbo a la quiebra. También fue estafada metódicamente con sobreprecios a sus obras, según quedó de manifiesto en el Lava Jato y el caso Odebrecht, para financiar a políticos y partidos.

Petrobras no puede socializar sus quebrantos fácilmente, como hace Ancap con sus tarifas, porque en 1999 perdió su monopolio en Brasil y la competencia obliga a mantener precios razonables. Entonces comenzó a vender partes de sus negocios, en especial los ruinosos, para reducir deudas y recuperar rentabilidad.

En Uruguay, un mercado insignificante, la petrolera brasileña perdió más de US$ 100 millones en 15 años, aunque en 2018 ya se habían reducido a unos US$ 3  millones. También puso en oferta su cadena de 88 estaciones de servicio, que ya vendió en Paraguay, Argentina y Chile, aunque ese puede ser un negocio mejor.

De ahora en más, la peor opción es que el servicio permanezca eternamente en manos del Estado. Entonces es muy probable que se engendre un nuevo caso de productividad decreciente, pérdidas en aumento, a costa de la ciudadanía, y una nómina inflada.

Una opción es conceder otra vez el servicio a cambio de algún tipo de subsidio, como se hizo con los ferrocarriles desde la década de 1880, o con la forestación industrial en la década de 1990. 

Los subsidios pueden ser aceptables en la medida que tengan un fin estratégico concreto, mensurable y a término. El problema es que la política y las corporaciones suelen embrollarlo todo. En Uruguay se utiliza la palabra “estratégico” con mucha ligereza.

A la larga, el servicio de gas por cañería será viable en tanto crezca el número de clientes y bajen los insumos. El gas natural será más barato si Argentina eleva significativamente la inversión y la oferta, superando su enfermiza inestabilidad. Otra fuente eventual de gas, en el largo plazo, sería su extracción del mar uruguayo o en el norte del territorio nacional. 

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