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12 de agosto 2021 - 5:01hs

Cuando el cineasta uruguayo Federico Álvarez le dijo al veterano productor hollywoodense Rob Tapert que su amigo y socio Rodolfo Sayagués sería el encargado de dirigir la secuela de No respires, –la película de 2017 que guionaron y produjeron ambos, y que dirigió Álvarez– uno de los hits del cine de terror y suspenso reciente, Tapert le dijo: “bueno, si querés perder a un amigo…”.

El productor, socio del director Sam Raimi (quien le abrió las puertas a la dupla uruguaya en Hollywood luego del estreno en YouTube del corto Ataque de pánico), hablaba desde el conocimiento. Si bien no se peleó con Raimi, los dos se conocen desde la adolescencia y han trabajado juntos durante décadas, en un camino vital similar al de Álvarez y Sayagués. Los uruguayos se conocieron con 13 años y casi desde ese momento se han dedicado a crear historias para la pantalla.

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En la previa del estreno de No respires 2, que llega a las salas uruguayas este jueves 12, la dupla responsable de la película recordó sus primeros pasos audiovisuales desde Los Ángeles, donde están radicados hace ya más de una década. “Con 15 años hacíamos cortos, un videoclip de Creeping Death de Metallica. Hicimos un corto de Mortal Kombat, que malandras”, rememora Álvarez con una risa. “Fue en una casa alquilada en La Floresta, en el que Rodo hacía ahhh (ruido de exhalación), y yo había mojado con un desodorante, con alcohol, la mesa de ping pong que había, y la prendimos fuego".

Después vinieron los cortos que todavía se pueden encontrar en el canal de YouTube de Álvarez: entre ellos hay un homenaje a Star Wars, y también está El cojonudo, una historia que mezcla comedia, acción y terror, filmada en Pan de Azúcar y que tiene en su elenco a Christian Zagía, que ahora integra el elenco de No respires 2 (ya estuvo en la primera parte) y que es parte de la tropa uruguaya de esta saga, junto al director de fotografía Pedro Luque.

En el camino también hubo un proyecto de largometraje coproducido entre Uruguay, Argentina y España, que ganó algunos fondos allá por 2005, pero nunca llegó a filmarse. Está Posesión infernal (Evil Dead), el primer trabajo de Álvarez y Sayagués en Hollywood. Y ahora, su propia saga taquillera, y su casa productora, Bad Hombre, con la que este año también estrenarán una nueva versión de La masacre de Texas, que ambos guionaron y produjeron.

Desde los cortos juveniles filmados en casas de balneario hasta las producciones de Hollywood, el trabajo en conjunto entre Sayagués y Álvarez está marcado por la amistad y por la confianza mutua. La que se fue construyendo en los ensayos de la banda de covers de Metallica que integraban junto al hermano de Sayagués y a otro amigo, y de la que Álvarez, el bajista, fue despedido para dejar su lugar a Francisco Fattoruso.

La que se consolidó compartiendo películas que la familia Sayagués alquilaba en videoclubes y nunca devolvía. El caso paradigmático es Manhattan, el clásico de Woody Allen que se alquiló cuando el guionista y director tenía 12 años, y se intentó devolver cuando ya tenía 20, pero el videoclub había cerrado, por lo que la cinta quedó hasta el día de hoy en la casa familiar. La amistad de películas compartidas y recomendadas. Álvarez dice que sin Sayagués no conocería la mítica comedia española Torrente, el brazo tonto de la ley. Su colega destaca la coreana Oldboy como la recomendación más memorable que le hizo su socio.

Y después está la confianza al momento de trabajar, de intercambiar ideas y de apoyarse mutuamente, corregirse o llevar al otro a un lugar narrativo que no habría alcanzado solo. Y esta vez, con No Respires 2, lo hacen con la particularidad de que por primera vez “cambiaron de silla”: Sayagués debuta como director y Álvarez solo se dedicó a la producción y al trabajo de guion. “Estábamos en la oficina de la productora y de repente Fede me dice ‘dirigila vos’, así nomás”, contó Sayagués. “Me tomé unos días para pensarlo, y dije que sí. Fue bastante sencillo y natural. Y un poco kamikaze de mi parte también (risas). Pero por suerte salió todo bien”. Una apuesta de la dupla junto a la decisión de poner al antagonista del primer filme, el Ciego, en el rol de protagonista, para intentar ofrecer algo nuevo en esta segunda parte de esta saga hollywoodense con acento uruguayo. “Apenas se nos ocurrió la idea dijimos ‘es esa’”, explicó Álvarez. “Es impredecible para la audiencia. Sabíamos también que los estadounidenses se iban a enojar muchísimo, porque son muy puritanos con ese tipo de cosas. Nos interesaba el ejercicio narrativo también, el que pasa con una historia cuando hacés eso”.

¿Qué pasa cuando les parece que algo que hizo el otro es espantoso? ¿La confianza mutua les facilita decirlo o lo tratan con cuidado?

Rodolfo Sayagués: En este caso el guion lo escribimos entre los dos, y Fede es productor de esta película. El productor y el director son un equipo que trabaja en contacto permanente. Fede estaba al tanto de todo lo que estábamos haciendo en el rodaje, estaba siempre opinando y sugiriendo desde ese lugar del productor. Y también, como director estaba a una llamada de teléfono para tener sugerencias, consejos y opiniones en todo momento. Entonces, si bien técnicamente yo estaba dirigiendo la película, es un trabajo en equipo y la presencia de Fede estaba ahí todo el tiempo.

Federico Álvarez: En la amistad también hay mucho respeto, y hay que cuidar las sensibilidades (risas). Destruirle la confianza a alguien es lo peor que podés hacer. Sobre todo si tenés un director que está dirigiendo por primera vez. En mis primeras películas con Sam Raimi de productor, lo que me funcionó fue saber que él confiaba en mí, que él me daba las llaves del reino de esas creaciones suyas, y cuando sentís que confían en vos y te dan para adelante, trabajás mejor. Eso es lo que intentaba hacer con Rodo, sobre todo que supiera que yo estaba contento con el trabajo y que las cosas estaban saliendo muy bien, y si había cosas que por ahí estaban patinando en algún lugar, decirle "fijate en esto, ojo con aquello". Es delicado, pero nos llevamos muy bien y trabajamos hace muchos años juntos. En otras circunstancias podía haber sido una prueba muy grande para nuestra amistad.

RS: Pasan dos cosas. Por un lado el de tener cuidado de no interrumpir un proceso creativo, que a veces es muy delicado y muy frágil, y por otro lado tenés que tener cuidado de no quedar pegado, porque muchas veces pasa que de repente me doy cuenta que le discuto a Fede una cantidad de cosas en el proceso del guion, le digo "eso no va a funcionar, olvidate, eso es un desastre", y después Fede lo hace igual, y sale, y la gente lo aplaude, y funciona perfecto y yo quedo como un boludo (risas).

FA: Y al revés también. 

RS: Cuando pasa eso, uno tiene mucho cuidado de decir cosas absolutas. Empezás a decir "me parece, en mi opinión, quizás, sería mejor tal cosa", porque, ¿quién tiene la verdad y quién es un genio?

FA: Creo que la pandemia también ayudó. Quién sabe lo que hubiera pasado si estábamos los dos en el set. Por ahí habría sido más complicado, porque naturalmente hay un instinto de director. Pero cuando empezaron a filmar yo no podía viajar para allá, entonces creo que le dio una independencia y una libertad a Rodo que le hizo muy bien a todos y a la película.

Haberse formado en Uruguay, con las limitaciones de producción que hay, ¿cómo los ayudó al momento de llegar a Hollywood?

RS: La respuesta rápida y sencilla es el concepto del "lo atamos con alambre". Que ahora en este rodaje con Pedro Luque lo empleábamos todo el tiempo, porque en Uruguay aprendimos a solucionar cosas con pocos recursos por necesidad. Entonces cuando estamos filmando acá, donde tenés todo pero te queda poco rato del día para hacer algo, le decís a tu equipo "quiero hacer tal toma", y te dicen "no, para eso necesitamos una grúa", y todo así. Y ahí activás ese gen y decís "¿cómo lo haría si estuviera en Uruguay?",. Te rebuscás, y en lugar de la grúa te colgás de algún lado, y alguna que otra vez eso funciona, y lográs hacer algo que de otra manera no hubieses hecho. Y lo vi a Fede haciendo eso en Evil Dead, y le dio muy buenos resultados. 

FA: Es como un espíritu de guerrilla de no esperar que el presupuesto u otra persona vengan a resolver el tema. Entender que si estás filmando ficción en Uruguay lo estás haciendo sin un mango, y tenés que meterle, sobre todo si sos el director o el productor, y hacer las cosas vos. Ese mismo espíritu cuando se traduce acá, se traduce muy bien. Otros directores por ahí se quedan en la silla esperando que alguien venga y resuelva. En Uruguay el director llega a hacer eso y lo sacan a patadas. Es una idiosincrasia diferente, donde realmente nadie es más que nadie, ese lema uruguayo que en el mundo de los rodajes nos benefició. 

RS: En el rodaje de Evil Dead Fede tuvo la idea de agregar una escena que no estaba preparada, un machete que tajeaba a la protagonista en la rodilla. Él quería hacerlo de verdad, que el machete cortara una prótesis de silicona. Lo dijo y todo el mundo dijo "hay que ir a construir una pierna, y una rodilla de silicona", que no parece pero vale miles de dólares y lleva mucho tiempo. Le decían que era imposible. Y Fede fue al canasto de cosas, rebuscó, agarró un brazo viejo, y les dijo "vas a ver, lo doblo acá, empujo acá, pongo la cámara así y parece una rodilla". Lo hizo, y ese momento en el cine generó una reacción increíble en la gente, no fallaba. Cada vez que pasaba la gente reaccionaba. Y se hizo a la uruguaya.

¿En lo creativo, qué les gustaría tener del otro?

RS: De Fede me gustaría tener el súper cerebro (risas). Fede es un banco de datos de cine que es increíble, incluso acá, en esta industria, en esta ciudad, cuando empezamos a conocer gente, te das cuenta en reuniones con colegas que de repente Fede viene de Uruguay y sabe más de cine que cualquiera que conocemos. O va a las reuniones en los estudios, con ejecutivos que trabajan ahí hace veinte años, y termina contándole sobre la historia del cine o sobre tal película. Les dice que ahí se filmó tal película y ellos no lo saben. Eso es increíble y responde a que él desde chico, sobre todo con la influencia de su padre, que era un obsesivo y un erudito del cine, aprendió y absorbió todo eso, y es realmente imposible de conseguir. Si yo me pusiera ahora como un loco a ver 20 horas de cine por día, me tomaría toda la vida absorber todo ese conocimiento. A eso le sumás la potencia intelectual y su sensibilidad y se genera una combinación que a la hora de crear ideas y películas es súper eficiente y potente. Eso para mi es un talento y un poder único que no encuentro en esta ciudad. 

FA: De Rodo tendría la valentía al momento de contar historias. Él es quien generalmente empuja la historia mucho más lejos a nivel de ideas, a nivel de excesos de lo que puede pasar en una escena. Yo tiendo a ser mucho más conservador cuando estoy solo, y muchas de esas ideas que me parecían demasiado, después cuando las ves en la pantalla digo "está buenísimo y solo no me habría animado".

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