Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el estado de pandemia, ocasionado por la rápida propagación y gravedad de la enfermedad causada por el covid-19, la incertidumbre y las rápidas medidas sanitarias implementadas por los países fueron en aumento. Por un lado, la crisis sanitaria nos impactó en el ámbito social y económico.
El aislamiento y la cuarentena implicaron una reducción de actividades, concurrencia a festivales de música, obras de teatro, cierre de fronteras y disminución del turismo. Se creó una nueva realidad con tareas individuales, distanciamiento físico y encuentros virtuales.
A nivel económico, nuestra reducción o ausencia de producción y consumo impactaron en el mercado y en las empresas, lo que produjo bajos ingresos, aumento en la tasa de desempleo y cierre de los negocios.
Por otro lado, la incertidumbre, el miedo, la angustia, el insomnio y las preocupaciones fueron afectando nuestra rutina y bienestar diario. El estrés, la depresión, las crisis de ansiedad, el sentimiento de soledad, la inestabilidad económica y la desestructuración familiar son algunos factores que alteran la estabilidad emocional, la tranquilidad y la calma. Son condiciones que conllevan a un estado de vulnerabilidad.
Ser vulnerable no significa padecer una enfermedad mental. Si estos elementos nos vuelven más vulnerables y depende de nosotros estar mejor, ¿qué importancia le estamos dando a nuestra calidad de vida? ¿Por qué se sigue hablando poco de la salud mental?
La OMS y la OPS publicaron guías de ayuda, consejos prácticos, seminarios virtuales y teléfonos de contacto con psicólogos y psiquiatras para orientar y proporcionar asistencia psicológica. En Uruguay, ASSE habilitó la línea 0800 1920 para la atención psicológica gratuita a personas que necesiten apoyo emocional. Sin embargo, considero que es una problemática de la que se habla muy poco. No es un tema que ocupe los primeros lugares de la agenda política y social en Uruguay.
Existen diversos hábitos y prácticas para incorporar y mejorar nuestro bienestar y disminuir el agotamiento físico, energético, psíquico y social que ha ocasionado la pandemia. Practicar rutinas de ejercicios físicos, meditación, yoga, bailar y mindfulness son herramientas que son recomendadas para liberar tensión y generar endorfinas.
Habitualmente, cuando se padece una dolencia o una enfermedad física se concurre o se aconseja, sin dudar, que se visite al médico para aliviar el dolor y sentirse mejor. Pero cuando se trata de otro órgano como el cerebro, se duda bastante en concurrir al psicólogo. ¿Es por prejuicio u orgullo?
Antonella Alcaraz
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