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Se terminó margen para un ajuste gradual argentino, según analistas

La crisis brasileña, la caída de los precios agrícolas y la fuga de reservas acentúan temores
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27 de septiembre de 2015 a las 05:00
Algo está cambiando en el debate económico argentino, cuando faltan escasas semanas para la elección y el cambio de gobierno. La principal discusión entre los economistas fue, durante varios meses, si era conveniente para el próximo gobierno adoptar una política gradualista para corregir las distorsiones o si era preferible un tratamiento de shock.

¿Desarmar el cepo cambiario en cinco minutos o hacerlo muy de a poco a lo largo de varios meses?; ¿subir las tarifas públicas de golpe aunque implicara triplicar la cifra de la factura, o ir encareciendo en un plan paulatino?; ¿atacar la inflación con toda la artillería monetaria y fiscal o promover una caída gradual en cuatro años?

Este era el tipo de preguntas que los asesores de todos los candidatos debían responder ante auditorios de empresarios, en los estudios de TV o en discretas reuniones con banqueros de Wall Street.

Y, casi siempre, el asunto terminaba sintetizándose en la misma,inevitable cuestión: ¿cómo devaluar?, ¿se puede deslizar el tipo de cambio un poco y luego ir acompañando la inflación?

Pero la sensación es que acaso toda la discusión haya sido inútil. Porque, no importa cuánto se polemice al respecto, hay ciertos signos –tanto internos como del contexto internacional– que están reduciendo aceleradamente los márgenes de acción. Mientras tanto, la gente adopta comportamientos defensivos ante lo que considera inevitable.

Las abultadas compras de dólares, el récord en la demanda de paquetes turísticos –que ya le cuestan al Banco Central el 10% de lo que entra por exportaciones– y la compra de cualquier cosa con valor dolarizado son muestras elocuentes.

Voceros de lo inevitable

El problema, claro, es que en medio de una campaña electoral, la palabra "shock" es un tabú. Es más, el eje argumental de Miguel Bein y el equipo de asesores de Daniel Scioli es que hay que hacer, sí o sí, un plan gradualista.

Pero se han acumulado las voces de peso en contra de esa opinión. Entre ellas figura el exministro Domingo Cavallo, siempre controversial pero siempre muy escuchado. El convencimiento de Cavallo es que se equivocan quienes quieren hacer un deslizamiento suave del dólar y recién más adelante desarmar el cepo. Para él, el orden cronológico debería ser inverso.

"La gente considera que de esa forma va a haber permanentes devaluaciones, y no, primero habrá un sinceramiento y luego dependerá de cómo se maneje la economía e incluso puede bajar y hasta desaparecer la inflación".

"La única lógica para un nuevo gobierno es eliminar el cepo cambiario. Si hacen lo que sugiere Bein se van a equivocar porque hablan de devaluar en el mercado oficial a un ritmo similar al de la inflación y eso es mantener un atraso cambiario destructor de las economías regionales", analizó.

En la misma tónica, otro economista con vocación de polemista, José Luis Espert, escribió una encendida defensa de la política de shock en un artículo titulado con una elocuencia que exime de comentarios: "La única opción es el ajuste".

Su argumento es que el cambio de contexto internacional genera una escasez de divisas que hace insostenible el modelo que denomina "populismo industrial".

En consecuencia, plantea que será inevitable un corte drástico en el gasto público y un ajuste de precios relativos, incluyendo subas del dólar y tarifas. Y enfatiza que, aun cuando se pudiera conseguir la reapertura del crédito, eso no alcanzará para evitar las correcciones.

"A la larga, el desequilibrio fiscal y las distorsiones de precios relativos se volverían a hacer sentir, presionando por más y mayores ajustes", advierte.

El mundo no ayuda

Llamó la atención el cambio de opinión de Luciano Cohan, que no solo es un economista respetado sino que además es socio, en la consultora Elypsis, de Eduardo Levy Yeyati, tal vez el más elocuente defensor del gradualismo.

Cohan admitió que el panorama se complicaba tras constatar el agravamiento de la situación brasileña.

"La posibilidad de avanzar con un escenario gradual se redujo considerablemente en estos últimos días", afirmó luego que la agencia Standard & Poor's le quitó la categoría investment grade a la deuda del país vecino.

Esto último hace prever una mayor salida de capitales y una profundización de la debilidad del real frente al dólar, que ya acumula un descenso de más del 40% en lo que va del año.

"La competitividad cambiaria de la Argentina está en los mismos niveles que a fines de la convertibilidad. No solo respecto a Brasil, sino contra una amplia canasta de monedas. Esto, de por sí, reduce las posibilidades de que la próxima gestión avance con una estrategia gradualista", apunta Cohan.

Esa preocupación por el contexto internacional en que asumirá el nuevo gobierno se está generalizando. Por caso, Jorge Vasconcelos, economista jefe de la fundación Mediterránea, destaca que la caída en el precio de los productos agrícolas y las devaluaciones de los vecinos constituyen "una seria advertencia acerca del escenario que puede abrirse paso si, inmediatamente después de las elecciones, el próximo gobierno no define una agenda de acción a la altura de los desafíos".

Comparaciones inquietantes

Como para hacer más preocupante la comparación con casos internacionales, Ricardo Arriazu, otro economista muy influyente, dejó esta frase: "No hay ejemplos, en otros países, de un gradualismo exitoso".

En un seminario con empresarios, Arriazu trazó un panorama sombrío: "Esperamos una caída de US$ 4.000 millones en el valor de la cosecha el año entrante, que se suma a otros US$ 6.000 millones perdidos en los dos años previos. Eso significa que si ese ingreso no se compensa por la cuenta capital, el año que viene vamos a tener una recesión".

Y agregó que el desajuste entre un tipo de cambio que sube al 9% contra salarios que los hacen al 32%, será sostenible hasta fin de año, "pero para el año que viene hay una expectativa de que va a haber una corrección cambiaria".

En definitiva, mientras los candidatos evitan cualquier alusión al ajuste por considerarlo "piantavotos", el debate entre los economistas va por otro carril. Ya casi no se discute si hay que elegir entre "gradualismo o shock" sino qué tan fuerte va a ser el cimbronazo.

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