Leonardo Carreño

Sobre la educación superior en debate

Se celebró la Conferencia Mundial de Educación Superior asistieron 1.800 personas provenientes de 130 países

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02 de junio de 2022 a las 05:04

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Recientemente se celebró la Conferencia Mundial de Educación Superior en la cautivante ciudad de Barcelona que congregó a 1.800 asistentes provenientes de 130 países. Representantes de gobiernos, universidades, sociedad civil, ONGs y organismos internacionales, así como estudiantes y educadores, intercambiaron pareceres en un clima cordial y constructivo. 

El objetivo de la conferencia fue “remodelar las ideas y prácticas en la educación superior para garantizar el desarrollo sostenible para el planeta y la humanidad”, y en tal sentido, “ofrecer nuevos conocimientos, ideas innovadoras, alianzas creativas y producir una coalición ampliada y revitalizada de la comunidad internacional de educación superior en apoyo de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible” (véase https://events.unesco.org/event?id=1674672224&lang=3082 ). El toque de distinción y tono esperanzador de la conferencia fue la presencia de jóvenes de las más variadas latitudes que no solo refrescaron las ideas, los debates, las propuestas y los formatos, sino que, asimismo, impulsaron a poner la mirada en forjar una educación superior de cara a educar a las nuevas generaciones a la luz de un mundo que se precie de ser justo, inclusivo, sostenible y pacífico. No se trata solamente de evidenciar las injusticas y las desigualdades que afectan a la educación en sus diferentes niveles sino de comprometerse con una agenda de cambios que sea, a la vez, urgente y profunda. Tan necesario resulta modificar la educación inicial, básica y media, así como la educación superior que sigue siendo referencia y soporte fundamental de los otros niveles. Particularmente se puso énfasis en alinear los cambios entre los diversos niveles que coadyuven a concretar propuestas curriculares y pedagógicas unitarias y potentes. 

La Subdirectora General de Educación de la UNESCO, Stefania Giannini, resumió con elocuencia y claridad el rutero que la conferencia plantea para apoyar a los países en la transformación de la educación superior.  Se entiende dicho rutero como un documento viviente, evolvente, plural y sujeto a polémica que argumenta en torno a la necesidad de generar y legitimar una visión transformacional de la educación superior que estimule diversidad de caminos y estrategias. El objetivo es avanzar en una versión final del documento hacia fines del año. Veamos tres notas salientes del rutero propuesto – la misión de la educación superior, los cambios de foco y las transiciones que se podrían forjar o estarían operando. 

En primer lugar, el rutero tiene la virtud de renovar la mirada sobre la misión de la educación superior que se articula en torno a tres lentes. El primero de los mismos supone la reafirmación de una impronta cosmopolita y de apertura al mundo que reafirma la idea que la educación superior tiene que contribuir a la formación de ciudadanos globales que les permita encarar la complejidad y profundidad de los temas sin reduccionismos ni simplismos. La complejidad no implica ´posicionarse en modo “difícil” sino de hurgar en la hendidura de los temas más allá de los enfoques y de las explicaciones consuetudinarias. 

El segundo de los lentes versa sobre la necesidad de compartir conocimientos y de una ciencia abierta a través de enfoques transdiciplinares. Subyace a la idea de compartir sin fronteras ni umbrales, la aspiración de forjar ecosistemas universitarios de innovación que coadyuven a democratizar el conocimiento en el doble sentido de la universidad proyectada más decidida y generosamente hacia la diversidad de la sociedad, pero a la vez, abrirse a que los conocimientos que se generan en diversos ámbitos societales bajo múltiples circunstancias y formatos tengan una cabida respetuosa y continentadora en las universidades. Asimismo, la transdisciplinariedad no supone renegar de la disciplinariedad ni de la multi o interdisciplinariedad, sino asumir a conciencia que la complejidad de los desafíos que enfrentamos como humanidad requieren de renovadas formas de pensar y de actuar mucho más orientadas a conectar piezas que, de manera aislada, no nos permiten entender en profundidad diversidad de temas. 

El tercero de los lentes trasluce la aspiración de un renovado compromiso social y la responsabilidad ética que es sustancial al ethos de la educación terciaria. Tradicionalmente el compromiso social ha sido un atributo destacado de las universidades, reflejado a través de la idea de extensión de sus actividades principalmente hacia los sectores más vulnerables. Lo que se pretende destacar hacia presente y futuro yace en que las universidades tienen que agudizar sus capacidades de entender las expectativas y las necesidades de la sociedad más en un ida y vuelta dinámico donde se registran aprendizajes recíprocos que de posturas de arriba hacia abajo donde se ejerce una suerte de colonización y hasta si se quiere, imposición del conocimiento. También se trata de jerarquizar la responsabilidad ética de las universidades de buscar respuesta a temas societales candentes revigorizando su rol como usinas de pensamientos glo-locales. 

En segundo lugar, el rutero esbozado por Giannini, sugiere una serie de cambios de focos en las instituciones de educación superior. El primero de ellos valoriza la idea de la cooperación entre universidades y hacia la sociedad, por sobre una mirada anclada en la competencia estrechamente asociada a la idea de rankings entre instituciones y de centrar el accionar de las mismas en los indicadores que dan cuenta de esos rankings. El hecho de privilegiar la cooperación implicaría la necesidad de trabajar en un marco de reconocimiento de la interdependencia entre las instituciones para lograr niveles de excelencia que de manera aislada y autoreferenciada, no se lograrían.

El segundo de los focos argumenta en torno a la multiplicidad de enfoques, ruteros y estrategias para diversificar las opciones de formaciones alternativamente a modelos homogéneos, para poder efectivamente responder a la diversidad de los alumnos, así como también a los cambios disruptivos que permean a las sociedades a diferentes escalas. No se trata de presuponer que los alumnos persiguen principalmente el objetivo de formarse para una inserción exitosa en el mercado de trabajo, sino que también tener en cuenta que sus móviles y aspiraciones de formación pueden tener que ver con un cúmulo de preocupaciones sobre los futuros de sus vidas personales y colectivas, así como la priorización de valores humanistas y de solidaridad social. 

El tercero de los focos tiene esencialmente que ver con la flexibilidad y la diversificación del abanico de ofertas de instituciones de educación superior para acompasar las propuestas de formación a competencias y calificaciones crecientemente diversas y a medida de necesidades específicas de la sociedad. Asimismo, el cuarto de los focos pone la mirada en fortalecer sistemas abiertos que tiendan puentes y promuevan partenariados entre instituciones para afrontar desafíos a presente y a futuro cuyo complejidad y globalidad rebasa los confines locales y de instituciones trabajando en silos. 

El quinto de los focos arguye que las instituciones de educación superior tienen que comprometerse decididamente en la búsqueda de respuestas a la luz de amenazas globales nuevas e interconectadas tales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la polarización política, el aumento de la desigualdad, y la persistencia de conflictos armados. No es cuestión solo de asumir posturas críticas sobre estos temas sino de “embarrarse” en entender y accionar abriéndose a diversidad de perspectivas y enfoques que no solo surgen de la academia puertas adentro. Asimismo, el sexto de los focos alude al imperativo ético inherente a las instituciones de educación superior de contribuir a la democratización y la transformación de las sociedades en aras de cimentar y lograr mayor justicia social y sostenibilidad. 

En tercer lugar, la renovada misión y los cambios de foco que plantea el rutero, suponen también cambios en los modus vivendi y operandi de las instituciones. Se plantean en términos de seis transiciones como progresiones posibles y aterrizadas a las especificidades de los contextos y de las culturas locales. La primera transición versa sobre la necesidad de moverse desde situaciones que excluyen a porciones significativas de las poblaciones jóvenes de la educación superior a plasmar el derecho a la educación superior como un bien común de la sociedad que requiere del involucramiento de diversidad de instituciones y actores. 

La segunda de las transiciones plantea el enorme y perentorio desafío de progresar de formaciones ancladas en divisiones tradicionales y jerárquicas de disciplinas a aprendizajes más holísticos que respondan a una visión del alumno como persona priorizando su formación integral y que se oriente hacia desafíos y temas. Asimismo, como correlato de lo anterior, la tercera de las transiciones plantear moverse desde enfoques disciplinares en silos a una progresiva transdisciplinariedad en las maneras de enfocar los temas, así como de organizar las ofertas de formación, los ambientes y las experiencias de aprendizaje. 

La cuarta de las transiciones sugiere progresar desde enfoques terminales de la formación, que se agotan en sí mismos, a idear un repertorio amplio de formaciones inscriptos en la promoción de aprendizajes a lo largo y ancho de la vida, y que tome note que crecientemente las personas se formarán varias veces en sus ciclos vitales a la luz de cambios permanentes en las ocupaciones y tareas, así como en los espacios de desarrollo y progresión profesional.  La quinta de las transiciones supone cuestionar modelos de formación uniformes para todos los alumnos por igual, a otros alternativos que incorporan la flexibilidad institucional, curricular y pedagógica para responder precisamente a la diversidad del alumnado. Asimismo, la sexta de las transiciones implica progresar desde modelos de formación basados en la transmisión de información y conocimientos, a aquellos que enfatizan el valor transformacional del conocimiento para poder actuar competentemente frente a diversos tipos de desafíos. En síntesis, la Conferencia Mundial de Educación Superior deja planteada a los gobiernos y a las instituciones de educación superior la urgencia de una transformación de cara al doble desafío de fortalecer su sostenibilidad y relevancia, así como de repensar las bases, contenidos e implicancias de sus compromisos con la transformación de las sociedades.  
 

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