Plan Ceibal

Sobre las inteligencias en educación (2)

El rol del educador es insustituible, como en incentivar su formación y desarrollo profesional en competencias no solo digitales sino también de entendimiento afinado de las necesidades del alumno

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19 de mayo de 2021 a las 05:02

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En la columna anterior (5/05/21) señalamos la necesidad de precisar el status de la Inteligencia Artificial (de ahora en más IA) de cara a su conceptualización y aplicación en educación. Entendemos que la IA es un producto de la inteligencia humana mediado por valoraciones, contextos y circunstancias que dan cuenta de diversidad de visiones sobre la sociedad y la educación. Asimismo, reafirmamos que la IA es un soporte, entre otros fundamentales, de la educación que esencialmente apoya a alumnos y educadores, así como contribuye a procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación en diversidad de ambientes y espacios de aprendizaje.

Importa precisar que la inteligencia artificial no guarda una relación de similitud y menos aún de copia o reproducción de la inteligencia humana. Como señala el escritor y filósofo francés, Eric Sadin (2020), existen básicamente dos razones que diferencian nítidamente la IA de la humana.  En primer lugar, la IA son “máquinas de cálculo cuya función se limita al tratamiento de flujos informacionales abstractos” y que deviene en una estandarización de procesos y respuestas que conllevaría a una conducción robotizada y sin “fallas” de los asuntos humanos. En cambio, la inteligencia humana da cuenta de “una infinidad de dimensiones que nuestra sensibilidad si puede capturar y que escapan al principio de una modelización matemática”. En segundo lugar, la IA se sustenta en su capacidad endógena de desarrollo y progresión, mientras que la singularidad y el desarrollo de la inteligencia humana es “indisociable de las relaciones abiertas e indeterminadas con los seres y las cosas”.

Nos parece relevante encuadrar la discusión sobre la IA en educación bajo el entendido que su rol varía en función de una constelación de factores, entre otros atinentes a las políticas públicas en educación, así como a las particularidades de cada sociedad. No se trata de reducir la IA a respuestas tecnológicas llaves en mano o de devenir consumidores acríticos y noveleros de productos comercializados sino de significar su rol para fortalecer la educación en formar a las nuevas generaciones para que asuman con responsabilidad el mando de sus vidas y ejerciten su facultad de juicio al decir de Hannah Arendt. Veamos algunas implicancias del uso de la IA en función de cómo se entiende la educación.

Una primera implicancia refiere al uso de la IA de cara a fortalecer el rol de los alumnos como productores, discutidores y diseminadores de conocimientos bajo la premisa que los mismos sean protagonistas, reguladores y responsables por sus propios aprendizajes. Tal cual documenta la UNESCO (2021), esto supondría que los dispositivos de IA alentaran una construcción activa del conocimiento por parte del propio alumno mediante la exploración de ambientes de aprendizaje y facilitando las conexiones con los conocimientos previamente adquiridos por el mismo. El rol de la IA sería más bien de descongestionar al alumno de una sobrecarga cognitiva orientándolo y retroalimentando sus producciones. 

Una segunda implicancia tiene que ver cómo la IA puede fortalecer una cultura de la colaboración y de apoyo mutuo que sea transversal a alumnos y educadores. La UNESCO menciona a las redes de aprendizaje orquestadas (LNO por su sigla en inglés) que esencialmente facilitan la coordinación y la cooperación entre participantes basadas en su disponibilidad, área de dominio y experticia. En tal sentido, la UNESCO menciona el ejemplo del “Aprendizaje del Tercer Espacio” en el Reino Unido que conecta estudiantes en riesgo de fracasar en matemáticas con tutores de otros países.

Otros ejemplos van en la línea de cómo el trabajo conjunto de alumnos en la resolución de problemas es una manera efectiva de fortalecer los resultados de los aprendizajes (Luckin et al., 2017). Los mismos son indicativos de los impactos que puede llegar a tener la IA en contribuir a personalizar la educación y los aprendizajes respondiendo a necesidades concretas de cada alumno. El radio de acción de estas prácticas colaborativas se fortalece en modos educativos híbridos donde el alumno, individual o grupalmente, puede formarse a través de la combinación de actividades presenciales y virtuales mancomunadas en el objetivo de desarrollar competencias tales como creatividad, colaboración, comunicación y aprendizaje autónomo. 

Una tercera implicancia versa como la IA puede empoderar a los educadores y fortalecer los procesos de enseñanza. Alternativamente a una visión que entiende el rol de la IA o bien como sustitutivo del educador o bien como forma de descargarlo de ciertas tareas tales como la automatización de la evaluación, la detección de plagios y tareas administrativas (UNESCO, 2021), se entiende necesario compartirle al educador los marcos de referencia e instrumentos requeridos para usar la AI a efectos de entender y apuntalar mejor al alumno en sus necesidades de aprendizaje. Asimismo, la “fantasía” de idear una educación sin educadores deja de lado o bien no entiende el rol esencial social que los mismos cumplen en los procesos de aprendizaje (UNESCO, 2021). 

Difícilmente se puede argumentar que la IA pueda cumplir de manera integral e interconectada los cuatros roles que definen esencialmente la profesión del educador: (i) referente del alumno; (ii) orientador de sus procesos de aprendizaje; (iii) gestor y gestionador de ambientes de aprendizajes donde se integran y complementan espacios de formación presencial y a distancia (sincrónicos y asincrónicos); y (iv) generadores y sostén de trayectorias personalizadas de aprendizaje. Ciertamente la IA puede ayudar a educadores en la consecución de estos roles, pero para que esto efectivamente ocurra se requiere, ante todo, una reafirmación del rol insustituible del educador, así como incentivar su formación y desarrollo profesional en competencias no solo digitales sino también de entendimiento afinado de las necesidades del alumno, de cómo aprenden y como se puede lograr que cada uno de ellos pueda desarrollar su potencial de excelencia. 

Tal como subraya la UNESCO (2021), las iniciativas en IA son más bien concebidas para sustituir o alivianar tareas que realizan los docentes que como instrumento que puede ampliar y mejorar la calidad de los procesos de enseñanza y de aprendizaje, así como el acceso a conocimientos de expertos. En la línea de apoyar procesos educativos, cabe mencionar el caso de algunas escuelas de las zonas rurales remotas de China, donde se recurre al modelo docente dual que implica que un docente experto brinda una conferencia por video a estudiantes por vía remota, y, asimismo, un docente local con menor experiencia apuntala a los mismos (iResearch Global, 2019). En tal sentido, los modos híbridos educativos – esto es, que integran formaciones presenciales y a distancia - abren un sin numero de posibilidades para que educadores puedan desarrollar estrategias colaborativas y de aprendizajes entre pares con el objetivo de mejorar la calidad de la enseñanza.  

Otro ejemplo interesante tiene que ver con el uso de la evaluación escrita automatizada (AWE por sus siglas en ingles). Su uso puede fundamentarse en reducir la carga de trabajo docente asociado a la corrección manual. Pero, por otro lado, se argumenta que la corrección que realiza cada docente, aun cuando pueda automatizarse, puede ser reveladora de las estrategias aplicadas por los estudiantes, así como de sus competencias (UNESCO, 2021).  Bajo similar preocupación, la OCDE (2020) advierte sobre que la automatización fácilmente aplicable a tareas docentes puede llevar a reducir oportunidades para los educadores de pensar y explorar soluciones creativas, así como de tomar mayor conciencia de las diferencias individuales entre alumnos. 

No es cuestión de estar a favor o en contra de la automatización per se, sino de tener claridad de pensamiento y evidencia de su impacto en el conocimiento del alumno, así como en las relaciones trabadas entre educadores y alumnos. 

Una cuarta implicancia tiene que ver con la evaluación de los alumnos. Nuevamente nos enfrentamos a los usos restringidos o amplios de la evaluación en función de la visión educativa que se abrigue. Si se entiende el uso de la IA como soporte a prácticas evaluativas que aplican de manera regular los sistemas educativos, su uso se puede reducir, por ejemplo, al reconocimiento de la voz y de la cara para verificar la identidad de los estudiantes en exámenes tomados a distancia. Bajo una perspectiva más amplia se puede pensar en como la IA puede servir al propósito de contribuir a monitorear la evolución del alumno en el desarrollo de las competencias y la adquisición de aprendizajes, así como ayudar al educador a darle al estudiante una retroalimentación ajustada a sus necesidades y desafíos. Esto contribuiría a reforzar el rol de la evaluación como aprendizaje.

Asimismo, la IA, a través por ejemplo de los e-portfolio, puede ayudar al alumno a tener un registro completo de lo que ha desarrollado y logrado durante su formación incluyendo diferentes tipos de evaluaciones.  Sus antecedentes educativos debidamente registrados, dando cuenta de sus experiencias de aprendizaje, pueden constituir una carta de presentación del alumno a la luz de continuar estudios y/o bien frente a potenciales empleadores. 

En resumidas cuentas, las implicancias en el uso de la IA en educación tienen una alta carga valorativa, así como plantean dilemas de política educativa. No son discusiones esencialmente tecnológicas en su punto de partida animadas por la aspiración de cerrar las brechas en el acceso a productos tecnológicos de punta, sino que requieren primariamente una explicitación robusta y clara de los imaginarios sociales y educativos que orientan el uso precisamente de la IA. Esencialmente esto supone entender que la misma puede servir al propósito de apuntalar y acrecentar las competencias de alumnos y educadores para idear, aplicar, discutir y compartir. 

La IA no sustituye la empatía, la creatividad, la generosidad y la solidaridad humana pero ciertamente puede ayudar a educadores y alumnos a ampliar oportunidades y espacios para enseñar y aprender, para que efectivamente el ingenio humano pueda soltarse aun más y para contribuir a cerrar brechas culturales, sociales y territoriales en el goce del derecho a la educación y al conocimiento. 
 

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